lunes, 3 de noviembre de 2014

XLVII - Paco o el perro del hortelano


Cierto que vuseñoría
— perdóneme si me atrevo —
tiene en el jüicio a veces,
que no en el entendimiento,    
mil lúcidos intervalos.
¿Para qué puede ser bueno
haberme dado esperanzas
que en tal estado me han puesto
—pues del peso de mis dichas   
caí, como sabe, enfermo
casi un mes en una cama
luego que tratamos desto —,
si, cuando vee que me enfrío,
se abrasa de vivo fuego,
y, cuando vee que me abraso,
se hiela de puro hielo?

El perro del hortelano -  Lope de Vega y Carpio

Los perros no suelen ser vegetarianos (es decir, que las verduras no suelen estar en su dieta) así que son unos buenos guardianes para  un huerto,  no se comerán las verduras y tampoco dejarán que otros animales  se acerquen para comérselas. Por eso se dice que el perro del hortelano ni come (porque no se las come,  las verduras de su amo se entiende) ni deja comer (porque no deja que otros se las coman, las verduras naturalmente.



Cuando se acaba de esa manera a la larga es mejor, porque no tiene vuelta de hoja, sabes ya que nunca podrás mirarle a la cara, es un poco abrupto, ya lo sé, como la vida, para que nos vamos a andar con zarandajas. Lo podría haber evitado, al fin y al cabo ha sido perfectamente inútil, ni siquiera he saldado nada ni me he quedado más a gusto, en absoluto, solo ha sido un final amargo para estos últimos amargos días. Es curioso como el amor, sobre todo cuando todavía arde en él la pasión inaplazable del deseo del otro, cuando manda la carne, un gesto, una frase, una pizca, pueden hacerle desintegrarse en un instante, como si esa frase o ese detalle cerraran un interruptor, de un instante al otro hay un casi nada que abre un abismo. Así ha sido, supongo que mis veintipocos años tuvieron algo que ver, estamos pues allá por el 84.

Estoy cantando para matar el aburrimiento y conjurar el silencio, dentro de un coche, no entiendo y entonces menos de marcas, un coche grande y caro, sin ostentaciones, en el asiento de atrás sus amigos, Ignacito e Isabelita, la manía idiota de poner diminutivos a todos los de la pandilla, canto de todo, desde Llach a Dinarama, los pasajeros corean voluntariosamente, dejamos atrás unos días en Cazorla, unos días fríos de buena comida, tiene una cocinera excelente, jugando al billar en el bar, bebiendo, disimulando el fracaso, el primer día ya me dejó en el pueblo, y conocí a su sobrino de puro aburrimiento, y cuando me contó que cada vez que venía a Valencia se lo llevaba a follar a un hotelazo me tiré a saco, en dos horas lo tenía en cuclillas sobre mí, una habilidad inusitada, para estar en Cazorla, lo hice sin pensar, y me encantó, ya estaba todo roto, los días siguientes grises, muchas cartas, un polvo desolado, ningún reproche. Sigo cantando "si em dius adeu no demanes un camí planet..." mientras pasan los olivos, el orgullo y las gasolineras.

Llegamos a Valencia, ahí vivimos, en un ático, en Cirilo Amorós, todo el suelo de corcho, no se oyen los pasos, en verano hierve, una cocina estricta, y un espacio inmenso, el salón-dormitorio-comedor-terraza-baño, todo en un solo plano, sin paredes ni paramentos verticales, solo una cristalera enorme para cerrar al exterior,  los objetos definen los usos de cada rincón, y forman una colección personalísima de la que no he logrado hacerme cómplice,  sentirme a gusto del todo en ningún lado, cada cosa ya tenía su sitio mucho antes de que yo llegara,  la  silla de Mariscal y el sillón de Tusquets,  la cama tiene eco , en la terraza hay unas conchas gigantes, como las del nacimiento de Venus, de piedra, y detrás de la barandilla Valencia me saca la lengua.

La historia se había roto, era evidente, la cama se me antojaba ya ajena, pero no quería sufrir la verbena de los reproches, buscaba una salida lo suficientemente teatral para asumirla en mi memoria y al mismo tiempo lo menos cruenta posible, y entonces, un gesto inesperado, desde su mando a distancia pone un video porno, y como no podía ser de otra manera cuando lo miro veo a un fornido muchacho en cuclillas sobre otro no menos fornido, al que le hacía lo mismito que me hacía su sobrino, que dada la soltura y el virtuosismo con que se manejaba la criatura , debía de ser lo mismo que le hacía a él.

Así que no me corté, no pude, salió de mi boca alto y claro - Ese folla igual que Emilito 

Me ve recoger el equipaje, le oigo decir allá a lo lejos algo sobre si estamos locos, que si nos pillan en el pueblo, la familia, será el corcho, o que qué más me da, dejo de oírlo, cojo el ascensor,  de esos que tienen una banquetita y todo, lo que más me gustaba de la casa, el ascensor y las conchas de piedra, salgo a la calle, respiro hondo. No ha sido tan difícil darle al interruptor, esta vez no ha dolido tanto, el paladar sabe a hoja de lata, seguramente así sabe el vértigo de volver a saberse solo, así que recurro a mi amiga hada, mi hermana les llama mariliendres pero yo les llamo amigas hada, en mi vida hay muchas, una en cada puerto cuanto menos, y la de Valencia, entonces, se llamaba Paca.

- Pacaaaaaaaaaaaa me das asilo político, me acabo de divorciar
- Vine cap aquí

Reestrenarse de soltero a los veintipocos en aquella ciudad era un chollo,  Emperador, Balkiss , Casablanca , la zona de Cánovas, me puse a trabajar ahí en pleno pijerío, en la misma plaza casi, un sitio divertido y elegante, Spinello, con un encargado así una mezcla entre Pierce Brosnan y Paco Cecilio, Paco se llamaba, tenía una voz bronca, como de artista de la radio, y una risa profesional y sonora que derrochaba, desde el primer día me asumió como suyo, que dejes a tu amiga que tengo una casa divina en la calle Cuba, era guapo Paco, tan bien peinado y tan simpático, y tan bien educado, y al cerrar, allá donde me lleva no hay portero que no le adore, entramos en todos sitios y siempre va a por las copas.

- Pacaaaaaaaaaaaaa que me he llevado mis cosas, que me acabo de enamorar
- Tú si te fa falta em crides.

Súbete los seis pisos con las maletas, que este también es el último piso, pero no tiene terraza a la calle, Paco muy ceremonioso y muy amable, estas son tus llaves y esta es tu habitación, una cama de níquel con una colcha muy bonita de pueblo, un armario y una ventana, y un mar de tejados.

Lo de mi habitación iba en serio, yo a mi cama y Paco a la suya, al principio me hace gracia eso de aplazar lo inevitable, salimos juntos, vamos a todas partes, me presenta a todo el mundo, hasta que amanece, y todos los días seis pisos para arriba por la escalera tan antipática, y después de la remontada, él a su cama y  yo a la mía , llega un momento que es raro, deja de hacerme gracia, Paco no responde a mis señales, me pongo a tiro en varias ocasiones y no acusa recibo, hasta que la cosa es ya como insana, a ojos de todo el mundo una pareja estupenda y luego a la vuelta después de seis pisos a dieta absoluta.

Comienzo a salir solo de vez en cuando, La Guerra, Bus Stop… ningún problema, Paco, como siempre, tan correcto, tan educado, y tan guapo , hasta que una noche naturalmente no llego a dormir, y Paco se transforma en una bicha de siete cabezas, que si soy un desconsiderado, que si juego con los sentimientos de los demás, que si patatín que si patatán, me quedo un poco aturdido por el impacto, entonces no va de hermana, será que es impotente o algo si no no se explica.

Paso a la acción directa, le asalto la cama, se lo toma como a un juego de pelea, forcejeamos un poco, le meto mano, sin observar ninguna muestra de entusiasmo, sigue jugando, como un crío, nada erótico, y ladra, se pone a ladrar, así sin venir a cuento, supongo que sin ningún motivo, ladra como un mastín o un perro de esos que intentan contener un rebaño, y entonces otra vez el interruptor, inevitable, definitivo.

-  Eres el perro del hortelano

El interruptor, de un instante al otro hay un casi nada que abre un abismo.

- Pacaaaaaaaaaaaa me das asilo político, me acabo de divorciar
- Vine cap aquí, ja ho sabia jo, que no duraria molt.






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