lunes, 3 de noviembre de 2014

XLIV - Felo o la transparencia de la coca cola


...Y entonces, cuando las cosas ya estaban tan mal que parecía imposible que pudieran ir peor, los objetos empezaron a borrarse. Un día desapareció de golpe el árbol más añoso del Camino Real, otro día se volatilizó un lienzo de la muralla, una mañana se borró la escalera de piedra del campanario y para poder subir tuvieron que colgar escalas de cuerda. Era como si la falta de veracidad y solidez de las palabras hubiera contagiado a la materia. Había escudillas que desaparecían con su contenido de guisantes cuando el comensal iba a hundir la cuchara en el guiso, borceguíes que se desvanecían dejando los pies desnudos, espadas que se borraban en el aire justo cuando el guerrero se disponía a descargar un mandoble mortal. Grande fue el susto de las gentes ante estos prodigios, pero aún se asustaron mucho más cuando advirtieron que el Rey empezaba a transparentarse. Poco a poco, día tras día, el monarca parecía ir perdiendo su sustancia y afinando la masa de su ser, de tal modo que, sin adelgazar propiamente en sus carnes, sin embargo se hacía más ligero, se difuminaba, se iba clareando de través como una urdimbre demasiado raída por el uso, o como el humo que la brisa disuelve. Al principio, el Rey no advirtió las mudanzas que acontecían en su cuerpo, que en los comienzos eran sobre todo visibles con cierta perspectiva y a contraluz; y, como hacía tiempo que se había instaurado entre sus súbditos la costumbre de mentir, nadie osó decirle lo que sucedía. Cuando el monarca descubrió su estado, el proceso se encontraba ya tan avanzado que una mañana de deslumbrante sol, en el jardín de palacio, un mirlo aturullado se estrelló volando contra el pecho real, creyendo que el paso estaba expedito...


Rosa Montero - El Rey transparente.


Un material presenta transparencia cuando deja pasar fácilmente la luz. La transparencia es una propiedad óptica de la materia, aunque como el castellano es tan versátil también lo podemos aplicar al espíritu, así decimos que tal o cual es transparente, refiriéndonos a la ausencia de recovecos en sus intenciones, son esas personas a las que el alma se les asoma a la cara, y nos fiamos de ellas sin prevención, puesto que la transparencia, así considerada, es una garantía.

Claro, que habría que considerar si la cualidad de ser transparente es una virtud o por el contrario vendría a hacernos la vida más difícil, depende de la orilla en que la contemplemos, parecería que para el espectador es una virtud, no debe preocuparse de si hay gato encerrado, sin embargo puede que para el actor sea incómodo presentar sus cartas en toda circunstancia, quien más quien menos, intenta atemperarla según le convenga, exceptuando a algunos niños es muy extraño toparse en la vida de uno con personas transparentes de un modo absoluto.

No debemos confundir la transparencia con la invisibilidad, una cosa es dejar pasar la luz y otra muy diferente no ser visible, ser invisible es mucho más radical, como propiedad óptica es inaplicable a las personas y como atributo del alma es bastante triste, recuerdo esa canción del musical Chicago en que el marido de Roxie se lamenta de su poca importancia, y se llama a sí mismo Mr. Cellophan.

Al ordenar mis recuerdos en torno a las personas de mi vida, intento buscar en cada una de ellas un adjetivo que las defina, una emoción, una virtud o un vicio, voy desgranando mi memoria, y al aparecer mi infancia, nada feliz, casi no recuerdo niños, me parecían extraterrestres, sobre todo en el colegio, pero a él claro que lo recuerdo, fuimos inseparables durante todo el tiempo que estuvimos en los Salesianos, diez años, éramos muy parecidos en algunas cosas, sobre todo en nuestra total imposibilidad para comprender a los demás críos, y completamente diferentes en otras, yo tan de colores, que lo mismo era Superman que el Capitán Tan, y él, Felo, tan transparente.


Felo se llamaba, y se llama, Rafael Eduardo, pero es costumbre alicantina este diminutivo para los rafaeles, así que todos le llamábamos así y a él le parecía bien, la verdad es que a mi amigo casi todo le parecía bien siempre. En honor a la verdad éramos tres: Manolo, Felo y yo, "las vikingas" nos llamaban los idiotas de nuestros compañeros, probablemente porque éramos más altos y más niñas que el resto, ya nos hubiera gustado un apelativo con menos aes, los "tres fantásticos" o algo por el estilo, aunque la verdad es que se nos hizo callo, y precisamente por nuestra envergadura no se atrevían a decírnoslo a la cara.

Ninguno de los tres jugábamos al fútbol, ni a tirarnos piedras, éramos un cantón independiente, inventábamos juegos divertidísimos en los que éramos exploradores de África o del espacio, sacábamos buenas notas, Manolo no tanto, y en cuanto tuvimos edad quedábamos para ir al cine los domingos, lo veíamos todo, los Salesianos tenían un cine, no vayáis a pensar, y hasta una discoteca, con su teoría de que era mejor tenernos todo el rato bajo su tutela, no fuera a ser que nos descarriáramos, incluso a Felo lo distinguieron con el honor de ser el operador de la sala, con aquella máquina enorme en la que había que empalmar con acetona esas bobinas gigantes, no le pagaban ni nada, pero teníamos el privilegio de verlo todo desde la cabina, y cuando venía el "padre espiritual" a trillar alguna escena, que recortaba antes de la proyección, no encontrábamos el momento de quedarnos a solas para pasarlas una y otra vez, a veces no comprendíamos el propósito de la mutilación, porque después de verla y volverla a ver no encontrábamos nada que nos pareciese interesante, huelga decir que las cintas que llegaban eran de lo más decente, la mayoría del oeste o esas espantosas de Fantomas, pero si había alguna escena un poco subida de tono, venía DonJoseLuisRoncal, y le atizaba un tijeretazo.

En esas sesiones fue cuando supe que un torso de un romano me ponía más que un escote de una vedete, viendo Ben Hur o Espartaco me di cuenta de por dónde iban los tiros. Pobrecitos los Padres Salesianos, si ellos hubieran sabido... Pero claro no era cuestión de fusilar la carrera de los aurigas por mucho que le pusieran a uno sus vástagos.

A la discoteca del colegio no íbamos, era una estupidez, aquellos catorce-quinceañeros con esas niñas con sus Sevago y sus Levi's de pana, que los coleccionaban, y había que tener unos de cada color, se divertían de un modo que a nosotros nos parecía insulso.

Teníamos amigas, claro, una vez que dejaron de parecernos marcianas, incluso más que los demás, se podría decir que teníamos un éxito considerable, una cosa blanca e infantil, a Manolo le gustaban las chicas, a mí me divertían, y Felo, aparentemente no tenía ninguna necesidad al respecto.

Una tarde les conté a mis amigos lo de mi afición por los romanos, Manolo me dijo que no lo probaba porque lo mismo le gustaba, que estaba muy necesitado, y Felo, sonriendo, me contó que ya lo sabía, y que le parecía que cada cual era cada cual, y no le dimos más importancia.

Mi amigo tenía la piel transparente también, exhibía una palidez extrema todo el año, tan largo y tan blanco, con unos ojos azul muy claro, realmente parecía escandinavo, siempre le dolía la espalda, tenía ciática, tan joven, y el médico le recetó tomar el sol en el culo, así que nos íbamos los tres a una zona de rocas donde se podía prescindir del bañador y le acompañábamos en su terapia de sol intensivo.

Ya éramos mayores, diecisiete o dieciocho años, acabábamos de terminar el colegio, llegábamos a las rocas, nos desnudábamos y enseguida comenzaban a rondarnos, pasábamos olímpicamente, a ellos plim, y un servidor, que aún era muy tímido no veía nada que le motivara lo suficiente, nos pusimos morenísimos, bueno, Felo se puso rosa, no le cogía el bronceado, hasta que un día, casi al final del verano, pasó por nuestro lado dos o tres veces un Adonis que al mirarme sonreía, así que venciendo mi pudor, me excusé con una bobada, voy al chiringuito a por unas coca colas, y seguí el reclamo. Tal y como imaginaba aquello fue coser y cantar, lo de ir desnudo ayuda mucho, así que después de un primer escarceo fui a recoger mi ropa y a despedirme, oye que he ligado, que me voy, mañana nos llamamos, vaya suerte, si es que los de vuestro rollo lo tenéis más fácil, Manolo alborozado, Felo, que nunca pedía nada esta vez lo hizo, trae la coca cola por lo menos, que te he creído y tengo la sed multiplicada.

Aquel primer ligue fue la caja de Pandora, una vez vencido el pudor inicial, comencé a dar rienda suelta a mi libido, Alicante comenzaba a abrirse tímidamente y habían inaugurado dos, tres sitios donde un chico como yo podía buscar guerra sin ningún problema, amplié mi círculo y además de algunos amantes encontré algún amigo, y conforme mi vida se fue distanciando de la suya, el trío de vikingas se fue difuminando, no hubo ningún suceso extraordinario, no ocurrió nada extraño, sencillamente poco a poco fuimos espaciando los encuentros y solo nos veíamos de vez en cuando.

Luego salí al mundo, primero a Tenerife, la mili, la isla, luego Madrid, con todo aquel burbujeante movimiento de los ochenta, cuando regresaba a Alicante a veces les veía, Manolo con su carrera de medicina, sus novias y su capacidad de asombro, Felo con esa lánguida tristeza, nos alegrábamos de vernos, aunque cada vez fuera más de cuando en cuando, una noche que habíamos quedado los dos solos, después de alguna copa y algún porro me pongo tierno y le digo que pase lo que pase siempre seremos amigos, que por qué se retira tan pronto, que se venga de marcha, él me mira, con esa sonrisa beatífica y me dice, anda vete de marcha y antes, por favor, tráeme una coca cola.

Llevaba como un año sin verles, Londres, Madrid, París, la agencia..., cuando iba a Alicante, una o dos veces, no encontraba el momento, me llama mi hermano, que he visto a Manolo y me dice que le llames, me ha pedido tu teléfono, pero no llevaba la agenda encima.

- ¿Manolo?
- Hoooooola Lou, tenía ganas de hablar contigo...esto...te quiero preguntar una cosa.
- ¿Me asusto?
- No, no no no, ¿Te ha pasado algo con Felo?
- A mí no, por qué.
- ¿Sabes que se casa?
- ¿Que se casa? No me lo puedo creer, no, no me ha dicho nada nadie.
- Pues se casa el sábado, y me extraña que no te lo haya dicho, le llevé las invitaciones a correos y vi que no estabas.
- Gracias, luego te llamo.

Pienso en llamarle, pero estoy tan sorprendido, ni siquiera sabía que tuviera novia, si yo creía que el pasaba de esas cosas, decido plantarme en Alicante e ir a verle. Dicho y hecho.

- ¿Felo?
- Sí, soy yo, quién es.
- Soy Lou ¿Ya no me conoces?
Silencio
- Oye ¿Te pasa algo conmigo? Te casas y no me has dicho nada.
- Ya, perdona, pero es que como no estás nunca, que siempre estás por ahí....
- Felo coño, tú nunca mientes, ¿qué te pasa? No me digas que nada, que yo te conozco perfectamente.
- Si me conoces perfectamente sabrás que a mí no me gusta la coca cola
- ¿oye? ¿Oye?
piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii


Viaje en balde, no fui a la boda, ni le vi, no hubo manera, en fin, por lo menos les di unos achuchones a mis padres....
Hace nada mi hermano me pregunta, - oye ¿te pasó algo con Felo? le vi en el médico el otro día e hizo como que no me conocía, está igual de blanco y de largo, hombre, ha pasado el tiempo, pero seguro que era él.- nada nano, no te lo creerás, pero fue todo culpa de la coca cola.



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