No cabe duda. Esta Es Mi Casa
here sucedo, here
me engaño inmensamente.
Esta Es Mi Casa Detenida en El Tiempo.
here sucedo, here
me engaño inmensamente.
Esta Es Mi Casa Detenida en El Tiempo.
Llega el otoño y me Defiende,
La Primavera y Me Condena.
Tengo Millones de Huéspedes
que ríen y Comen,
Duermen Y copulan,
Juegan y Piensan,
Millones de Huéspedes Que se aburren
y Tienen Pesadillas y ataques de nervios.
La Primavera y Me Condena.
Tengo Millones de Huéspedes
que ríen y Comen,
Duermen Y copulan,
Juegan y Piensan,
Millones de Huéspedes Que se aburren
y Tienen Pesadillas y ataques de nervios.
No cabe duda. Esta Es Mi Casa.
Todos Los Perros y Campanarios
Pasan Frente a ella.
Pero una mi casa la azotan Los rayos
y Un día sí va a partir en dos.
Todos Los Perros y Campanarios
Pasan Frente a ella.
Pero una mi casa la azotan Los rayos
y Un día sí va a partir en dos.
Y yo no Sabré Dónde guarecerme
Porque TODAS Las Puertas dan afuera del Mundo.
Porque TODAS Las Puertas dan afuera del Mundo.
Parecería que dedicarle un
lugar en esta galería a una casa está fuera de lugar y sin embargo tiene su
sitio por derecho. Esta mi casa, como mucha de la gente que ha pasado por la
vida a mi lado, vino a mí inopinadamente, y desde el mismo instante en que la
vi sabía que sería en adelante mi hogar, hace ya doce años, estaba la pobre
hecha unos zorros después de haber estado deshabitada durante dos décadas, el
espantoso excalectric felizmente extirpado que afeaba Atocha la había tiznado
de una capa negra, seguramente por el humo del tráfico, que descorazonaba a
cualquiera, pero aquí el que os escribe no es cualquiera así es que no me
arredré, me sedujeron su suelo de tarima de la de antes, sus techos altísimos
con esas escayolas tan floripondiadas, sus puertas correderas, y sobre todo su
luz, absolutamente todas las habitaciones menos los baños tienen un balcón por
el que entra la luz con una generosidad extraordinaria.
Así que conseguí que
mi media naranja la viera con mis ojos y después de tres meses y muchísimo
trabajo logramos que el negro diera paso a los colores, fue un trabajón, el
salón era originalmente una especie de capilla con sus genuflectorios y todo,
que en la pared del fondo, donde ahora está la televisión tenía dibujado un
crucifijo enorme, cómo no negro, lo pintábamos de amarillo albero y volvía a
salir como por alguna suerte de maleficio, al día siguiente ahí estaba, no fue
sino después de seis o siete capas de blanco y tres o cuatro de amarillo que
por fin pudimos conjurar el maleficio, hicimos toda la instalación
eléctrica, la fontanería, pulimos el suelo, quitamos toneladas de mierda
acumulada, mimamos los detalles, repusimos cristales, restauramos las
escayolas, abrillantamos las puertas, limpiamos los cristales, sesentaydos, se
dice pronto, y entonces tuvimos que trasladar toooooda la casa de Mallorca a
esta tan cheli y conseguir que todos nuestros muebles y los cuatro mil libros,
cuatromil, de mi costilla, encontraran su sitio, eso de que el saber no ocupa
lugar es un cuento chino, que me lo digan a mí, cuando acabamos el resultado no
se parecía en nada a lo que teníamos en mente al comenzar, después de varias
cuadrillas de albañiles incompetentes y un pastón, pero habíamos logrado una
casa cálida y amable.
Estáis locos, ¿a quién se
le ocurre semejante inversión en una casa que no es suya? probablemente estemos
locos pero la sola idea de imaginarme en el mismo sitio el resto de mi vida me
bloquea el entendimiento, y eso imposibilita que me plantee lo de comprar una
casa, así que aquí estábamos, en una casa enorme que no era nuestra y que nos
había costado una pasta gansa, gigante con seis habitaciones, excesiva para
nosotros tres, aunque Matilde, nuestra gata negra, ocupa muy poco sitio; y
además de habernos quedado bastante limpios con el gasto de las reformas y la
mudanza desde la isla ahora nos enfrentábamos a la tarea ineludible de tener
que pagar una renta alta cada mes, no tanto como una casa similar en el centro
en condiciones, pero aun así nos veíamos a pan y mortadela si no se nos ocurría
alguna cosa para amortiguar el chorro de pesetas, entonces aún eran pesetas,
que se irían a parar al pescadero cada mes, porque para seguir siendo
originales nuestro casero era además nuestro pescadero, lo que da de sí el
marisco, decidimos entonces poner divinas tres habitaciones y buscar con quien
compartir la casa, al principio fue fácil, entre mi hermana y una amiga lo
arreglamos, pero claro, mi hermana se casó y voló y nuestra amiga dejó de
serlo, cosas de la nariz, así que después de estudiarlo detenidamente decidimos
introducir una nota joven e internacional y empezamos a compartirla con
"Erasmus", calcular así a la rápida, unos doce años a razón de más o
menos tres por año, en esta casa han venido a parar treintaytantas
personas desde entonces, de todos los sexos y nacionalidades.
Los hemos tenido noruegos
rubios y atléticos, que andaban en calzoncillos y nos alegraban el resto del día,
que barbaridad como alimenta el salmón. Un sirio, mago de los ordenadores, más
bueno que el pan y con una habilidad extraordinaria para complicarse la vida.
Belgas, uno especialista en nadar en el mar del norte, que frío, y otro que
cuando vino era casi un niño y ahora nos ha mandado una foto del que acaba de
tener, por favor nos ha hecho casi abuelos; un montón de franceses: una
francesa divina de Versalles, Ophelie, que tenía un talento natural para
aparecer elegante en cualquier circunstancia, otra de Toulouse que era un
auténtico loro, chicos varios, recuerdo uno gris que parecía sacado de un
cuento de Momo, otro que se reía con la risa más insufrible que he escuchado en
mi vida, también otro que trabajaba con las mercenarias del amor de la "Casa
de Campo", a ver si nos entendemos, ayudándolas en materia de asistencia
social. De algunos nos hemos hecho verdaderamente familia como Stephan, un
parisino con corazón español, o Guy, un inglés amable y correcto como buen hijo
de la Gran Bretaña. Hemos tenido tres alemanas guapas, rubias, altísimas y
arquitectas que lucieron mis trajes de carnaval como nadie, una de ellas,
Katja, también nos ha hecho abuelos. Brasileños, italianos, holandeses, entre
ellos una hija del alcalde de Amsterdam, Lotje; norteamericanos como Dave,
un verdadero Ganímedes jugador de rugby o Chris un chino de California que
estudiaba historia y hablaba español con acento mejicano. Y españoles claro, de
Donosti, de Valencia, de Barcelona, de Madrid, de Vigo... Muchos de ellos se
han contagiado de nuestra pasión por el carnaval y estoy seguro de que guardan
un recuerdo para siempre de esta casa en esas fechas.
Como podréis imaginar
hemos albergado a la gente sin prejuicios, por lo que nos hemos encontrado
historias de todos los colores, historias preciosas y otras no tanto, algunas
curiosas como la de Savy. Cuando llegó Savy, una mujer estupenda que trabajaba
de maquilladora en una televisión para una teleserie de éxito, ceutí, con una
melena frondosa y brillante, de curvas suaves y suave acento andaluz,
cruzábamos apuestas por el origen de su nombre que se negaba a desvelar, que si
Sabina, Javiera, Severiana... era una época en la que mi amigo del alma "La
Pepa" estaba reponiéndose de sus adicciones en una de las
habitaciones, y un día, después de levantarse a aliviar su próstata maltrecha
de tanto Soberano, entra en mi habitación con ojos de alucinado, nada
extraordinario, y me dice, "Lou, misterio resuelto, Savy viene de
Javier, he ido al baño y estaba meando de pie" asombroso, después de
compartir risas y confidencias durante más de seis meses con ella, nosotros
precisamente, duchos en esas lides, no habíamos reparado en semejante
particularidad, ella con la mayor naturalidad nos dijo que padecía una
alteración que se llama "síndrome
de Morris" en una variante por la que su aspecto exterior es
absolutamente femenino y sin embargo tiene sexo masculino, sin acudir nunca a
las hormonas ni nada por el estilo, lo lleva sin ningún problema y es
absolutamente feliz, ella dice que tiene "lo mejor de los dos mundos".
También hubo historias
menos afortunadas, probablemente fruto de la falta de educación y la juventud
de algunos de nuestros compañeros eventuales, incluso alguna historia
desagradable como la de aquel animal, talla king size, que trabajaba en la
puerta de un local de moda y me prestó una chaqueta de leopardo ideal de la
muerte para ir a ver a Prince, recibía muchas visitas en su habitación, tanto
de chicas como de chicos, sin problemas, en esta casa cabe de todo, faltaría
más, nos parecía un pichadeoro, pero el chaval tenía una presencia
impresionante, total, que llego al concierto, hasta los topes, infantas reales
incluidas y por tanto servicio de seguridad reforzado, perros y toda la pesca,
nada más comenzar el concierto, ni cinco minutos, tengo la maldita idea de
llevarme una mano al bolsillo, y oh sorpresa, me encuentro un alijo de
papelinas que ríete tú de Escobar, así, sin comérmelo ni bebérmelo, ataque de
pánico, huida precipitada y gran bronca con tarjeta roja, resulta que no era
tan ligón, es que era droguero, pordiós, pordiós, en mi casa.
Total que en estos años
esta casa fue una nave interestelar, a medio camino entre un colegio mayor y un
taller de carnaval, con su toque de arca de Noe y sus colores, en ella he visto
nacer la vida y acabarse, he visto florecer ilusiones y marchitarse, he vivido
el amor y lo he contemplado, he disfrutado de la generosidad de los demás y he
recuperado la fe en la juventud, pese a algún tropiezo.
Porque además de todos
nuestros chicos estábamos Matilde, que tiene sus preferencias, y a unos les
ronronea y a otros les bufa y nosotros dos, es nuestro hogar, aquí hemos
construido los cimientos de nuestra vida, y cuando ya estamos tranquilos,
cuando hemos perfilado un criterio certerísimo para seleccionar a los chicos,
cuando las cosas, de vividas, han encontrado su sitio y cada rincón tiene su
por qué, va y me llega una carta, blanca, de un bufete del barrio de Salamanca,
el pescadero ha vendido el edificio, que para eso era todo suyo, a una
inmobiliaria de esas especializadas en destrozar el encanto de Madriz, que nos
rescinden el contrato, así sin más explicaciones, los vecinos me dicen que para
compartimentar los pisos y hacer apartamentos, lamentable, abogados, juicio...
todo inútil, nos marchamos.
Así que hemos encontrado
otro barco, un poco más al centro, por las Cortes, al lado de las Trinitarias,
ya hemos firmado el contrato, los chicos: Mathieu, un francés que es periodista
y nunca acaba de reírse del todo, Pablo, un argentino con apellido italiano que
vive en suecia y se pone una gorrita cuando está alicaído, y Nati, una
colombiana divina que se ha metido esta ciudad en el bote se vienen con
nosotros y yo me voy ahora mismo a elegir el tono de amarillo.
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