lunes, 3 de noviembre de 2014

XLVIII - Valentín o menos lobos, caperucita


La niña avanzaba inocente por el bosque, su caperucita roja brillaba bajo la luz de la luna llena, tenía que llevar esa cesta a la casa de su abuelita y se le estaba haciendo tarde. Aceleró el paso y al amparo de las sombras entró por el zaguán.

La anciana estaba bastante cambiada, llevaba el mismo camisón y el moño de siempre, pero ahora lucía una espesa mata de vello, unos ojos brillantes y afilados colmillos. Después de que Caperucita le interrogase sobre su cambio de look, la anciana saltó de la cama y se lanzó directamente sobre la yugular de su nieta. La chica reaccionó rápido, sacó la pistola que guardaba en la cesta y disparó.

¡¡B
..A
..N
..G!!
-Lo siento abuela, pero he llegado demasiado tarde.

La abuela expiraba en el suelo con la bala de plata alojada en pecho, poco a poco perdió el pelaje, fueron desapareciendo las garras y los dientes y recobró su aspecto humano, el que tenía antes de ser mordida.

A que así tiene mucho más sentido que en el original ¡Y entonces Blanca Nieves tenía narcolepsia! será mi vocación de destroza mitos.


Encontrado navegando una noche de insomnio.

“Menos Lobos Caperucita”, reza el dicho. Alude al conocido cuento de Caperucita y el lobo, y se dice cuando no nos creemos lo que alguien cuenta o la disculpa que nos da; también se emplea para referirse a una persona que se da más importancia de la que tiene. Viene a ser la frase, cómo indicar a un personaje (bien sea célebre o no) la actitud que muestra ante sus acciones, dándose auto bombo y haciéndose de rogar.

Es una cosa rara, o por lo menos curiosa, que siendo uno como es y teniendo contados amigos que pueda llamar como tales, lo cierto sea que la mayoría son mujeres, excelsas por otra parte, y que los menos sean hombres, no menos excelsos; pero se da la circunstancia de que de entre ellos no hay casi ninguno que tenga la misma afición al sexo masculino que yo, o sea que mis amigos son por lo general héteros, pese a la tónica habitual. De entre ellos hubo uno, que ya no lo es, cuya principal cualidad era, y es, la de ser poseedor de una polla enorme: Valentín, como habréis supuesto.

Hay que perderle el respeto a esta palabra, es sonora, poco descriptiva, yo desconozco la raíz, mucho más plástica es rabo, o verga, o incluso cola que parece un tanto venial; polla se queda a medio camino entre lo malsonante y lo cotidiano, es una acepción muy española, en otros países de habla castellana la polla no es más que una apuesta entre un grupo de amigos o parroquianos, una porra que decimos aquí.

Como se mide:
La manera correcta de medir una polla en medicina es usando una cinta métrica. Con la polla en erección se sitúa la cinta por encima de la misma, con el inicio en el punto en que se inserta en el pubis y se mide hasta la punta. Para medir su grosor se rodea con la cinta métrica en la zona donde sea más gruesa (nunca alrededor del glande o cabeza)

Estimación visual a falta de cinta métrica:
Para estimar visualmente el tamaño de una polla no hay mejor indicador que la distancia a la que queda la punta del glande en erección del agujero del ombligo. Todos los hombres tienen una distancia desde el punto en el que sale de la pelvis hasta el agujero del ombligo de entre 17,5 y 18 centímetros pudiendo haber una variación de 1 cm arriba o abajo dependiendo de la altura del individuo. Lo normal es que no llegue.


Pues así a bote pronto lo de mi amigo, que lo fue, era un pollón; recuerdo un día en la playa, con la cosa del sol y el calorcito de Alicante, en que a la criatura se le encabritó el asunto y francamente, uno que ha visto muchas,  he de deciros que aquello era digno del Guiness, era casi amenazante aquel pedazo de carne brillante, desafiando al sol y al sunsuncorda. Él, claro está, lo llevaba muy a gala, se ufanaba en cualquier ocasión de haberse tenido que separar de su mujer porque ella no era capaz de acoger semejante ariete. - Tengo que poner una toalla por entre medio para no hacerle daño -  decía, ante el alborozo de la concurrida y por supuesto masculinísima concurrencia, que dicho sea de paso, le envidiaba sanamente.

Mucho se ha dicho y se ha escrito sobre el tamaño, sí importa o no importa, a mí la verdad es que es un tema que me trae bastante sin cuidado, claro, una cosa hermosa y bien constituida es cuando menos una cualidad más a valorar, pero francamente no me parece algo decisivo, creo que hay mucho de mito y mucha inseguridad agazapados tras estas disquisiciones, que todavía se magnifica más en el mundo gay, y es todo tan relativo... Hay quien asegura que las dimensiones guardan una relación con el tamaño de las manos o la forma de la nariz, incluso los hay que aseguran poseer un se xxx to sentido para presumirlas observando las facciones - yo lo noto en la cara - dicen, no sé, pero un servidor carece de ese don y sin desmerecerles diría que todo esto no son más que supercherías; después de tentar y catar varias docenas a lo largo de mis viajes, no he podido establecer ningún signo externo que sugiera nada de esto y, salvo excepciones, he de deciros que no he encontrado muchas diferencias; alguna vez tropecé con alguna un poco más pequeña, incluso recuerdo una realmente infantil, también encontré algunos ejemplares realmente importantes, como la de Valentín ninguna, a no ser en algún video porno que con tanto truco y tanto forzar el plano no es muy de fiar.

Quiso la fortuna que me diera por montar un restaurante, un sitio la mar de cuco y la mar de moderno, con una carta atrevida y exquisita, unas camareras guapísimas y tres socios, los tres chicos, los tres amigos, los tres machísimos, los tres dejaron de serlo, amigos quiero decir. Son cosas de la vida, con toda la ilusión y muchísimo esfuerzo logré por fin inaugurar un local en el que, con los otros tres, era el dueño.

Con lo que a mí me apetecía un sitio de cebra naranja, lo tenía metido en la cabeza después de haber visto un anuncio de una colonia de "Beverly Hills", So you, y como soy tan cabezota no paré hasta conseguirlo. Lo parí enterito, el concepto, la imágen, mesas tapizadas, sillas de Ikea, y la cebra naranja, lo que me costó encontrar un sitio donde me hiciesen un plotter como a mí me parecía, lo conseguí, la inauguración una pasada, music hall incluido, y encima, mis tres alemanas divinas que vivían en la casa de Atocha me dieron la sorpresa de venir vestiditas de naranja para servir el lunch de bienvenida, un regalazo.

Menudo trabajón el restaurante, porque ale, levántate con las gallinas y vete a la lonja, luego al mercado, después a cocinar, por la tarde a ponerse divino y no perderse ningún sarao para ir haciendo agenda, por la noche que si hay que recoger a los artistas y controlar la cocina, por si fuera poco hay que encontrar tiempo para los proveedores, para una cuña en la radio, o para las salseritas que faltan que se nos han pasado, floristería, limpieza..., una barbaridad, que había días que se me hacían las dos o las tres y a las seis de la mañana ya estaba peleando por la última caja de gambas de Denia.

Un exitazo, los fines de semana todo reservado, la Navidad todo completo, y eso que el ayuntamiento había levantado la calle para instalar la fibra óptica de las narices, con todo y con eso el asunto iba de viento en popa, los más divertidos venían a cenar con nosotros, se mezclaba todo el mundo, como a mí me gusta, los modernos con las rubitas esas de los reflejos tan del PP, las marimilitantes rapadas con sus calvin asomando y sus mariliendres,  con el equipo de water polo o los amigos de mis padres, y eso que no estábamos muy seguros de como acogería nuestra ciudad de las palmeras y las paellas a los berberechos con gelatina de mar y aire de jamón o a la morcilla con pera confitada y pecanas, en realidad eran mucho más osados para los menesteres del paladar de lo que en un principio parecía.

Y sin embargo la caja no era todo lo boyante que debiera, después de pagar y pagar, como se acumulan las facturas en estos negocios, no nos quedaba casi nada a repartir, tanto esfuerzo y a la hora de la mandanga era casi estéril, algo no cuadraba. Y la caja era casi lo único que no estaba a mi cargo.

Una noche agotadora, inauguración en la feria del calzado, cena de modelistas de Elda, menú largo, doce platos, parabienes y copas, acabo tardísimo, rendido, cuando llego a casa lo que faltaba, me he olvidado las llaves, así que vuelta al restorán, abro la puerta, que raro la alarma está desconectada, bajo al salón y ¡sorpresa! mis tres socios de party, botella de champán francés y tres rusas tres, de las de trescientos leuros el polvo, hilé rápido, así ya me va cuadrando la caja, monto la de diosescristo y los emplazo al día siguiente, vienen dos, el hombre elefante no viene,. Después de discutir con bastante vehemencia rompemos la baraja y el restaurante se va por el sumidero de la decepción, todo ese trabajo y todo ese dineral perdidos, mi confianza maltrecha y tres amigos menos. Al que menos entiendo es a Valentín que aún hoy es el día que si le llamo no me coge el teléfono.

Han pasado ya cinco años y en el último viaje a Alicante me la presentan, es la ex de mi ex amigo y ex socio, del fenómeno de las tres piernas. Curiosamente lleva un canguro, uno de esos chubasqueros que se pliegan y se guardan en un bolsillo, de color rojo, con la capucha puesta. Llueve a cubos como suele llover en mi tierra.

- Así que tú también sufriste a mi ex.
- Si hija, sí, ya te hacía yo de otra forma - La verdad es que era divina y protésica de sordos, lleva una empresa de sonotones alemana y tiene bastante clase y una cultura competente.
-A saber que te habrá contado - Le cuento lo que de ella decía y de lo que me pasó con él, que es el único que no da la cara.
- No me extraña, pero imaginarás que no nos separamos por eso, sino porque como comprobaste por ti mismo tener tiene un pollón pero no tiene cojones.

Este carnaval nos dio a mi amiguísima amiga Leva y al que os escribe por vestirnos de caperucita y el lobo, y será porque será pero desde que me ronda el personaje no dejo de acordarme de esta historia.




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