Las plumas son
estructuras queratinosas de la piel de las aves. Más complejas que cualquier
otro apéndice integumentario de los vertebrados (escamas, pelo, cuernos, etc.).
Son fundamentales en su vuelo, pues forman la superficie sustentadora del ala.
El conjunto de todas las plumas recibe el nombre de plumaje, y forma una capa
densa, aislante, que protege al animal frente al agua y el frío. Las plumas
tienen también otras funciones relacionadas con su color y su vistosidad, como
el reconocimiento entre los miembros de la misma especie, el camuflaje, la
diferenciación de sexos y el cortejo.
Madriz en esta hora
precisamente incendia su cielo de un rojo imposible, la psicodelia de la
polución oscila entre el anaranjado con que se despide el sol en Castilla y el
violeta con que la luna comienza su ronda, la Gran Vía está desierta, casi no
hay tráfico y solo algún taxi se desliza con un ruido siseante sobre la pátina
de lluvia finísima que la hace brillar, los neones se desdibujan dándole un
aire de ciudad fantasma. Me subo el cuello de mi Perfecto y observo
la aparente inmunidad con que las mercenarias, apostadas aún en alguna esquina,
afrontan el frío inmisericorde. Un borracho, él sabrá por qué, aporrea un buzón
en Callao mientras maldice en un idioma pastoso que no atino a entender; cruzo
Jacometrezo y me detengo a mirar unas gafas divinas de Gucci en un escaparate,
enfilo la cuesta de Veneras y entro en el Ales, el portero está soplando el
hueco de sus manos, para calentarlas, me saluda lacónicamente, dejo la chaqueta
en el guardarropa, compongo el gesto y entro, no hay demasiada gente, más bien
poca, debe ser martes o miércoles, de Noviembre, de finales de los 80, del 89
si no me equivoco, me dirijo a la barra pequeña, pido un gin tonic que maldita
sea lo que me apetece, el frío se me ha instalado en los hombros y el primer
trago me acaba de congelar. En el escenario dos drags sentadas en
unas sillas anuncian que va a dar comienzo un bingo, debe de ser por eso que me
han dado un cartón con números y casillas negras junto con la copa; las
bingueras, como es de imaginar, van vestidas para la ocasión, no les falta de
nada, una gruesa capa de estuco maquillaje, pelucas que han librado ya mil
peinados, lamés, taconazos, lentejuelas y unos escuchimizados marabúes de
plumas de color de rosa, muy en su papel; una, la más alta, va ofreciendo la
bolsa con las bolitas a los espectadores, haciendo chistes de dudoso gusto
sobre cuán inocente será la mano, la otra, pelirroja encendida, está sentada con
las piernas cruzadas y va cantando los números como si no hubiera hecho otra
cosa en su vida, como el público no es muy numeroso la cosa se alarga, nadie
canta nada, ellas, no sé si para evitar el aburrimiento del personal o porque
el espectáculo está así pensado, interrumpen el juego y se lanzan sin asomo de
pudor a interpretar un tema a dúo de la Jurado y Ana Gabriel, amor callado:
...Quisiera que
entendieras, por favor, que nunca quise hacerle daño a nadie. Yo amaba y así
fue quizás como aprendí que siempre a quien amas no te ama. No debes de
quejarte sin razón, tú nunca confesaste ese cariño. Yo entiendo que nos faltó
valor de hablarnos cara a cara y sin mentirnos. Después de todo terminó aquel
amor callado, que tanto nos dañó...
En una
de sus revoleras con el marabú, una pluma rosa chicle viene a parar justo a mi
solapa, la cojo entre dos dedos, y la miro sin ningún propósito concreto.
Cuando reanudan el bingo,
un chicarrón resplandeciente en su camiseta blanca me dice: "deberías
tachar, cuando uno se encuentra una pluma es señal de buena suerte."
Probablemente por el aburrimiento, o puede que debido al mágico influjo de esos
pectorales inmaculados, voy haciendo marcas con mi cigarro sobre los números,
sin ninguna expectativa, inopinadamente las artistas repasan todos los números
que han salido y contra todo pronóstico me encuentro con que tengo línea. -
Anda, pues va y tienes razón, tengo línea. - ¿lo dices en serio? cántala -
Cántala tú, yo paso de subir y hacer el paripé. - ¡Línea! - Han cantado línea -
Repasan los números - la línea es correcta, ¿alguna línea más? seguimos para
bingo. - Siguen leyendo bolitas. El cartón está en poder de mi ya socio que se
emociona como si fuera la mismísima lotería de El Niño. - Me queda el 32, si
cantan el treinta y dos tenemos bingo, si sale éste lo cantas tú. - 21 - 14 -
17 - 32 - Bingo, tú, que tenemos bingo. Cántalo.- Hago un esfuerzo para vencer
mi educación salesiana, un torso así no se encuentra todas las noches de
noviembre. - ¡Bingo! Así que de repente me encuentro de golpe con una botella
de Freixenet - la línea - cinco mil pesetas del 89 - el bingo - y el premio
gordo: el magnífico emperador de las camisetas. Y todo gracias a una pluma,
seguramente de mi ángel de la guarda.
Dimos buena cuenta de la
botella de cava después de brindar con las trans, nos tomamos alguna copa más y
seguimos hablando y hablando, estudia arquitectura, es hijo de viuda, su padre
murió antes de nacer él, y su camiseta ilumina todo como si contuviera el mismo
sol, me cuenta de sus ganas de viajar, que sueña con ir a New York y que en su
casa vive una americana que es griega, hablamos de las casualidades, del
destino y los amuletos, yo tan escéptico y él tan convencido, y cuando le
pregunto por qué cree que estamos hablando, me sonríe y abriendo las manos
hacia la concurrencia me dice: - ¿Tú crees que hay alguien aquí que haga mejor
pareja? - Me rindo, incondicionalmente, pongo mi mano en su pecho, me sostiene
la mirada a los ojos y nos besamos sin mayores miramientos.
Salimos a la calle un poco
borrachos, de cava y de deseo, automáticamente nos dirigimos a Adonis, un cutre
antro en la calle Tres Cruces, que por aquel entonces y entre semana era
prácticamente la única alternativa a esas horas, un sitio terminal, travestís,
chaperos y noctámbulos impenitentes, con un cine porno en la planta superior
con sus filas de butacas y todo. No nos importa, el mundo es solo una circunstancia,
impelidos por un ansia irrefrenable de explorarnos, de conocernos, de
sentirnos, de tocarnos.
- Tienes que venir a casa.
- Claro, no vamos a dejar
esto aquí, o podemos ir a la mía.
- No, vamos a la mía,
verás como las casualidades existen, no te voy a contar, tú lo verás, verás
como la magia no es tan imposible.
Salimos con la urgencia
del primer encuentro, la Gran ví
a, la Plaza de La Luna y la calle del Barco,
una casona de portón importante, sin ascensor, es el último piso, en los
rellanos nos deshacemos en abrazos, la excitación se une al esfuerzo de subir
cuatro pisos junto con el alcohol, y todo esto nos lleva a un estado de
absoluta animalidad. Por fin llegamos, abre la puerta, una casa enorme, era el
taller de una peletería de postín en otros tiempos, un salón grande repleto de
maquetas de papel con edificios singulares, un recortable gigante del Empire
State, de cartón , una cocina desmesurada que da a una terraza, y al fondo de
la misma una escalera que lleva a lo que parecería un gran palomar, ¡en pleno
centro de Madriz!.
Subimos este último trecho
ya con el deseo desbordando y cuando entro y enciende la luz no puedo creer lo
que veo, colocadas con bastante criterio hay bolsas y bolsas de papel Kraft
llenas de plumas de colores.
- ¿Es mágico o no es
mágico?
- Es impresionante Miguel,
que belleza, pero claro que es mágico.
Me despierto buscando su
abrazo y no lo encuentro, ni rastro de nuestra orgía de plumas, me desperezo
intentando aclarar mis recuerdos, pero aún tengo ramalazos de sensaciones que
no han concluido, no, definitivamente no ha sido un sueño, las bolsas con su
cromático orden me lo confirman, ha debido recogerlas, además de guapo y
sensible y de tener esos pectorales perfectos y de ser el hombre al que mejor
sientan las camisetas de algodón del mundo y de ser un experto en plumas, es
ordenado. No puedo creer en mi suerte, debe de haber un solo ángel en Madriz y
voy yo, una noche lluviosa y triste, y me lo encuentro cantando un bingo,
cuando se lo cuente a la Pepa no me va a creer.
Me levanto despacio,
intentando retener todos los detalles, la vida me ha enseñado a aprehender los
momentos mágicos como este. La verdad es que tiene buen gusto, nada de
abigarramientos, las plumas le confieren a la habitación un toque irreal tan
contenidas en sus bolsas de papel marrón, por lo demás, muebles pocos y
estrictamente escogidos, un cobertor blanco y un armario enorme, hasta el suelo
de termo cerámica, tan antiguo, está limpio como si fuera nuevo, una lámpara
sueca o alemana y una mesa de dibujar con todos los "Rotring"
primorosamente clasificados, dos o tres rollos de papel y una maceta con una
planta elegante y bien cuidada, sobre la mesa una nota: en la silla tienes
toallas, he bajado a por algo de desayunar, por favor, no bajes, espera a que
vuelva y desayunamos juntos, el baño está a la izquierda.
Me cuesta ponerme bajo la
ducha, no me hago a la idea de desprenderme de su olor, el agua cae a la
temperatura perfecta, la dejo un buen rato discurrir, salgo mojado y desnudo al
dintel de la puerta, hay sol, y un ligero fresco me pone la piel de gallina, le
oigo subir, me vuelvo a la cama.
Entra con una bandeja, un
par de cruasanes y dos cafés, resplandece como anoche, definitivamente no ha
sido un sueño, deja la bandeja con cuidado, me sonríe y se me echa encima,
pegamos un polvo estupendo y mañanero, desayunamos y charlamos, se hacen las
tantas, he de marcharme, por las tardes trabajo en una galería.
- Me tengo que marchar.
- Espera, que bajo a mirar
si hay alguien.
- ¿Y eso?
- Ya te conté que vivo con
gente.
- ¿Y?
- Pues que no saben que
entiendo.
Me quedo perplejo, no
puedo tolerar, y entonces menos, semejantes actitudes.
- Puedes bajar, solo está
Simonne (esa ha de ser la americana griega) y debe estar durmiendo.
- ¿Y qué pasa si me ve?
¿Se va a asustar?
- Si te lo notan me muero.
Antes de salir cojo una
pluma, negra, ya que aquí se acaba me llevaré un recuerdo. Le doy un beso
triste, casi avergonzado.
Llego a casa y le cuento a
la Pepa, me da un abrazo, para eso somos hermanos, pero la muy borde no puede
reprimir el comentario.
- Y eso que no tienes
pluma, anda que "si te lo notan me muero" criaturita, hay que ver, en
casa del herrero cuchillo de palo.
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