lunes, 3 de noviembre de 2014

XLIII - Arantxa o la jaula de oro.



Vivo en continua temporada de rebajas
sexo, lujo y paranoias, ese ha sido mi destino
¿quién soy yo y adónde voy? ¿Quién es él y adónde va?
¿De dónde vengo que planes tengo? ¿De dónde viene y qué planes tiene?

Gran ganga gran ganga soy de Teherán
gran ganga gran ganga él es de Teherán
calamares por aquí, boquerones por allá

Mi vida es puro vicio y esto me saca de quicio
y así voy y vengo y por el camino me entretengo
muéstrate ya - estoy aquí, muéstrate ya - él está aquí
te estoy buscando - búscame a mí, te está buscando - búscale a el
Gran ganga gran ganga soy de Teherán
gran ganga gran ganga él es de Teherán
calamares por aquí, boquerones por allá
Lo que no da un polvo,
tú sabes bien que es un estorbo
quién soy yo y adónde voy? ¿Quién es él y adónde va?
¿De dónde vengo que planes tengo? ¿De dónde viene y qué planes tiene?
Gran ganga gran ganga soy de Teherán
gran ganga gran ganga él es de Teherán
calamares por aquí, boquerones por allá
calamares por aquí, boquerones por allá
calamares por aquí, boquerones por allá
calamares por aquí, boquerones por allá

Fanny McNamara - Gran ganga - ¡¡¡Como está el servicio de señoras!!!




"Movida" de lujo en Montecarlo
Acuden Pedro Almodóvar, Alaska, Nacho Canut, Paco Clavel y Rossy de Palma
A 750 euros el cubierto, la decoración incluye 10.000 rosas y 4.000 claveles
La corte monegasca emparenta esta noche su sofisticado Baile de la Rosa con la incorrección política de la 'movida' madrileña, leit motiv elegido este año por la familia Grimaldi para su gala benéfica anual que, capitaneada por Pedro Almodóvar, se celebra en Montecarlo.

La 'movida', vista desde el pequeño principado de Mónaco, es "una extraordinaria página de la historia de España, en la que la moral y el arte explotaron en una formidable renovación que hizo olvidar décadas de represión", explica la organización.

En esta línea, Almodóvar, pese al motivo de la fiesta, augura moderación: "Estos últimos 25 años me han convertido en un caballero, a mi pesar", reconoce en su recién estrenado blog. "Yo ya no tengo cuerpo para volver a la bata de guata, las medias de rejilla y el 'plataformón'. No tengo prejuicios al respecto, pero hace años que no dispongo del físico que ampare un look más o menos 'movideño'".

Además, "una fiesta benéfica en Montecarlo es una fiesta benéfica en Montecarlo, la autenticidad se la dan la asistencia de las princesas, sus hijos legítimos, el príncipe y su novia", explica.

El Mundo - 30 - 03 - 2008 - Mateo Sancho Cardiel (EFE)



Arantxa, no se llamaba Arantxa y tenía cinco apellidos, con preposiciones y conjunciones y chirifús de esos que llevan con tanto bombo los nobles, es por eso, por tanto blasón, que no me atrevo a poner su nombre auténtico, porque ella era, sin dudas la Grande de España de la movida, o por lo menos de casta le venía, estaba forrada, casi de una forma indecente, y sin alardes, como suele ser natural en los de su estirpe, era generosa, sin estridencias, llevaba los mejores modelazos de Piña, Nieto o Montesinos, el pelo primorosamente cardado en dos colores, la mitad derecha negro "ala de cuervo" la mitad izquierda "blanco rubio italiano", o puede que al contrario, tengo una memoria un tanto disléxica, no era ni guapa ni fea, pero era la única que vestía Kenzo o Montana sin ningún problema, y nada de bobadas, de plena temporada, aún recuerdo una chaqueta negra asimétrica del japonés que era una obra de arte, joyería de Berao o de Chelo Sastre, un Cadillac lila, sí lila, para verano, y un mercedes caramelo para invierno. Era un espectáculo verla llegar a la terraza del Teide o la puerta de Pachá en su cochazo, con esos ojos azules tan de alta cuna y esos maquillajes tan elaborados, iba siempre, cómo no, escoltada por algún modista de los de postín, y las más de las veces con alguna de sus megapijas y ultrafashion amigas, lo más florido del ramillete transgresor del jardín madrileño.

Arantxa, que no se llamaba Arantxa, había recibido una cuidadosa educación, hablaba con naturalidad cuatro idiomas y era incapaz de decir palabrotas, eso sí, tenía el mejor haschis de la corte y no le importaba tener amigos mariquitas, bebía solamente champagne y prefería Bocaccio antes que BaileElBaile, tenía una casa perfecta en López de Hoyos donde daba unas fiestas maravillosas, allí lo mismo te encontrabas a Nati Abascal que a Ruper, a Antonio Vijande que a Marta Moriarti, porque a ella lo que le gustaba era el arte, era su vicio, como ella le llamaba, y tenía buen gusto, de sus paredes colgaban Xavier Grau, Albacete, Ceesepe, Pérez-Villalta, El Hortelano, OukaLele, y hasta un Barceló, qué ojo, por aquel entonces.

Trabaja en una multinacional, con un despacho divino, muy New York, en el piso ...einta en la Castellana, era curioso, casi chocante, verla por la mañana, con un traje de chaqueta de Gucci o de Chanel y su pelo de dos colores, pero ella era consecuente con sus raíces y con su tiempo, y, que narices, los tenía bien puestos, le importaba tres pepinos lo que pudiera pensar cualquiera, porque Arantxa, que no se llamaba Arantxa, era una ejecutiva de los ochenta.

Yo ya la había visto, era imposible que no me hubiera fijado en ella, en las terrazas de Recoletos, en la Bovia o en Dúplex, e incluso Juanjo Rocafort y Francis Montesinos me la habían presentado, pero no habíamos cruzado más que cuatro palabras, la veía sentada en los desfiles con su pelo black&white, era inconfundible, pero no fue hasta el fiestón de Arco 84 en Rockola, Rockolarco se llamó, en un happening, tan de moda entonces, con agua y tangos, para romper, la expresión máxima de la vanguardia, yo llegué empachado de modernidad, Arco me produce un efecto saciante que ríete tú de las barritas esasde fibra, los mostradores estaban intransitables, el guardarropa un caos, y mi chaqueta plastic-hombreras comenzaba a asfixiarme. Me pongo en la cola, paciencia, miro el percal, la verdad es que aquella época fue memorable plásticamente, y entre todos los cardados, que competían en volumen y colorido, distingo el de Arantxa, que no se llamaba Arantxa, me está mirando, esboza una sonrisa ligera, toma aire, viene hasta mí, y antes de que me dé tiempo a reaccionar me dice - sácame de aquí, por favor - Claro, como no, la saqué de allí ipso facto, y ella se tomó mi gesto de tal modo que a partir de ese momento éramos amigos de toda la vida, me montó en su coche tan de diplomática, y sin preguntarme, ella raramente preguntaba, me llevó a un sitio de esos que daban comida toda la noche, Valentino's creo que se llamaba, un sandwich club y varios vodkas más tarde ya éramos íntimos, tenía opinión, era una experta en moda, conocía cada colección, hasta controlaba las agencias, estaba puestísima en cine y en arte y lo que más me conmocionó es que estaba al tanto de mis montajes, sabía perfectamente cómo me llamaba y había estado en una fiesta que titulé ¿arde Madrid? me quedé de una pieza.

Naturalmente acabamos en su casa, nada más entrar, dos Warhol, auténticos, muebles que solo había visto en las películas de James Bond y una colección de discos impresionante, lo tenía todo, clasificado y ordenado, como a mí me gusta, un haschis magnífico, el vodka helado, ponte cómodo, que hace calor, tenía un reostato para graduar la intensidad de la luz, que por entonces solo se veía en Star Treck, la bajó, se puso una camiseta enorme y directamente me dijo - ¿me haces otro favor? Te vas a ocupar de mi ñoco -, porque ella lo decía así, dada su absoluta imposibilidad para decir palabrotas, y a continuación tomé posesión, porque ya sabéis Arantxa, que no se llamaba Arantxa, raramente preguntaba.

A la semana ya me había trasladado con mis aparejos a su casa, mi vocación de gato persa se había colmado, puso directamente el mundo a mis pies, lo que quieras, guardarropa nuevo, gimnasio exclusivo, clases de inglés, y qué quieres ser, rey mío, quieres escribir, una máquina nuevecita, verde quirófano, con una pantallita como de calculadora donde podías ver una línea antes de que la escribieses, de ciencia ficción, hace tanto ya, nuestra cosa iba, sin mucha pasión, ella sabía perfectamente de mis preferencias, pero le gustaba más que nada lucirme, como si fuera un complemento más, en público ni un desliz, en privado haz lo quieras, y si es posible procura que no me entere, perfecto, al principio claro, los veinte años tienen esa desfachatez tan natural, la dignidad y la integridad en esa edad son tan elásticos... Mis amigos, por una vez, encantados, como si fueran a heredar, hay que ver la fijación con que casara bien, los suyos con un punto de escepticismo, educadísimos, eso sí, sorprendidos de que pudiese seguir una conversación, intrigados por mi pedigrí, un servidor correcto, no era cuestión de hacerse el ofendido, total que no me presentara la mitad de las veces me ahorraba situaciones embarazosas. Lo cierto es que pude vivir un tiempo como ellos viven, fiestas con una orquesta en el foso de la piscina, a esquiar en Baqueira, odio la nieve, mucho restorán de copete y mucha señora sola, pude comprobar que en sus saraos el porcentaje de señoras solas es superior a lo habitual, que si la inauguración de una nueva en Juana Mordó, que si concierto de Bowie en Londres, la verdad me lo pasaba pipa, sin embargo, poco a poco, me fue reduciendo el espacio vital. Di una fiesta de los Oscar, para ello me coloqué un bañador vintage y mi amigo Álvaro me pintó de dorado, de la cabeza a los pies, ella que no sabía ese detalle que se me ocurrió a última hora, había venido con una De la Prada, no la modista, una hermana, que era su amiga y un grupo de amigos de su cuerda, cuando puedo acercarme a su mesa, Arantxa, que no se llamaba Arantxa y no solía preguntar me dice que ya no voy a hacer más happening de esos, que si lo que quiero es escribir que a escribir, y que vaya, si lo que me preocupa es el dinero ya me pone ella un sueldo para que me dedique a lo que me tengo que dedicar y santas pascuas, no me hizo ni pizca de gracia, pero como no me dio opción no tuve otra, aunque lo cierto es que empecé a agobiarme, mis montajes eran una forma de relacionarme y de dar salida a mi vena plástica, que aún no sé si pesa más que la literaria, así que, probablemente en legítima defensa, me bloqueo, no puedo escribir más de un folio al día, mi libro, un mamotreto que se llamaba "cuando oigo una ola" se había convertido en mi enemigo, y la retórica venía a suplir lo que no ponía la inspiración, un auténtico coñazo.

Además, paulatinamente, el cariño, y no digamos la pasión, que me había profesado desde el principio se fueron transformando en una molesta condescendencia que cada vez me parecía más ofensiva, más que nada ya casi era otra obra más de su colección.

Mi tedio fue directamente proporcional a mi audacia, conocí un gitano hermoso como un príncipe que vino a mí en el momento perfecto, entre mi debilidad por los cuerpos morenos y mi pasión por los bailaores, no pude menos que comenzar con él un romance insensato y caliente, y conforme iba navegando su cuerpo, conforme su piel se me iba rindiendo, todo aquel paraíso de oro comenzó a parecerme banal, nuestros encuentros eran cada vez más frecuentes, ella nunca preguntaba, formaba parte del pacto, y llegó un momento en que la sensación que tenía, más que de traicionarla era de serle infiel a él, que tan poco entendía de lujos, como no fuera el de su sonrisa, al que nada importaban las vanguardias ni las etiquetas, pero que cuando me abrazaba, me decía bajito, te tienes que quedar una noche entera conmigo, y entonces el mundo era otra vez de colores, y no me hacía falta nada para saber que podía si quería, tener cualquier cosa en la palma de mi mano.

Le di, a él, el teléfono de casa, faltando a mi estrategia. Estábamos cenando, una noche aburrida como otra cualquiera, ella, unos amigos, suyos, claro, y yo. Suena el teléfono, no lo cojas será un pesado, a estas horas, piiiiiiii, el contestador, de esos de antes, y ante el asombro de la concurrencia se oye, alto y claro, con acento caló, Lou, alma mía, donde estás, con el frío que hace, vente a mi cama, picha, a darme calorcito, que esta rasca lo único que me la quita es tu polla.

Ella se transmuta, su pelo bicolor se me antoja verde de serpientes, es como Medusa, me mira con rayos y centellas, se levanta, coge la máquina de escribir, abre la ventana y la lanza, sin mirar, a la calle.


Yo, esa misma noche, cojo mis cuatro cosas, ninguno de sus regalos, le doy un beso, que admite en silencio, y me voy a abrigar a mi gitano.
Solo la volví a ver una vez más, en el cine, en un estreno, vino y me saludó dándome la mano.


Hay historias que le ocurren a uno de las que se siente orgulloso, otras que al contrario nos avergüenzan, las más las olvidamos en el fondo de la memoria, y unas pocas no podemos negar que sucedieran.




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