No tienen nada que ver con
los no muertos, ni son especialmente bellos, ni su piel presenta una
palidez mórbida, toleran como cualquier otra persona la luz del sol y ni
siquiera sueñan con la inmortalidad.
Están ahí afuera,
disfrazados como gente normal hasta que sus necesidades internas los convierten
en depredadores. No buscan vuestra sangre, sino vuestras emociones. Tienen el
poder no solo de exasperaros, sino de hipnotizaros, de obnubilaros la mente con
promesas falsas hasta enredaros en sus hechizos. Al principio parecen mejores
que las personas corrientes. Son brillantes, encantadores. Os caen bien,
confiáis en ellos, esperáis más de ellos que de otras personas. Pero recibís
menos y al final os capturan. Los invitáis a que entren en vuestra vida y rara
vez os dais cuanta del error hasta que han desaparecido, dejándoos vacíos, las
carteras vacías, la agenda vacía o, quizá, el corazón roto. Aún entonces os
preguntáis... ¿serán ellos o yo? Son ellos.
Son los vampiros emocionales.
Son los vampiros emocionales.
El Dr.
Bernstein psicólogo clínico, terapeuta y experto en tales criaturas los
clasifica en cinco subespecies:
1- ANTISOCIALES (Truhanes adorables)
Los vampiros Antisociales son adictos a la EXCITACIÓN. Lo único que buscan en
la vida es pasárselo bien, un poco de acción y una gratificación inmediata de
todos sus deseos. Los aceptamos con facilidad y rapidez, y con igual rapidez
quedamos cautivados por ellos. Aparte de la diversión momentánea, poco más
tienen que dar.
2- HISTRIÓNICOS (Estrellas del
espectáculo) Los vampiros Histriónicos viven para conseguir atención y
aprobación. Son expertos en ocultarse sus propias motivaciones. Creen que jamás
hacen algo inaceptable, como cometer errores o albergar malos pensamientos
hacia alguien. Solo son personas agradables que quieren ayudar. Si cuestionáis
eso, lo más probable es que sufráis. Es asombroso el daño que pueden causar las
personas agradables. Si los criticáis u olvidáis los halagos, sufriréis sus
pataletas. Emplean los exabruptos tanto como armas y amenazas, o simplemente
como expresiones de exuberancia general. Sin embargo, las lágrimas son su
especialidad. Puede que os preguntéis como unas personas tan agradables pueden
crearle problemas a alguien. La respuesta es sencilla: Lo que no sepan no os
puede hacer daño. Sufren rabietas apasionadas. Cuando están molestos con
vosotros, lo demuestran poniéndose enfermos, malinterpretando vuestras
instrucciones o hablando de vosotros con otra persona.
3- NARCISISTAS (Ejemplos de
autoestima) Lo que quieren los vampiros narcisistas es vivir sus fantasías
GRANDIOSAS de ser las personas más inteligentes, con más talento y
mejores del mundo. No tanto porque se consideren a sí mismo mejores que otros,
sino que no piensan nada en los demás. Sin importar lo que digan, rara vez
hacen algo que no sea por motivos egoístas. No pueden convertir sus grandiosos
éxitos en realidad, pueden convertir su realidad en sueño. Llegan a ser
leyendas ante sus propios ojos. Pueden confundir entre lo que no les gusta y lo
que no es importante. Crean REALIDADES ALTERNATIVAS que apartan a la gente
poderosa y atraen a los débiles. Son desconsiderados. Son famosos por comenzar
proyectos que nunca terminan, porque nunca completan las partes difíciles. Han
desarrollado una forma de explosión emocional manipuladora completamente suya.
Llámese rabieta de culpabilidad. Cuando notan que están en un gran apuro,
pueden prorrumpir en un torrente de auto reproche. El lugar más peligroso en el
que os podéis encontrar es entre un Narcisista y su próximo trofeo.
4- OBSESIVOS-COMPULSIVOS (Los
guardianes de la frontera) Los Obsesivos-Compulsivos son adictos a la
SEGURIDAD, que creen que pueden conseguir mediante una atención escrupulosa al
detalle y al control completo sobre "todo". No disfrutan haciendo
daño a los demás, pero lo harán si vuestros actos amenazan su sentido del
control. No es su intención vengarse, pero se sienten impelidos a manifestar su
opinión. Están obsesionados por el control. Parecen muy suaves. Os cautivan con
sus habilidades y credibilidad. Sólo cuando cometáis un error os dais cuenta de
lo viciosos que pueden llegar a ser. Os consumen al negaros su aprobación,
sustituyéndola por pequeñas críticas y comentarios fuera de lugar acerca del
error de vuestras acciones. No importa lo duro que hayáis trabajado, o del
cuidado que hayáis tenido en seguir las reglas, no será suficiente. Llevan
consigo una gran cantidad de resentimiento. Sus rabietas son sutiles: suspiros
y bufidos desdeñosos. Las únicas armas que tienen estos vampiros son los
ataques verbales contra la percepción de vosotros mismos como personas morales
y efectivas.
5- PARANOICOS (Los que ven más allá)
Estos vampiros miran debajo de la superficie de las cosas en busca de
significados ocultos y realidades más profundas. Los Paranoicos creen en lo que
dicen. Si tenéis algo que ocultar, un vampiro Paranoico lo encontrará. La única
protección que tenéis es manifestar la verdad clara y sin adornos. Pueden
rasgar un corazón y romperlo en pedazos, sobre todo cuando pertenece a alguien
cercano a ellos, cuyo único crimen es ser humano. Muy raramente perdonan.
Cuando la gente se acopla, ellos son felices, amorosos y generosos. La
existencia paranoica es una traición imaginada detrás de otra. Si perciben
traición, atacarán con tanta rapidez que nunca sabréis qué os dio y por qué.
Cuando las rabietas de los Paranoicos comienzan, por lo general duran toda la
noche: lágrimas, explicaciones, sermones, razonamientos enmarañados, preguntas
celosas, angustias exhibicionistas...
Sobre todo hay que estar
alerta, porque ya sabéis amiguitos y amiguitas, si te muerde un vampiro puedes
acabar convertido en uno de ellos. Aunque la verdad en comparación con los
inmortales estos me parecen simple y llanamente sanguijuelas.
Lorinda tenía ese nombre
porque era medio Norteamericana y medio Mallorquina, o mejor, tratándose de
ella, porque no era ni Norteamericana ni Mallorquina del todo, ese "no ser" era
la desafortunada tónica de su vida, tampoco era ni cocinera ni empresaria, ni
siquiera mi amiga o mi enemiga, ocupaba un lugar intermedio siempre, por eso
nunca pudo sentirse cómoda del todo en ningún sitio. Estaba condenada a habitar
un limbo fronterizo. No era por ende ni guapa ni fea, tampoco podríamos decir
que era buena, aunque mala tampoco era. Era alta, eso sí, bastante más que la
media, y casi ese era su único refugio, el único club al que pertenecía, sus
escasos y voluntariosos amigos también lo éramos, todos. Si la casualidad o
algún sortilegio le hacían coincidir en la vida con algún otro individuo de
altura extraordinaria, ella no podía dejar pasar la baza y desplegaba todas sus
armas para desde entonces permanecer en su vida. Pero claro, todo esto, excepto
lo de su altura, no se apreciaba a simple vista, así que mejor será que ordene
los acontecimientos para que podáis entender como me pilló tan desprevenido.
Era mi último año insular,
Mallorca, a la que tanto había aprendido a querer, se me estaba empezando a
empalagar, mi ático estupendo con vistas al paseo marítimo y al castillo de
Bellver, tan cool y tan blanco, con
el sol explotando en mi terraza, me parecía poco hospitalario y demasiado
caluroso, mi novio, que nunca me había parecido demasiado interesante, ya me
resultaba insufrible, ni siquiera me parecía ya tan guapo ni tan buena persona,
sus gestos más inocentes me ofendían tanto como a él los míos, hacía ya una
buena temporada desde la que ni siquiera compartíamos la misma cama, no obstante
una obstinación estúpida nos había creado una inercia que no nos acababa de
divorciar, cada uno hacíamos nuestra vida, habíamos dividido a nuestras
amistades; y para colmo de males, una inglesa atolondrada y seguramente un poco
borracha, se había roto un diente en el cementerio de los zombis de la
mansión del Terror que yo dirigía, nos había colocado una demanda, y una
desorbitada multa y una absurda órden por la que debíamos iluminar el circuito-
Vaya susto con luz- habían dado al traste con el negocio. Traspaso de
saldo y mucho tiempo libre, en pleno mes de mayo, de un mayo de lluvia
mallorquina, lo mejor para multiplicar el tedio hasta el infinito. Y para
acabar de marchitar la primavera, Michelle, mi vecina hada, se acababa de
marchar como un pajarito.
Busco sexo como si algún
abrazo pudiera consolar semejante desdicha, lo busco desesperadamente, y lo
encuentro inútilmente tarde lluviosa tras tarde lluviosa, las gotas y mis
lágrimas confundidas de tanta sed, y después de cada instante cálido, de cada
piel habitada, de cada perfume, otra vez el tedio, el brumoso aburrimiento de
la isla tarde tras tarde, hasta que una de ellas, la más gris quizá, si es que
este descolor admitiera gradaciones, en uno de esos desbocados abrazos,
encuentro a mi chico, al que habría de serlo en adelante, el que sació de una
vez por todas esa sed que me ahogaba como un río, y hubo en mi boca otra vez
hiedras de ternura.
Nadie dijo que fuera
fácil, aquí mi pariente también lo llevaba crudo, en los estertores de una
relación de ocho años con un auténtico miserable, y toda la isla pendiente de
nuestros respectivos batacazos. Casi desde el primer momento nos dimos cuenta
de que no íbamos a evitar lo inevitable, y de que estábamos a punto de provocar
dos incendios al mismo tiempo; desatar nudos tan apretados no es tarea baladí.
Yo lo tenía mejor, lo mío era más liviano y casi no llevaba equipajes, lo suyo
era realmente jodido, lo de menos era acabar de romper lo que ya estaba tan
roto, lo peor era no perder hasta la camisa en el intento, que eran tiempos sin
papeles, sabíamos que podíamos contar con pocas alianzas, que hay que ver la
poca solidaridad que despierta la felicidad ajena, los pocos que se asomaron a
nuestra sonrisa no dejaban de prevenirnos en contra del otro, salvo alguna
excepción, que siempre he tenido la fortuna de salpicarme con gente magnífica,
por eso cuando me presentó a Lorinda, tan alta y tan dispuesta, vi el cielo
abierto, tenía una sonrisa tan limpia como tienen los americanos y tan austera
como les es propia a los mallorquines, enseguida se puso de mi lado, la
solución perfecta: un restaurante exquisito en medio de ningún sitio, con
caballos y flores moradas (Glicinas creo que les llamaba) un chico como yo en
una cocina como la suya sería una combinación perfecta, un sueldo aceptable,
una habitación inmensa, y todo el aburrimiento del mundo por delante, eso sí, los fines de semana, mientras las cosas se iban recolocando, podíamos disponer
de mis aposentos para lo que nuestra recién iniciada pasión nos encomendara.
Por lo menos al final esta primavera florecería, aunque fuera en morado y los
fines de semana.
Al principio, salvando el
aburrimiento, era todo bastante amable, yo dando rienda suelta a mi verborrea y
jugando a hibridar cocinas, ella que escuchaba bastante bien, con aquel marido
tan alto y tan servicial y esa niña tan rubia que aún no hablaba, era un caso
curioso. En mi experiencia, que me ha llevado a renunciar a trabajar para otros
en esto de la restauración, me he encontrado con dos tipos de patron@s:
aquell@s que disfrutan en la cocina tanto como yo y l@s otr@s que la consideran
exclusivamente un negocio, Lorinda no acababa de dejarse encuadrar en ninguna
de las dos categorías, cuando parecía que empezaba a palpitar con una textura o
el punto de una mousse se echaba la mano al bolsillo, cuando íbamos al mercado
y me contenía para no ponerme demasiado tiquismiquis entonces me animaba
alegremente a la espinaca roja y la langosta de Menorca, pero no era una
verdadera emoción, tenía como un clac, y de repente en medio de una
bandeja de calamares de potera me cortaba el chorro sin dejarme acabar la
receta, paciencia, donde manda rey no manda vasallo. El obrador también era de
lo más pintoresco, con una ayudante impecable, altísima, como era de recibo, y
Zen, es la ayudante de cocina con más parsimonia que he tenido la oportunidad
de observar en mi vida, cortaba las verduras sentada, más que cortarlas las
esculpía, y nada de cortes artísticos ni florituras, pura geometría, pulidísima
y concienzuda, pero en absoluto espectacular, una simple ensaladilla para
treinta servicios, recortada por sus exactísimas manos, podía llevarle toda una
mañana; pero eso sí, los perfectísimos cubos de zanahoria eran exactamente
iguales a los de patata o a los de judía verde y coincidían, como no podía ser
de otra manera, con el tamaño de los guisantes. Entre semana tampoco es que
estuviéramos agobiados de trabajo, así que suprimí en lo que pude las
guarniciones pequeñas y me armé de paciencia.
- Que raro, Byron me ha
reservado una mesa para las dos y media y ya son las cuatro y aún no ha llegado
- ¿Byron es americano?
- No, es inglés, pero
venía con unos amigos americanos
- Entonces Lorinda lo
mismo ha quitado los carteles - sin los carteles el sitio era inencontrable, el
GPS era entonces ciencia ficción- detesta a los americanos
-¿Pero no es americana?
- No es tan americana.
Mi chico, Carles, se ha de marchar precipitadamente a Madrid, su mejor amigo se ha muerto en unos días atropellado
por la innombrable, me deja su mayor tesoro, su perra, Tura, una gos d'atura gorda y lista como una
ministra, lo que más teme perder en su ya conflictivo divorcio. La primera
noche que se queda alguien entra y nos la roba, Lorinda como es su tónica ni
parece apenarse mucho ni todo lo contrario, yo me llevo el disgusto de mi vida,
a ver, el pobre, después de una pérdida la otra....
Llega una mesa para doce,
sin reserva, que si puede salir el chef, que quieren cosas que no hay en carta,
salgo, a ver qué narices, me quedo de una piedra, mi ex, en toda su exultancia
con lo peor de su pandilla, me miran divertidos, que nos hemos encontrado a Lorinda
en El Olivar y nos ha dicho que estabas aquí, nos creíamos que te habrías ido
con Coldo Royo o algo así, ha sido una sorpresa, que si nos puedes hacer una
cena de las tuyas, como las que hacías en casa, nos comemos lo que quieras, - ¿ah
pero conocéis a Lorinda? - Vaya, íbamos juntos a la escuela.
Les hago la cena. Pero se me encienden las alarmas, llevo aquí dos semanas y
docenas de conversaciones y ha sido incapaz de contármelo.
Cuando llega mi señor de
los anillos, después de consolarle doble, por lo de su amigo y por lo de la
perra, le digo que hasta aquí, que finiquite el divorcio porque yo ya estoy
empezando a creer que me he marchado de una mansión del terror para acabar en
otra y le cuento lo de la cena. Al día siguiente
estreno casa y vecina, Carmen, una madre soltera de dos niños, delgada como una
maniquí y ciega, en seguida nos hacemos amigos y me cuenta lo contenta que está
de que se haya marchado ese mamarracho y sea yo quien le acompañe, que aquel no
hacía un favor ni por casualidad, que estaba incómoda el otro día que no había
nadie en casa y vino al cumpleaños de la niña, que le parecía raro, que le dijo
al niño mayor que escondiera las llaves nuevas de vuestra casa, mira están ahí
las fotos, ella no veía, enseguida veo a la segunda o a la tercera, a la perra.
- Anda si tiene a la perra, será hijoputa, así que fue él el que la robó - Carmen
se queda pálida la pobre - ¿Cómo que la robó? si me dijo que le llamó la
americana esa tan alta y le dijo que pasara a recogerla al campo - Cuando le
cuento la realidad se le saltan las lágrimas y me suplica - no le cuentes nada a Carles hasta que no se reponga, que el otro cabrón no vino a felicitar a la niña, vino
a que la Tura saliera en la foto.
Ahora después de tantos
años y tantas cosas, le miro dormido con esa sonrisa que siempre pone, en el
sofá, con Matilde, la gata negra, igual de dormida al lado, dice que el
ruido del teclado le relaja, y releo lo que he ido escribiendo, y me reafirmo,
este tipo de vampiros, estos que se alimentan de emociones, no son en absoluto
vampiros, son sencillamente sanguijuelas, y me hago, mientras os hago, una
promesa:
Este es el último retrato feo de mi galería impertinente, a partir de
éste serán solo amables, se lo debo a esa sonrisa, a la gente maravillosa que
voy conociendo, y a la mía, que vislumbro reflejada en el monitor, a ver
si lo limpio, mientras cruzo los dedos, últimamente nunca se sabe, y pulso el
botón de publicar.
Como
no he encontrado nada que me vaya con el tema y me emocione, será que es
demasiado paradójico, os coloco pues esta joya que me encanta y que adorna
cualquier lectura estupendamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario