sábado, 1 de noviembre de 2014

XXV - Atocha 121 o la estrategia del caracol


No cabe duda. Esta Es Mi Casa
here sucedo, here
me engaño inmensamente.
Esta Es Mi Casa Detenida en El Tiempo.
Llega el otoño y me Defiende,
La Primavera y Me Condena.
Tengo Millones de Huéspedes
que ríen y Comen,
Duermen Y copulan,
Juegan y Piensan,
Millones de Huéspedes Que se aburren
y Tienen Pesadillas y ataques de nervios.
No cabe duda. Esta Es Mi Casa.
Todos Los Perros y Campanarios
Pasan Frente a ella.
Pero una mi casa la azotan Los rayos
y Un día sí va a partir en dos.
Y yo no Sabré Dónde guarecerme
Porque TODAS Las Puertas dan afuera del Mundo.

Mario Benedetti - Poemas del Alma


Parecería que dedicarle un lugar en esta galería a una casa está fuera de lugar y sin embargo tiene su sitio por derecho. Esta mi casa, como mucha de la gente que ha pasado por la vida a mi lado, vino a mí inopinadamente, y desde el mismo instante en que la vi sabía que sería en adelante mi hogar, hace ya doce años, estaba la pobre hecha unos zorros después de haber estado deshabitada durante dos décadas, el espantoso excalectric felizmente extirpado que afeaba Atocha la había tiznado de una capa negra, seguramente por el humo del tráfico, que descorazonaba a cualquiera, pero aquí el que os escribe no es cualquiera así es que no me arredré, me sedujeron su suelo de tarima de la de antes, sus techos altísimos con esas escayolas tan floripondiadas, sus puertas correderas, y sobre todo su luz, absolutamente todas las habitaciones menos los baños tienen un balcón por el que entra la luz con una generosidad extraordinaria.


Así que  conseguí que mi media naranja la viera con mis ojos y después de tres meses y muchísimo trabajo logramos que el negro diera paso a los colores, fue un trabajón, el salón era originalmente una especie de capilla con sus genuflectorios y todo, que en la pared del fondo, donde ahora está la televisión tenía dibujado un crucifijo enorme, cómo no negro, lo pintábamos de amarillo albero y volvía a salir como por alguna suerte de maleficio, al día siguiente ahí estaba, no fue sino después de seis o siete capas de blanco y tres o cuatro de amarillo que por fin pudimos conjurar el maleficio,  hicimos toda la instalación eléctrica, la fontanería, pulimos el suelo, quitamos toneladas de mierda acumulada, mimamos los detalles, repusimos cristales, restauramos las escayolas, abrillantamos las puertas, limpiamos los cristales, sesentaydos, se dice pronto, y entonces tuvimos que trasladar toooooda la casa de Mallorca a esta tan cheli y conseguir que todos nuestros muebles y los cuatro mil libros, cuatromil, de mi costilla, encontraran su sitio, eso de que el saber no ocupa lugar es un cuento chino, que me lo digan a mí, cuando acabamos el resultado no se parecía en nada a lo que teníamos en mente al comenzar, después de varias cuadrillas de albañiles incompetentes y un pastón, pero habíamos logrado una casa cálida y amable.



Estáis locos, ¿a quién se le ocurre semejante inversión en una casa que no es suya? probablemente estemos locos pero la sola idea de imaginarme en el mismo sitio el resto de mi vida me bloquea el entendimiento, y eso imposibilita que me plantee lo de comprar una casa, así que aquí estábamos, en una casa enorme que no era nuestra y que nos había costado una pasta gansa, gigante con seis habitaciones, excesiva para nosotros tres, aunque Matilde, nuestra gata negra, ocupa muy poco sitio; y además de habernos quedado bastante limpios con el gasto de las reformas y la mudanza desde la isla ahora nos enfrentábamos a la tarea ineludible de tener que pagar una renta alta cada mes, no tanto como una casa similar en el centro en condiciones, pero aun así nos veíamos a pan y mortadela si no se nos ocurría alguna cosa para amortiguar el chorro de pesetas, entonces aún eran pesetas, que se irían a parar al pescadero cada mes, porque para seguir siendo originales nuestro casero era además nuestro pescadero, lo que da de sí el marisco, decidimos entonces poner divinas tres habitaciones y buscar con quien compartir la casa, al principio fue fácil, entre mi hermana y una amiga lo arreglamos, pero claro, mi hermana se casó y voló y nuestra amiga dejó de serlo, cosas de la nariz, así que después de estudiarlo detenidamente decidimos introducir una nota joven e internacional y empezamos a compartirla con "Erasmus", calcular así a la rápida, unos doce años a razón de más o menos tres por año,  en esta casa han venido a parar treintaytantas personas desde entonces, de todos los sexos y nacionalidades.


Los hemos tenido noruegos rubios y atléticos, que andaban en calzoncillos y nos alegraban el resto del día, que barbaridad como alimenta el salmón. Un sirio, mago de los ordenadores, más bueno que el pan y con una habilidad extraordinaria para complicarse la vida. Belgas, uno especialista en nadar en el mar del norte, que frío, y otro que cuando vino era casi un niño y ahora nos ha mandado una foto del que acaba de tener, por favor nos ha hecho casi abuelos; un montón de franceses: una francesa divina de Versalles, Ophelie, que tenía un talento natural para aparecer elegante en cualquier circunstancia, otra de Toulouse que era un auténtico loro, chicos varios, recuerdo uno gris que parecía sacado de un cuento de Momo, otro que se reía con la risa más insufrible que he escuchado en mi vida, también otro que trabajaba con las mercenarias del amor de la "Casa de Campo", a ver si nos entendemos, ayudándolas en materia de asistencia social. De algunos nos hemos hecho verdaderamente familia como Stephan, un parisino con corazón español, o Guy, un inglés amable y correcto como buen hijo de la Gran Bretaña. Hemos tenido tres alemanas guapas, rubias, altísimas y arquitectas que lucieron mis trajes de carnaval como nadie, una de ellas, Katja, también nos ha hecho abuelos. Brasileños, italianos, holandeses, entre ellos una hija del alcalde de Amsterdam, Lotje; norteamericanos como Dave, un verdadero Ganímedes jugador de rugby o Chris un chino de California que estudiaba historia y hablaba español con acento mejicano. Y españoles claro, de Donosti, de Valencia, de Barcelona, de Madrid, de Vigo... Muchos de ellos se han contagiado de nuestra pasión por el carnaval y estoy seguro de que guardan un recuerdo para siempre de esta casa en esas fechas.

Como podréis imaginar hemos albergado a la gente sin prejuicios, por lo que nos hemos encontrado historias de todos los colores, historias preciosas y otras no tanto, algunas curiosas como la de Savy. Cuando llegó Savy, una mujer estupenda que trabajaba de maquilladora en una televisión para una teleserie de éxito, ceutí, con una melena frondosa y brillante, de curvas suaves y suave acento andaluz, cruzábamos apuestas por el origen de su nombre que se negaba a desvelar, que si Sabina, Javiera, Severiana... era una época en la que mi amigo del alma "La Pepa" estaba reponiéndose de sus adicciones en una de las habitaciones, y un día, después de levantarse a aliviar su próstata maltrecha de tanto Soberano, entra en mi habitación con ojos de alucinado, nada extraordinario,  y me dice, "Lou, misterio resuelto, Savy viene de Javier, he ido al baño y estaba meando de pie" asombroso, después de compartir risas y confidencias durante más de seis meses con ella, nosotros precisamente, duchos en esas lides, no habíamos reparado en semejante particularidad, ella con la mayor naturalidad nos dijo que padecía una alteración que se llama "síndrome de Morris" en una variante por la que su aspecto exterior es absolutamente femenino y sin embargo tiene sexo masculino, sin acudir nunca a las hormonas ni nada por el estilo, lo lleva sin ningún problema y es absolutamente feliz, ella dice que tiene "lo mejor de los dos mundos".
También hubo historias menos afortunadas, probablemente fruto de la falta de educación y la juventud de algunos de nuestros compañeros eventuales, incluso alguna historia desagradable como la de aquel animal, talla king size, que trabajaba en la puerta de un local de moda y me prestó una chaqueta de leopardo ideal de la muerte para ir a ver a Prince, recibía muchas visitas en su habitación, tanto de chicas como de chicos, sin problemas, en esta casa cabe de todo, faltaría más, nos parecía un pichadeoro, pero el chaval tenía una presencia impresionante, total, que llego al concierto, hasta los topes, infantas reales incluidas y por tanto servicio de seguridad reforzado, perros y toda la pesca, nada más comenzar el concierto, ni cinco minutos, tengo la maldita idea de llevarme una mano al bolsillo, y oh sorpresa, me encuentro un alijo de papelinas que ríete tú de Escobar, así, sin comérmelo ni bebérmelo, ataque de pánico, huida precipitada y gran bronca con tarjeta roja, resulta que no era tan ligón, es que era droguero, pordiós, pordiós, en mi casa.
Total que en estos años esta casa fue una nave interestelar, a medio camino entre un colegio mayor y un taller de carnaval, con su toque de arca de Noe y sus colores, en ella he visto nacer la vida y acabarse, he visto florecer ilusiones y marchitarse, he vivido el amor y lo he contemplado, he disfrutado de la generosidad de los demás y he recuperado la fe en la juventud, pese a algún tropiezo.

Porque además de todos nuestros chicos estábamos Matilde, que tiene sus preferencias, y a unos les ronronea y a otros les bufa y nosotros dos, es nuestro hogar, aquí hemos construido los cimientos de nuestra vida, y cuando ya estamos tranquilos, cuando hemos perfilado un criterio certerísimo para seleccionar a los chicos, cuando las cosas, de vividas, han encontrado su sitio y cada rincón tiene su por qué, va y me llega una carta, blanca, de un bufete del barrio de Salamanca, el pescadero ha vendido el edificio, que para eso era todo suyo, a una inmobiliaria de esas especializadas en destrozar el encanto de Madriz, que nos rescinden el contrato, así sin más explicaciones, los vecinos me dicen que para compartimentar los pisos y hacer apartamentos, lamentable, abogados, juicio... todo inútil, nos marchamos.
Así que hemos encontrado otro barco, un poco más al centro, por las Cortes, al lado de las Trinitarias, ya hemos firmado el contrato, los chicos: Mathieu, un francés que es periodista y nunca acaba de reírse del todo, Pablo, un argentino con apellido italiano que vive en suecia y se pone una gorrita cuando está alicaído, y Nati, una colombiana divina que se ha metido esta ciudad en el bote se vienen con nosotros y yo me voy ahora mismo a elegir el tono de amarillo.





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