sábado, 1 de noviembre de 2014

XIX - Miguel o la paradoja de la pluma



Las plumas son estructuras queratinosas de la piel de las aves. Más complejas que cualquier otro apéndice integumentario de los vertebrados (escamas, pelo, cuernos, etc.). Son fundamentales en su vuelo, pues forman la superficie sustentadora del ala. El conjunto de todas las plumas recibe el nombre de plumaje, y forma una capa densa, aislante, que protege al animal frente al agua y el frío. Las plumas tienen también otras funciones relacionadas con su color y su vistosidad, como el reconocimiento entre los miembros de la misma especie, el camuflaje, la diferenciación de sexos y el cortejo.


Madriz en esta hora precisamente incendia su cielo de un rojo imposible, la psicodelia de la polución oscila entre el anaranjado con que se despide el sol en Castilla y el violeta con que la luna comienza su ronda, la Gran Vía está desierta, casi no hay tráfico y solo algún taxi se desliza con un ruido siseante sobre la pátina de lluvia finísima que la hace brillar, los neones se desdibujan dándole un aire de ciudad fantasma. Me subo el cuello de mi Perfecto y observo la aparente inmunidad con que las mercenarias, apostadas aún en alguna esquina, afrontan el frío inmisericorde. Un borracho, él sabrá por qué, aporrea un buzón en Callao mientras maldice en un idioma pastoso que no atino a entender; cruzo Jacometrezo y me detengo a mirar unas gafas divinas de Gucci en un escaparate, enfilo la cuesta de Veneras y entro en el Ales, el portero está soplando el hueco de sus manos, para calentarlas, me saluda lacónicamente, dejo la chaqueta en el guardarropa, compongo el gesto y entro, no hay demasiada gente, más bien poca, debe ser martes o miércoles, de Noviembre, de finales de los 80, del 89 si no me equivoco, me dirijo a la barra pequeña, pido un gin tonic que maldita sea lo que me apetece, el frío se me ha instalado en los hombros y el primer trago me acaba de congelar. En el escenario dos drags sentadas en unas sillas anuncian que va a dar comienzo un bingo, debe de ser por eso que me han dado un cartón con números y casillas negras junto con la copa; las bingueras, como es de imaginar, van vestidas para la ocasión, no les falta de nada, una gruesa capa de estuco maquillaje, pelucas que han librado ya mil peinados, lamés, taconazos, lentejuelas y unos escuchimizados marabúes de plumas de color de rosa, muy en su papel; una, la más alta, va ofreciendo la bolsa con las bolitas a los espectadores, haciendo chistes de dudoso gusto sobre cuán inocente será la mano, la otra, pelirroja encendida, está sentada con las piernas cruzadas y va cantando los números como si no hubiera hecho otra cosa en su vida, como el público no es muy numeroso la cosa se alarga, nadie canta nada, ellas, no sé si para evitar el aburrimiento del personal o porque el espectáculo está así pensado, interrumpen el juego y se lanzan sin asomo de pudor a interpretar un tema a dúo de la Jurado y Ana Gabriel, amor callado:

...Quisiera que entendieras, por favor, que nunca quise hacerle daño a nadie. Yo amaba y así fue quizás como aprendí que siempre a quien amas no te ama. No debes de quejarte sin razón, tú nunca confesaste ese cariño. Yo entiendo que nos faltó valor de hablarnos cara a cara y sin mentirnos. Después de todo terminó aquel amor callado, que tanto nos dañó...
En una de sus revoleras con el marabú, una pluma rosa chicle viene a parar justo a mi solapa, la cojo entre dos dedos, y la miro sin ningún propósito concreto.

 Cuando reanudan el bingo, un chicarrón resplandeciente en su camiseta blanca me dice: "deberías tachar, cuando uno se encuentra una pluma es señal de buena suerte." Probablemente por el aburrimiento, o puede que debido al mágico influjo de esos pectorales inmaculados, voy haciendo marcas con mi cigarro sobre los números, sin ninguna expectativa, inopinadamente las artistas repasan todos los números que han salido y contra todo pronóstico me encuentro con que tengo línea. - Anda, pues va y tienes razón, tengo línea. - ¿lo dices en serio? cántala - Cántala tú, yo paso de subir y hacer el paripé. - ¡Línea! - Han cantado línea - Repasan los números - la línea es correcta, ¿alguna línea más? seguimos para bingo. - Siguen leyendo bolitas. El cartón está en poder de mi ya socio que se emociona como si fuera la mismísima lotería de El Niño. - Me queda el 32, si cantan el treinta y dos tenemos bingo, si sale éste lo cantas tú. - 21 - 14 - 17 - 32 - Bingo, tú, que tenemos bingo. Cántalo.- Hago un esfuerzo para vencer mi educación salesiana, un torso así no se encuentra todas las noches de noviembre. - ¡Bingo! Así que de repente me encuentro de golpe con una botella de Freixenet - la línea - cinco mil pesetas del 89 - el bingo - y el premio gordo: el magnífico emperador de las camisetas. Y todo gracias a una pluma, seguramente de mi ángel de la guarda.

Dimos buena cuenta de la botella de cava después de brindar con las trans, nos tomamos alguna copa más y seguimos hablando y hablando, estudia arquitectura, es hijo de viuda, su padre murió antes de nacer él, y su camiseta ilumina todo como si contuviera el mismo sol, me cuenta de sus ganas de viajar, que sueña con ir a New York y que en su casa vive una americana que es griega, hablamos de las casualidades, del destino y los amuletos, yo tan escéptico y él tan convencido, y cuando le pregunto por qué cree que estamos hablando, me sonríe y abriendo las manos hacia la concurrencia me dice: - ¿Tú crees que hay alguien aquí que haga mejor pareja? - Me rindo, incondicionalmente, pongo mi mano en su pecho, me sostiene la mirada a los ojos y nos besamos sin mayores miramientos.

Salimos a la calle un poco borrachos, de cava y de deseo, automáticamente nos dirigimos a Adonis, un cutre antro en la calle Tres Cruces, que por aquel entonces y entre semana era prácticamente la única alternativa a esas horas, un sitio terminal, travestís, chaperos y noctámbulos impenitentes, con un cine porno en la planta superior con sus filas de butacas y todo. No nos importa, el mundo es solo una circunstancia, impelidos por un ansia irrefrenable de explorarnos, de conocernos, de sentirnos, de tocarnos.

- Tienes que venir a casa.
- Claro, no vamos a dejar esto aquí, o podemos ir a la mía.
- No, vamos a la mía, verás como las casualidades existen, no te voy a contar, tú lo verás, verás como la magia no es tan imposible.
Salimos con la urgencia del primer encuentro, la Gran ví
a, la Plaza de La Luna y la calle del Barco, una casona de portón importante, sin ascensor, es el último piso, en los rellanos nos deshacemos en abrazos, la excitación se une al esfuerzo de subir cuatro pisos junto con el alcohol, y todo esto nos lleva a un estado de absoluta animalidad. Por fin llegamos, abre la puerta, una casa enorme, era el taller de una peletería de postín en otros tiempos, un salón grande repleto de maquetas de papel con edificios singulares, un recortable gigante del Empire State, de cartón , una cocina desmesurada que da a una terraza, y al fondo de la misma una escalera que lleva a lo que parecería un gran palomar, ¡en pleno centro de Madriz!.

Subimos este último trecho ya con el deseo desbordando y cuando entro y enciende la luz no puedo creer lo que veo, colocadas con bastante criterio hay bolsas y bolsas de papel Kraft llenas de plumas de colores.

- ¿Es mágico o no es mágico?
- Es impresionante Miguel, que belleza, pero claro que es mágico.

Plumassier: Un término que parece algo en desuso hoy día para designar el trabajo con las plumas, pero que, en este mágico lugar tuvo lugar durante años. Me explica que encontró todas estas bolsas así como ahora están porque las plumas han de protegerse, como productos naturales que son, de la luz, de la humedad y de las polillas en materiales todo lo naturales posible como el papel o la madera. Bien conservadas las plumas son casi imperecederas, es probable que hubiera algunas con más de un siglo. Plumas con nombres exóticos, que en realidad tienen un origen mucho más prosaico, como el marabú, que no es más que plumón de pavo, que si así se llamase tendría tan poco glamour, me cuenta mi príncipe de los ángeles. Plumón de pavo es también la pluma de cisne, me dice mientras acaricia mi vientre con una de ellas, una pluma muy apreciada por su suavidad, su calor y su aspecto un poco como de piel, con esta es con la que se hacían las boas...
 
Sus labios que me abarcan se me antojan ya con tacto de pluma. De gallos, ocas, faisanes y avestruces, de sitios lejanísimos, lavadas, teñidas, afinadas o rizadas, las lanzamos a puñados sobre nuestros cuerpos y nos sumergimos fuera ya de toda lógica en una embriaguez de lujuria multicolor hasta que ya bien avanzada la mañana nos rendimos al sueño y a la fatiga.

Me despierto buscando su abrazo y no lo encuentro, ni rastro de nuestra orgía de plumas, me desperezo intentando aclarar mis recuerdos, pero aún tengo ramalazos de sensaciones que no han concluido, no, definitivamente no ha sido un sueño, las bolsas con su cromático orden me lo confirman, ha debido recogerlas, además de guapo y sensible y de tener esos pectorales perfectos y de ser el hombre al que mejor sientan las camisetas de algodón del mundo y de ser un experto en plumas, es ordenado. No puedo creer en mi suerte, debe de haber un solo ángel en Madriz y voy yo, una noche lluviosa y triste, y me lo encuentro cantando un bingo, cuando se lo cuente a la Pepa no me va a creer.
Me levanto despacio, intentando retener todos los detalles, la vida me ha enseñado a aprehender los momentos mágicos como este. La verdad es que tiene buen gusto, nada de abigarramientos, las plumas le confieren a la habitación un toque irreal tan contenidas en sus bolsas de papel marrón, por lo demás, muebles pocos y estrictamente escogidos, un cobertor blanco y un armario enorme, hasta el suelo de termo cerámica, tan antiguo, está limpio como si fuera nuevo, una lámpara sueca o alemana y una mesa de dibujar con todos los "Rotring" primorosamente clasificados, dos o tres rollos de papel y una maceta con una planta elegante y bien cuidada, sobre la mesa una nota: en la silla tienes toallas, he bajado a por algo de desayunar, por favor, no bajes, espera a que vuelva y desayunamos juntos, el baño está a la izquierda.
Me cuesta ponerme bajo la ducha, no me hago a la idea de desprenderme de su olor, el agua cae a la temperatura perfecta, la dejo un buen rato discurrir, salgo mojado y desnudo al dintel de la puerta, hay sol, y un ligero fresco me pone la piel de gallina, le oigo subir, me vuelvo a la cama.
Entra con una bandeja, un par de cruasanes y dos cafés, resplandece como anoche, definitivamente no ha sido un sueño, deja la bandeja con cuidado, me sonríe y se me echa encima, pegamos un polvo estupendo y mañanero, desayunamos y charlamos, se hacen las tantas, he de marcharme, por las tardes trabajo en una galería.

- Me tengo que marchar.
- Espera, que bajo a mirar si hay alguien.
- ¿Y eso?
- Ya te conté que vivo con gente.
- ¿Y?
- Pues que no saben que entiendo.

Me quedo perplejo, no puedo tolerar, y entonces menos, semejantes actitudes.

- Puedes bajar, solo está Simonne (esa ha de ser la americana griega) y debe estar durmiendo.
- ¿Y qué pasa si me ve? ¿Se va a asustar?
- Si te lo notan me muero.

Antes de salir cojo una pluma, negra, ya que aquí se acaba me llevaré un recuerdo. Le doy un beso triste, casi avergonzado.
Llego a casa y le cuento a la Pepa, me da un abrazo, para eso somos hermanos, pero la muy borde no puede reprimir el comentario.
- Y eso que no tienes pluma, anda que "si te lo notan me muero" criaturita, hay que ver, en casa del herrero cuchillo de palo.


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