domingo, 2 de noviembre de 2014

XL - Teresa o el veneno de la farándula




Il y a constamment, lui dit-elle encore, des lions dans le village, qui se promènent sans gêne aucune. Moyennant qu'on ne fera pas attention à eux, ils ne font pas attention a nous.
Mais s'ils voient courir devant eux une jeune fille, ils ne veulent pas excuser son émoi. Non! aussitot ils la dévorent.
Cést pourquoi ils se promènent constamment dans le village où ils n'ont rien à faire, car ils bâilleraient aussi bien ailleurs, nést-ce pas évident?

En el pueblo – les sigue diciendo ella - continuamente hay leones que se pasean tan tranquilos, si no les hacemos caso, ellos no nos lo hacen a nosotras.
Pero si ven correr delante de ellos a una chica, no le perdonan su sobresalto, ¡qué va! la devoran inmediatamente.
Es por eso que se pasean constantemente por el pueblo donde no tienen nada que hacer, porque bostezarían igual en otra parte, ¿no es evidente?


Henry Michaux - Je vous écris d'un pays lointain - Os escribo desde un país lejano.


La farándula es una droga, y no tiene nada que ver con fumarse un petardo o beberse una copa, para nada, es una droga dura, crea adicción casi desde el primer aplauso, e incluso sin que se haya producido ninguno, la magia de la escena atrapa, interpretar un papel, participar en una producción, contribuir a la magia del espectáculo, engancha. Y como cualquier estupefaciente embota los mecanismos racionales, propicia en aquellos que la consumen una locura que si bien no es peligrosa para la sociedad, en general, suele serlo mucho para el adicto.

Un servidor siempre rondó por sus aledaños, pero bien sea porque padezco un tipo específico de pánico escénico o porque al ser muy observador puse mis barbas a remojar, nunca me permití más que consumirla ocasionalmente, y esta precaución probablemente sea la causa de que aún conserve cierta cordura.
Aun así tuve veinte años, como todo adulto que se precie, y en aquella bendita edad maldita, la osadía era prácticamente obligatoria, de mi agencia me llamaron para proponerme actuar de extra en una película de súper producción, nada más y nada menos que Connan el bárbaro. La película que convirtió en una estrella a Arnold Schwarzenegger, que entonces era un absoluto desconocido al que podía confundir si no ponía atención con cualquiera de los cancerberos de discoteca que hinchaban sus músculos en las puertas de Ibiza o Madrid. Transcurría en una época imaginaria del más remoto pasado llamada Era Hybórea, en la que el mundo estaba dividido en países como Aquilonia, Hyrkania o Cimmeria.

Precisamente en Cimmeria es donde nació Conan y donde se supone que está este pequeño poblado. Pero en realidad estos bosques no están en ningún país remoto ni imaginario: están en la ladera norte del puerto de Navacerrada, en los alrededores de Madrid, y son los llamados pinares de Valsaín. Y es que Conan, el bárbaro se rodó íntegramente en España y por eso aparecen en esta película varias caras conocidas del cine español, como Nadiuska, encarnando a la madre de Conan, o un jovencísimo Jorge Sanz dando vida al propio Conan, cuando era niño. Guarda un mal recuerdo de Arnold, porque su madre fue coceada por una mula durante el rodaje, y Arnold se rio de ella a mandíbula batiente. Viendo cómo ha crecido en la vida real, y que actualmente su figura no es demasiado atlética, cuesta creer que este niño, simplemente con ser esposado a una noria, se convirtiese en Arnold Schwarzenegger. En cualquier caso, toda esa escena se rodó en la sierra de Ávila, y además en pleno invierno, de modo que Schwarzenegger, vestido únicamente con calzones de piel, pasó muchísimo frío. Un servidor, y los demás bárbaros que habían pasado el casting de altura y corpulencia, también, aunque con esos pelucones y ese vestuario harapiento no nos reconociera ni nuestra madre y no hayamos pasado a la posteridad, ni muchísimo menos ninguno de nosotros haya llegado a ser gobernador de ningún sitio (al menos que yo sepa).

El rodaje también tuvo lugar en la Ciudad Encantada de Cuenca, ese paisaje tan de comic habitado por unas rocas enormes a las que la erosión ha dado formas asombrosas y sobre todo en Almería, en los mismos paisajes desérticos en los que se han rodado decenas de películas del oeste! La escena en la que Conan es crucificado se rodó en las Dunas del Cabo de Gata.

Fue un rodaje polar, los pellejos de polipiel abrigaban poco y nada, y hubo todo tipo de accidentes, al Arnold le atacó un perro que debía estar mal domesticado y le tuvieron que dar puntos y todo, a la italiana (creo que era italiana, por lo menos hablaba en italiano) que hacía de guerrera también la hubieron de atender de urgencia porque se cortó una mano con una espada, un buen tajo, por cierto, y hasta la Guardia Civil suspendió el rodaje porque, mientras nosotros hacíamos el bárbaro en Cuenca, en Madrid, el 23 de Febrero (de ahí lo del frío) se producía la gansada de Tejero.

Y como no podía ser menos, el último día, para rematar, el que os escribe también tuvo que rematarla en urgencias, y no por accidente laboral, sino por borrachuzo.

Y es que la Semana Santa de Cuenca es muy fuerte, por lo menos la procesión de los borrachos, una absoluta locura que ocurre a las seis de la mañana, donde la Dolorosa es escoltada por un tropel de gente, a los que, como no, nos habíamos unido los bárbaros, después de haber estado bebiendo toda la noche ''rosolí'' (que significa rocío del sol, licor elaborado con café, brandy, anís, canela, azúcar caramelizado o miel y esencias de piel de naranja), la tradición de ''las turbas'' que así se llaman es alucinante, los penitentes van (íbamos) completamente cocidos con semejante brebaje, e insultan, se ríen y se despiporran del Cristo que viene en sentido contrario, pues bien, no sé si sería un castigo del cielo, o una casualidad inoportuna, pero el rosolí se me rebeló y caí víctima de una coma hepática, con hospital y todo, las medianías para los mediocres. Como era de suponer, los bárbaros, tan amigos un rato antes, pasaron de mi desdicha y cada cual se fue a dormirla donde mejor pudo, todos menos una bárbara, Teresa, con quien solo había cruzado cuatro frases, aun así muchas más que las que pronunció el Schwarzenegger en toda la película, y que si bien habíamos sintonizado, fue, he de reconocerlo, amabilísima, me cuidó, me trajo las cosas del hotel, pospuso su regreso hasta que me dieron el alta, y desde ese suceso nos hicimos amigos, como es de recibo, ella era un encanto y yo soy bien nacido.

Teresa aparte de amable era, y es, artista, de la vieja escuela, ella nunca dice que es actriz, ni cómica, ni bailarina, ella es, si le preguntan, artista, es la única madrileña por los cuatro costados que conozco, hija y nieta de madrileños y artistas, curtidos en el circo Price, y lo mismo te recita unos poemas de Alberti que un diálogo de Jardiel, tanto le daba hacer un play back de la Garland como de la Jurado, o bailarte un tango, o subirse a un trapecio y volar, porque diga lo que diga, yo que la he visto, lo que más es Teresa es trapecista.

La primera vez que la vi volar me quedé hipnotizado, y eso que no era un circo de renombre ni un estadio ni nada parecido, fue en el ''Ya está'' esa sala que dio cabida a tanta gente maravillosa, que había en la calle Valverde y que era de uno de los componentes de ''Los Toreros Muertos'' estaba vestida de novia trapecista, o sea con un maillot ligerísimo de paillette blanco y su velo, inmenso, y volando, volando, desplegó aquel velo que parecía un sueño y comenzaron a proyectarse imágenes de su vida, y la de sus padres y hermanos también trapecistas, en él, maravilloso, era un performance de calidad, aunque Teresa, con su cultura tan castiza y tan circense no supiera lo que significaba la palabra de marras, pero ver como desafiaba el vértigo con esa desenvoltura, como bailando volaba, con que sutileza ajustaba los brazos a aquel palito brillante que tan poca consistencia parecía tener, como desafiaba a la gravedad con esa sonrisa, me pareció lo más parecido a un ángel que jamás viera.
Así que yo, que en esas llevaba un montaje con Xaro por las mejores salas, la recluté, y pasamos de ser dos a ser tres, para el asunto del show, que para otras lides Teresa era muy suya, y se reservaba para un famoso, era una cosa extraña ya sé, pero ella siempre lo decía, -" si me hago un novio, éste ha de salir en los papeles". Conjugar a dos estrellas, así en distancia corta no es moco de pavo, me costó dios y ayuda conseguir que se hicieran amigas, pero para algo me tenían que servir el palique y el tacto, unas zalamerías por aquí, unos números (musicales y de los otros) por allá, toneladas de paciencia, una pizca de jabón y lo conseguí, lo conseguimos, así nuestro espectáculo era mucho más comercial, el de ellas se entiende, porque yo, aparte de algún cameo, me dedicaba a las bambalinas, vestuario, luces, música, a lidiar con la parte contratante y a evitar que los destellos de ambas entraran en colisión.

La verdad es que no parábamos, nos salían más bolos que a Bisbal, la mezcla entre music hall y circo nos daba muy buen resultado, y nos salió el contrato de nuestra vida, firmamos con una sala en Mallorca para toda una temporada, era un bingo perfecto, por fin podíamos parar de tanto tren y tanto baúl y tanto foco para arriba y para abajo, las uñas de porcelana eran un pastón, así que la parte de mozo de cuerda también entraba en mis competencias, un alivio. Lo preparamos al milímetro, vestuario nuevo, revox nuevos, hasta un cañón de luz y una máquina de humo. Cogimos el avión y nada podía hacernos sospechar la tragedia.

Nada más sentarnos, en primera, que para eso nos las prometíamos tan felices, Teresa se queda obnubilada, justo en el asiento de delante había un cantante de ojos azules (que prefiero no nombrar), que iba por las portadas del ¡Hola! y del Lecturas como pedro por su casa, y el asiento de su lado estaba vacío, nuestra trapecista artista de la pista decide nuestro destino en un instante, ni corta ni perezosa se presenta a sí misma, el que te dije encantado de la vida, que niñas como esa, por muy en el candelabro que estuviera, no se te ponen a huevo así tan fácil, nosotros tan panchos, encantados de la vida con que hiciera amistades, y la cosa parecía que iba viento en popa, a los diez minutos ya parecían íntimos de toda la vida, Teresa estaba pletórica, el otro muy en su papel, así que después de la media hora larga que dura el vuelo, cuando estamos esperando las maletas, viene y nos dice, muy segura de sí misma, que vayamos yendo, que ella se va a acompañar al caracoles al hotel, que le ha caído muy bien y que la va a introducir, Xaro, mucho más directa que yo, le aclara qué exactamente le va a introducir, y riendo la vemos salir colgada de su brazo.

Tres días, tres, tardó en volver, gran tragedia, tuvimos que debutar sin ella, con el consiguiente y justificado cabreo de la sala, vino entre avergonzada y encantada, el dineral que había perdido le traía sin cuidado, su singer de sus entretelas, que debía haberla introducido ya en todas sus variantes iba a venir a verla, y seguro, seguro que la empresa, encantada de contar en su barra VIP con semejante personalidad la disculparía. Yo disculpo casi siempre los asuntos de alcoba, aunque había sido una putada morrocotuda, pero su majestad imperial Xaro estaba como la hidra de Lerna, si te acercabas saltaban chispas.

El show perfecto, los de la sala reconocieron que la niña era una artista, que el espectáculo era nuevo y asombroso y que la combinación de los dos estilos era un lujo. Pero la procesión iba por dentro, conforme se sucedían los números y yo respondía con la cabeza negativamente a las miradas inquisitivas de Teresa, ésta se fue percatando de que su introductor no venía, al final, con los aplausos, dos lagrimones como dos limones le bajaban por las mejillas.

Y ya no se iluminó durante el tiempo restante, entre su tristeza inconsolable y el cabreo mayúsculo de la otra fue un auténtico suplicio, la vuelta a Madrid se convirtió en la verbena de los reproches y nuestro trío volvió a ser un dúo.

Hacía mucho que ni siquiera la veía, ni sabía nada de ella, la encontré este verano pasado, los años la habían atropellado, el brillo de su sonrisa había dado paso a una medio sonrisa tristísima, parecía muy contenta de verme, tomamos unas cañas, me contó de lo poco amable que es el mundo de la farándula, de cómo sus sueños se fueron hundiendo, de que ya no podía, desde hacía unos años volver a volar en su trapecio, algo en la espalda, que si la había visto en un capítulo de Siete Vidas y en otro de Corso, no, no la había visto, me preguntó cómo la veía, le dije que siempre sería mi trapecista, la de la brillante sonrisa.

Me contestó que yo siempre sería su trapecista de las palabras, que saltaba por los sentimientos sin red, que siempre me debería una palabra: ronrisa - Me dijiste que yo lo que tenía era una ronrisa, a medio camino entre el ronroneo y la sonrisa - Le dí un beso, de corazón.

Y me fui a casa un poquito más triste.





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