lunes, 3 de noviembre de 2014

L - Lorinda o la sed de ser


No tienen nada que ver con los no muertos, ni son especialmente bellos, ni su piel presenta una palidez  mórbida, toleran como cualquier otra persona la luz del sol y ni siquiera sueñan con la inmortalidad.

Están ahí afuera, disfrazados como gente normal hasta que sus necesidades internas los convierten en depredadores. No buscan vuestra sangre, sino vuestras emociones. Tienen el poder no solo de exasperaros, sino de hipnotizaros, de obnubilaros la mente con promesas falsas hasta enredaros en sus hechizos. Al principio parecen mejores que las personas corrientes. Son brillantes, encantadores. Os caen bien, confiáis en ellos, esperáis más de ellos que de otras personas. Pero recibís menos y al final os capturan. Los invitáis a que entren en vuestra vida y rara vez os dais cuanta del error hasta que han desaparecido, dejándoos vacíos, las carteras vacías, la agenda vacía o, quizá, el corazón roto. Aún entonces os preguntáis... ¿serán ellos o yo? Son ellos.
Son los 
vampiros emocionales.



El Dr. Bernstein psicólogo clínico, terapeuta y experto en tales criaturas los clasifica en cinco subespecies:

1- ANTISOCIALES (Truhanes adorables) Los vampiros Antisociales son adictos a la EXCITACIÓN. Lo único que buscan en la vida es pasárselo bien, un poco de acción y una gratificación inmediata de todos sus deseos. Los aceptamos con facilidad y rapidez, y con igual rapidez quedamos cautivados por ellos. Aparte de la diversión momentánea, poco más tienen que dar.

2- HISTRIÓNICOS (Estrellas del espectáculo) Los vampiros Histriónicos viven para conseguir atención y aprobación. Son expertos en ocultarse sus propias motivaciones. Creen que jamás hacen algo inaceptable, como cometer errores o albergar malos pensamientos hacia alguien. Solo son personas agradables que quieren ayudar. Si cuestionáis eso, lo más probable es que sufráis. Es asombroso el daño que pueden causar las personas agradables. Si los criticáis u olvidáis los halagos, sufriréis sus pataletas. Emplean los exabruptos tanto como armas y amenazas, o simplemente como expresiones de exuberancia general. Sin embargo, las lágrimas son su especialidad. Puede que os preguntéis como unas personas tan agradables pueden crearle problemas a alguien. La respuesta es sencilla: Lo que no sepan no os puede hacer daño. Sufren rabietas apasionadas. Cuando están molestos con vosotros, lo demuestran poniéndose enfermos, malinterpretando vuestras instrucciones o hablando de vosotros con otra persona.

3- NARCISISTAS (Ejemplos de autoestima) Lo que quieren los vampiros narcisistas es vivir sus fantasías GRANDIOSAS de ser las personas más inteligentes, con más talento y  mejores del mundo. No tanto porque se consideren a sí mismo mejores que otros, sino que no piensan nada en los demás. Sin importar lo que digan, rara vez hacen algo que no sea por motivos egoístas. No pueden convertir sus grandiosos éxitos en realidad, pueden convertir su realidad en sueño. Llegan a ser leyendas ante sus propios ojos. Pueden confundir entre lo que no les gusta y lo que no es importante. Crean REALIDADES ALTERNATIVAS que apartan a la gente poderosa y atraen a los débiles. Son desconsiderados. Son famosos por comenzar proyectos que nunca terminan, porque nunca completan las partes difíciles. Han desarrollado una forma de explosión emocional manipuladora completamente suya. Llámese rabieta de culpabilidad. Cuando notan que están en un gran apuro, pueden prorrumpir en un torrente de auto reproche. El lugar más peligroso en el que os podéis encontrar es entre un Narcisista y su próximo trofeo.

4- OBSESIVOS-COMPULSIVOS (Los guardianes de la frontera) Los Obsesivos-Compulsivos son adictos a la SEGURIDAD, que creen que pueden conseguir mediante una atención escrupulosa al detalle y al control completo sobre "todo". No disfrutan haciendo daño a los demás, pero lo harán si vuestros actos amenazan su sentido del control. No es su intención vengarse, pero se sienten impelidos a manifestar su opinión. Están obsesionados por el control. Parecen muy suaves. Os cautivan con sus habilidades y credibilidad. Sólo cuando cometáis un error os dais cuenta de lo viciosos que pueden llegar a ser. Os consumen al negaros su aprobación, sustituyéndola por pequeñas críticas y comentarios fuera de lugar acerca del error de vuestras acciones. No importa lo duro que hayáis trabajado, o del cuidado que hayáis tenido en seguir las reglas, no será suficiente. Llevan consigo una gran cantidad de resentimiento. Sus rabietas son sutiles: suspiros y bufidos desdeñosos. Las únicas armas que tienen estos vampiros son los ataques verbales contra la percepción de vosotros mismos como personas morales y efectivas.

5- PARANOICOS (Los que ven más allá) Estos vampiros miran debajo de la superficie de las cosas en busca de significados ocultos y realidades más profundas. Los Paranoicos creen en lo que dicen. Si tenéis algo que ocultar, un vampiro Paranoico lo encontrará. La única protección que tenéis es manifestar la verdad clara y sin adornos. Pueden rasgar un corazón y romperlo en pedazos, sobre todo cuando pertenece a alguien cercano a ellos, cuyo único crimen es ser humano. Muy raramente perdonan. Cuando la gente se acopla, ellos son felices, amorosos y generosos. La existencia paranoica es una traición imaginada detrás de otra. Si perciben traición, atacarán con tanta rapidez que nunca sabréis qué os dio y por qué. Cuando las rabietas de los Paranoicos comienzan, por lo general duran toda la noche: lágrimas, explicaciones, sermones, razonamientos enmarañados, preguntas celosas, angustias exhibicionistas...
Sobre todo hay que estar alerta, porque ya sabéis amiguitos y amiguitas, si te muerde un vampiro puedes acabar convertido en uno de ellos. Aunque la verdad en comparación con los inmortales estos me parecen simple y llanamente sanguijuelas.

Lorinda tenía ese nombre porque era medio Norteamericana y medio Mallorquina, o mejor, tratándose de ella, porque no era ni Norteamericana ni Mallorquina del todo, ese "no ser" era la desafortunada tónica de su vida, tampoco era ni cocinera ni empresaria, ni siquiera mi amiga o mi enemiga, ocupaba un lugar intermedio siempre, por eso nunca pudo sentirse cómoda del todo en ningún sitio. Estaba condenada a habitar un limbo fronterizo. No era por ende ni guapa ni fea, tampoco podríamos decir que era buena, aunque mala tampoco era. Era alta, eso sí, bastante más que la media, y casi ese era su único refugio, el único club al que pertenecía, sus escasos y voluntariosos amigos también lo éramos, todos. Si la casualidad o algún sortilegio le hacían coincidir en la vida con algún otro individuo de altura extraordinaria, ella no podía dejar pasar la baza y desplegaba todas sus armas para desde entonces permanecer en su vida. Pero claro, todo esto, excepto lo de su altura, no se apreciaba a simple vista, así que mejor será que ordene los acontecimientos para que podáis entender como me pilló tan desprevenido.

Era mi último año insular, Mallorca, a la que tanto había aprendido a querer, se me estaba empezando a empalagar, mi ático estupendo con vistas al paseo marítimo y al castillo de Bellver, tan cool y tan blanco, con el sol explotando en mi terraza, me parecía poco hospitalario y demasiado caluroso, mi novio, que nunca me había parecido demasiado interesante, ya me resultaba insufrible, ni siquiera me parecía ya tan guapo ni tan buena persona, sus gestos más inocentes me ofendían tanto como a él los míos, hacía ya una buena temporada desde la que ni siquiera compartíamos la misma cama, no obstante una obstinación estúpida nos había creado una inercia que no nos acababa de divorciar, cada uno hacíamos nuestra vida, habíamos dividido a nuestras amistades; y para colmo de males, una inglesa atolondrada y seguramente un poco borracha, se había roto un diente en el cementerio de los zombis de la mansión del Terror que yo dirigía, nos había colocado una demanda, y una desorbitada multa y una absurda órden por la que debíamos iluminar el circuito- Vaya susto con luz-  habían dado al traste con el negocio. Traspaso de saldo y mucho tiempo libre, en pleno mes de mayo, de un mayo de lluvia mallorquina, lo mejor para multiplicar el tedio hasta el infinito. Y para acabar de marchitar la primavera, Michelle, mi vecina hada, se acababa de marchar como un pajarito.
Busco sexo como si algún abrazo pudiera consolar semejante desdicha, lo busco desesperadamente, y lo encuentro inútilmente tarde lluviosa tras tarde lluviosa, las gotas y mis lágrimas confundidas de tanta sed, y después de cada instante cálido, de cada piel habitada, de cada perfume, otra vez el tedio, el brumoso aburrimiento de la isla tarde tras tarde, hasta que una de ellas, la más gris quizá, si es que este descolor admitiera gradaciones, en uno de esos desbocados abrazos, encuentro a mi chico, al que habría de serlo en adelante, el que sació de una vez por todas esa sed que me ahogaba como un río, y hubo en mi boca otra vez hiedras de ternura.

Nadie dijo que fuera fácil, aquí mi pariente también lo llevaba crudo, en los estertores de una relación de ocho años con un auténtico miserable, y toda la isla pendiente de nuestros respectivos batacazos. Casi desde el primer momento nos dimos cuenta de que no íbamos a evitar lo inevitable, y de que estábamos a punto de provocar dos incendios al mismo tiempo; desatar nudos tan apretados no es tarea baladí. Yo lo tenía mejor, lo mío era más liviano y casi no llevaba equipajes, lo suyo era realmente jodido, lo de menos era acabar de romper lo que ya estaba tan roto, lo peor era no perder hasta la camisa en el intento, que eran tiempos sin papeles, sabíamos que podíamos contar con pocas alianzas, que hay que ver la poca solidaridad que despierta la felicidad ajena, los pocos que se asomaron a nuestra sonrisa no dejaban de prevenirnos en contra del otro, salvo alguna excepción, que siempre he tenido la fortuna de salpicarme con gente magnífica, por eso cuando me presentó a Lorinda, tan alta y tan dispuesta, vi el cielo abierto, tenía una sonrisa tan limpia como tienen los americanos y tan austera como les es propia a los mallorquines, enseguida se puso de mi lado, la solución perfecta: un restaurante exquisito en medio de ningún sitio, con caballos y flores moradas (Glicinas creo que les llamaba) un chico como yo en una cocina como la suya sería una combinación perfecta, un sueldo aceptable, una habitación inmensa, y todo el aburrimiento del mundo por delante, eso sí, los fines de semana, mientras las cosas se iban recolocando, podíamos disponer de mis aposentos para lo que nuestra recién iniciada pasión nos encomendara. Por lo menos al final esta primavera florecería, aunque fuera en morado y los fines de semana.

Al principio, salvando el aburrimiento, era todo bastante amable, yo dando rienda suelta a mi verborrea y jugando a hibridar cocinas, ella que escuchaba bastante bien, con aquel marido tan alto y tan servicial y esa niña tan rubia que aún no hablaba, era un caso curioso. En mi experiencia, que me ha llevado a renunciar a trabajar para otros en esto de la restauración, me he encontrado con dos tipos de patron@s: aquell@s que disfrutan en la cocina tanto como yo y l@s otr@s que la consideran exclusivamente un negocio, Lorinda no acababa de dejarse encuadrar en ninguna de las dos categorías, cuando parecía que empezaba a palpitar con una textura o el punto de una mousse se echaba la mano al bolsillo, cuando íbamos al mercado y me contenía para no ponerme demasiado tiquismiquis entonces me animaba alegremente a la espinaca roja y la langosta de Menorca, pero no era una verdadera emoción, tenía como un clac,  y de repente en medio de una bandeja de calamares de potera me cortaba el chorro sin dejarme acabar la receta, paciencia, donde manda rey no manda vasallo. El obrador también era de lo más pintoresco, con una ayudante impecable, altísima, como era de recibo, y Zen, es la ayudante de cocina con más parsimonia que he tenido la oportunidad de observar en mi vida, cortaba las verduras sentada, más que cortarlas las esculpía, y nada de cortes artísticos ni florituras, pura geometría, pulidísima y concienzuda, pero en absoluto espectacular, una simple ensaladilla para treinta servicios, recortada por sus exactísimas manos, podía llevarle toda una mañana; pero eso sí, los perfectísimos cubos de zanahoria eran exactamente iguales a los de patata o a los de judía verde y coincidían, como no podía ser de otra manera, con el tamaño de los guisantes. Entre semana tampoco es que estuviéramos agobiados de trabajo, así que suprimí en lo que pude las guarniciones pequeñas y me armé de paciencia.

- Que raro, Byron me ha reservado una mesa para las dos y media y ya son las cuatro y aún no ha llegado
- ¿Byron es americano?
- No, es inglés, pero venía con unos amigos americanos
- Entonces Lorinda lo mismo ha quitado los carteles - sin los carteles el sitio era inencontrable, el GPS era entonces ciencia ficción- detesta a los americanos
-¿Pero no es americana?
- No es tan americana.

Mi chico, Carles, se ha de marchar precipitadamente a Madrid, su mejor amigo se ha muerto en unos días atropellado por la innombrable, me deja su mayor tesoro, su perra, Tura, una gos d'atura gorda y lista como una ministra, lo que más teme perder en su ya conflictivo divorcio. La primera noche que se queda alguien entra y nos la roba, Lorinda como es su tónica ni parece apenarse mucho ni todo lo contrario, yo me llevo el disgusto de mi vida, a ver, el pobre, después de una pérdida la otra....

Llega una mesa para doce, sin reserva, que si puede salir el chef, que quieren cosas que no hay en carta, salgo, a ver qué narices, me quedo de una piedra, mi ex, en toda su exultancia con lo peor de su pandilla, me miran divertidos, que nos hemos encontrado a Lorinda en El Olivar y nos ha dicho que estabas aquí, nos creíamos que te habrías ido con Coldo Royo o algo así, ha sido una sorpresa, que si nos puedes hacer una cena de las tuyas, como las que hacías en casa, nos comemos lo que quieras, - ¿ah pero conocéis a Lorinda? - Vaya, íbamos juntos a la escuela. Les hago la cena. Pero se me encienden las alarmas, llevo aquí dos semanas y docenas de conversaciones y ha sido incapaz de contármelo.

Cuando llega mi señor de los anillos, después de consolarle doble, por lo de su amigo y por lo de la perra, le digo que hasta aquí, que finiquite el divorcio porque yo ya estoy empezando a creer que me he marchado de una mansión del terror para acabar en otra y le cuento lo de la  cena. Al día siguiente estreno casa y vecina, Carmen, una madre soltera de dos niños, delgada como una maniquí y ciega, en seguida nos hacemos amigos y me cuenta lo contenta que está de que se haya marchado ese mamarracho y sea yo quien le acompañe, que aquel no hacía un favor ni por casualidad, que estaba incómoda el otro día que no había nadie en casa y vino al cumpleaños de la niña, que le parecía raro, que le dijo al niño mayor que escondiera las llaves nuevas de vuestra casa, mira están ahí las fotos, ella no veía, enseguida veo a la segunda o a la tercera, a la perra. - Anda si tiene a la perra, será hijoputa, así que fue él el que la robó - Carmen se queda pálida la pobre - ¿Cómo que la robó? si me dijo que le llamó la americana esa tan alta y le dijo que pasara a recogerla al campo - Cuando le cuento la realidad se le saltan las lágrimas y me suplica - no le cuentes nada a Carles hasta que no se reponga, que el otro cabrón no vino a felicitar a la niña, vino a que la Tura saliera en la foto.

Ahora después de tantos años y tantas cosas, le miro dormido con esa sonrisa que siempre pone, en el sofá, con Matilde, la gata negra,  igual de dormida al lado, dice que el ruido del teclado le relaja, y releo lo que he ido escribiendo, y me reafirmo, este tipo de vampiros, estos que se alimentan de emociones, no son en absoluto vampiros, son sencillamente sanguijuelas, y me hago, mientras os hago, una promesa:

Este es el último retrato feo de mi galería impertinente, a partir de éste serán solo amables, se lo debo a esa sonrisa, a la gente maravillosa que voy conociendo,  y a la mía, que vislumbro reflejada en el monitor, a ver si lo limpio, mientras cruzo los dedos, últimamente nunca se sabe, y pulso el botón de publicar.



Como no he encontrado nada que me vaya con el tema y me emocione, será que es demasiado paradójico, os coloco pues esta joya que me encanta y que adorna cualquier lectura estupendamente.


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