Pero cuando llegó la 33ª
noche
Ella dijo:
Besarlo es embriagarse con
el almizcle de que está perfumada toda su piel! ¡Abrazarlo es sentir doblarse
su cuerpo, como se dobla una rama bañada de brisa y de rocío!
¡Besarlo es embriagarse
sin probar ningún vino! ¡Bien lo sé yo, en quien fermenta por las noches el
vino almizclado de su saliva!
¡La misma Belleza, al
despertarse por la mañana, se mira al espejo y se reconoce vasalla suya! ¡Oh
locura mía! ¿Cómo podrán los corazones librarse de su belleza?
¡Por Alá! ¡Si logro vivir
de este modo viviré con su quemadura en mi corazón! ¡Pero si llegase a morir
por su amor, será mi última dicha!
Su mirada! ¡Acercarse al
fuego sin quemarse no es cosa tan asombrosa como su mirada! ¿Cómo estoy todavía
vivo, ¡oh encantador! cuando paso mi vida ante tus ojos?
¡Sus mejillas! ¡Si sus
transparentes mejillas están aterciopeladas, no es de bozo como todas las
demás, sino de seda exquisita y dorada!
¡Su boca! ¡Hay algunos que
vienen a preguntarme ingenuamente donde está el elixir de la vida, y por qué
tierra corre el elixir de vida y su manantial!
Y yo les digo: ¡Conozco el
elixir de la vida y su manantial! ¡Es la boca de un joven esbelto y dulce, un
gamo joven con el cuello tierno e inclinado,
Es el labio húmedo de mi
amigo, delgado y vivo, joven de dulces labios de un rojo oscuro
"...Si la rama se
balancea, ¡qué armonioso no será el canto de los pájaros que en ella
anidan!"
Las Mil y Una Noches
A Essaouira se
la conoce por muchos nombres “La Bella Durmiente”, “La hermosamente trazada” de
la palabra árabe Souirah, esta ciudad Patrimonio de la Humanidad, mantiene el
encanto y la autenticidad de una tierra perdida en el tiempo. Aquí es donde
termina el Mediterráneo: la última fortificación amurallada en las orillas
atlánticas, con una estampa familiar que me hace recordar a los "pueblos
blancos" de Cádiz, en árabe الصويرة Aṣ-Ṣawīra, fue
la bereber Amogdul (“la bien guardada”), más tarde, en portugués Mogdura, en
español Mogadur y en francés Mogador. no es absoluto extraño que tenga tantos
nombres, porque cada cual la percibe de una manera, por ella se dejaron seducir
Cat stevens, Jimmy Hendrix, Orson Welles, Frank Zappa, Leonard Cohen, Tenesse
williams... y evidentemente el que os escribe.
Anclada en una punta de
África, donde el Atlántico se resquebraja en luminosas ráfagas saladas y se
despereza sin prisa a lo largo de kilómetros de playas plateadas, se
encuentra Essaouira. Una ciudad hecha de viento y luz, que nace y muere a
diario abrazada al océano. Por ella pasaron varios siglos. La luminosidad de
esta pequeña ciudad blanca cuaja el aire de vida y de sabor, atrapando al
visitante en una dulce telaraña de aromas y colores. La belleza del lugar
emociona, maravilla y conquista, tan diferente del exceso turístico de
Marrakech y sus fastos, probablemente sea la única ciudad de Marruecos donde no
es fácil perderse. El Sultán Sidi Mohamen Ben Abdallah, verdadero fundador de
la actual Essaouira, confió en 1780 el trazado de la ciudad al ingeniero
Teodoro Cornut (alumno de Vauban) para competir con Agadir, que diseñó la
Puerta de la Marina para facilitar el acceso al puerto, rodeó la ciudad de
murallas al estilo Vauban y trazó calles amplias y rectilíneas, de ahí su nombre,
As-sawīra, la bien trazada. Su belleza no se contempla en los cuadros.
Perspectivas imposibles, esa callecita bordeada de casas blancas con postigos
azules,el sutil claroscuro de la placita Bab el- Sebaa, con el fondo de las
terrazas de los cafés invitando a la pausa del té. La precisión de los detalles
en la fachada del palacio del Pachá, como salida de un cuadro de Delacroix...
una multitud abigarrada deambula por la calle Siaghine... los joyeros herederos
de la excepcional técnica de los orfebres judíos cincelan largos y elegantes
pendientes, fíbulas, brazaletes con charnelas, pulseras para el tobillo o
collares de plata… un poco más lejos, las manos hábiles de los marqueteros
incrustan madera de tuya, de limonero, de ébano, de nácar o hilo de plata.Y
sobre la “skala” de la kasbah los cañones sin oficio que le confieren ese
aspecto tan teatral. Se respira arte.
Yo había acudido abrumado
por Marrakech y atraído por el anuncio del Festival Gnaoua y Músicas del
Mundo de Essaouira, un festival al que acuden artistas y aficionados del mundo
entero. Los Gnaoua son los descendientes de los antiguos esclavos originarios
del África Negra. Organizados en hermandades en todo Marruecos, los Gnaoua son
músicos magos (maâlem), encantadores de serpientes, videntes, médiums y
adeptos. Sus prácticas, a la vez musicales, iniciáticas y terapéuticas, mezclan
contribuciones africanas y arabo-bereberes. Aunque musulmanes, los Gnaoua
fundan su especificidad sobre el culto de los jinn (espíritus) y sus ritos
conservan numerosas características consustanciales a los ritos de posesión
africanos. La ceremonia más importante y la más espectacular del Gnaoua es el
Lila, cuya función es esencialmente terapéutica. Durante la celebración, el
maâlem, acompañado de su gente, pide a los santos y a las entidades
sobrenaturales tomar posesión de los adeptos, que entran en trance. Este ritual
es comparable al vudú de Haití y al macumba de Brasil. El resultado es un
encuentro intenso entre los herederos de una tradición secular y los artistas
de distintos horizontes, los maestros Gnaoua invitan a un músico de jazz, pop,
reggae o rock, y tocan una especie de jam session, donde fusionan sus
respectivas músicas haciendo del encuentro una auténtica improvisación muy
interesante, es el descubrimiento de las respectivas tradiciones, como vuelta a
las raíces milenarias comunes. Estando tan cerca no podía perdérmelo.
Essaouira
literalmente se enciende, en esta semana está abarrotada de gente de todas
partes, es una clase de turismo especial, atraída por las músicas del mundo,
por la experiencia tan cercana al vodoo, y por el innegable encanto de la
villa, al principio no estoy muy seguro de no haber cambiado un burro por una
burra, huyo del Marrakech abarrotado de hoolligans y amanezco en esta ciudad,
mucho más pequeña, que ya conocía y que casi no reconozco, conforme avanza el
día me sosiego, ni rastro de hoolligans, es otra cosa, acudo al primer
concierto en Moulay Hassan square y alucino, es indescriptible, se mezclan el
sufi con el vudú en una especie de fusión total, cualquier temor sobre lo
religioso del acontecimiento se esfuma, es laico a más no poder, la gente
disfruta y se deja contagiar por la magia de la música, no se si digo una
barbaridad pero me parece la esencia de la música trance.
El olor que percibo en el
aire puede que ayude, creo que soy el único que no fuma hasch, esta timidez mía
con los camellos a veces me pone en situaciones como esta, me pongo las pilas,
ubico a tres mozos que fuman y que me parecen del país y les pregunto en
francés, me dicen que les acompañe a un rincón más discreto, no se si la música
me había embotado el entendimiento, o que mi mono era así de irracional, pero
les sigo a una esquina, 30 euros está bien, aquí en marruecos aún es un pastón,
saco el dinero, me empujan sin que me lo espere y cuando estoy en el suelo me
sueltan tres patadas, l'argent, tout l'argent, no puedo reaccionar, estoy
idiota, cómo se me ocurre, l'argent, vite, y entonces oigo gritar a álguien en
árabe, es él, les grita con autoridad, los manguis le responden, le veo, es
curioso, pero en una situación tan extrema en lo primero que me fijo es en que
está como un queso, de repente me siento una modelo de un anuncio de colonia,
...un tumulto en la kasbah y apareció él... eso sí, sin caballo ni nada, con
unos jeans y una camiseta azul, aun así consigue su cometido y aleja a mis
agresores, me duele todo, y me siento imbécil. Se agacha, y con una delicadeza
sorprendente me ayuda a incorporarme, habla un mal español y un buen francés,
le cuento, su dedo en la sien me hace sonreír, sí, un poco loco sí estoy, pero
ya ves la música, el olor, no he pensado, me abraza por el hombro, con ese
impudor tan musulmán para el contacto corporal entre hombres, me habla, me
cuenta de sus sueños, de cómo le gustaría participar en el festival Gnaoua, de
lo mal que trata la organización a los músicos marroquíes, de lo bien que trata
a los extranjeros, hablamos del negocio de la música, de cuando vino a España y
volvió porque echaba de menos su familia y sus sabores, paseamos por calles por
las que nunca me habría atrevido a caminar solo, y su camiseta azul tiene el
mismo tono de las barcas y de las puertas, y su sonrisa abierta rompe como una
ola sobre mi cuerpo dolorido, y lo cura, tiene como la música de hoy, efectos
terapéuticos, el viento omnipresente hace volar los papeles, como gaviotas que
las hay a cientos, todo el rato hace viento, Abdallah, que mi salvador se llama
así me dice que el viento agita las ideas, que la playa es peligrosa para
nadar, que si me gusta el Surf, le digo que me gusta verlo, pero que soy un
negado para el deporte, que a qué he venido entonces, al festival, me gusta la
música, soy profesor de música, sí y fumo kiff, que él tiene en casa, pero que
no lo saca a la calle, muchos problemas kiff en calle, no a niños no, le doy
clase a mayores, a maestros, ¿que parezco americano?, por eso me han atacado,
parezco americano, muchos dólares, aquí no hay mucho dinero, para un músico
menos, ven y te enseño la terrasse, creo que me quiere enseñar algo más, yo
encantado, la vista es impresionante, el viento en su cara también, le hace
guiños en el flequillo y entornar un poco los ojos, ¿un petard?, ideal,
adentro, aquí con el viento no posible, la habitación es también azul, por la
ventana se oyen chillar las gaviotas y un mar de barcas se extiende hacia el
puerto, huelo lo que está haciendo, me lo ofrece, enciéndelo par ton accident,
aspiro el humo, con ansia, me aturde, él me mira, sonriendo, me rodea, me
abraza por detrás, me susurra al oído, eres un hombre bueno, me descoloco, será
su español, me besa en el cuello, me abandono, me ofrezco, me sumerjo, amanezco
en sus brazos, la luz naranja, la aurora sobre su pelo, desayunamos besos, y
abrazos, y más besos... Fuera las gaviotas y el viento.
Me quedo a su lado hasta
el límite de mi presupuesto, me enseña sabores y playas, el dulce salado de la
pastela de pescado, el cous cous, le veo cabalgar las olas, inmensas, sobre su
tabla, mis intentos le hacen reir, por las tardes vamos a Driss, la pastelería
de las pastelerías, el azucar glass de un milhojas delicioso le dibuja un
bigotito blanco y hace un poco el payaso, un café excelente, por la noche su
cuerpo se me revela como un milagro, no puedo hablar con nadie, no le gusta,
con una sola mirada, por primera vez en mi vida me hace sentir que le
pertenezco, me dejo llevar, prefiero no pensar que no puedo sustraerme a su
efecto, pero los días van pasando, y mi vida me reclama, y su sonrisa me ata, y
su mirada.
estoy triste, desesperado,
no puedo posponerlo más, debo regresar, en realidad hace una semana que debía
haber regresado me lo dicen los números rojos de la tarjeta del banco, él está
sin camiseta, dándole cera a la tabla, creo que es cera, de cuclillas en el
terrazo, levanta la vista, me mira a los ojos, abandona su trabajo, me coge la
cara entre las manos, estás triste porque te vas, mira el viento, ¿el viento?,
mira el viento, el viento te ha traído, el viento te volverá a traer, mira el
viento, no estés triste, me rindo a su abrazo.
Muchas veces sueño con él,
con su flequillo que baila, con su sonrisa abierta, y le veo tan guapo, no sé
por qué, montado en un caballo azul y blanco.
El viento, en Madrid en
julio, qué viento, el viento me devolverá su abrazo....
No hay comentarios:
Publicar un comentario