lunes, 3 de noviembre de 2014

XLV - Ciberia o la virtual intimidad del detalle




La ciencia, que ignorante, nos regala
los amigos tan amigos, más leales que virtuales,
conectados a la red de la ternura ilimitada,
a este abrigo de retazos cibernéticos
que tejemos día a día, tecleando
letra a letra, byte a byte, nuestro abrazo,
tan real
tan virtual
tan sincero


Bruno Kampel



La verosimilitud se encuentra en el detalle.

A. Chejov


El detalle otorga la prueba de la realidad, concretiza el relato imaginado o, exactamente, lo cose físicamente a sus pormenores. El valor del detalle tiene una doble adscripción: su pertenencia a la verdad por un lado y la simulación de lo verdadero por otro, tal como se hace en los buenos relatos literarios, en los ricos relatos musicales o en la pintura interesante.

Como cada agosto, una lluvia de meteoritos viene a visitarnos y nos regala un espectacular show estelar. Este año, el cielo tuvo a bien programarlo entre los días 11 y 18 de agosto a partir de las 22:00 h, que es una hora muy propia para este tipo de eventos, aunque el día cumbre será esta noche a partir de las 23.00. La principal atracción de este año es que no habrá luz lunar, lo que permitirá visualizar el fenómeno mucho mejor, sobre todo si nos alejamos de las luces de la ciudad. Ya sabemos que en esta Villa las calles, refulgen más y más a medida que la noche se traga a la tarde, como la tarde se tragó a la mañana y las estrellas se toman un moscoso, pactado por convenio con Iberdrola. La luna no se pronuncia que para eso hoy precisamente está bronceándose en una playa ultramarina.

Desde siempre los hombres y las mujeres, y quién sabe si los murciélagos y hasta los cocodrilos hemos venido observando en el cielo de Agosto esta cascada de estrellas fugaces llamada Perseidas. Aunque lo cierto es que se ha moderado mucho y en estos días tan poco proclives a la lírica presenta niveles de actividad normales, es decir, unas 100 estrellas fugaces a la hora, eso si elegimos un buen palco donde se vea bien y lo pillamos en su apoteosis, sigue siendo la favorita de los amantes, y no tan amantes, de la astronomía debido a lo atractivo que resulta salir al campo a observar el cielo estrellado en los meses de este verano tórrido, en el que el clima es un actor secundario y cincuentón.

Las Perseidas reciben este nombre porque su radiante punto imaginario donde se cortan las prolongaciones hacia atrás de los trazos meteóricos, se encuentra en la constelación de Perseo, aquel héroe que mató a Medusa y a su abuelo, a la una por amor, o porque era intransigente con su espantoso peinado, que hay estilismos que se lo merecen, y al otro por accidente, que hay que ver cómo les trataba el destino entonces a esos griegos, cosas de los dioses y las diosas, que no tenían televisor.

También suelen denominarse Lágrimas de San Lorenzo porque se celebra la festividad de San Lorenzo el 10 de agosto, que es también la noche de la fiesta de Lavapiés, dudo entre irme a ver las estrellas, sin segundas, o acercarme a Lavapiés, que está al ladito, abro mi blog, miro mis amigos y me encuentro la despedida de Ciberia, las casualidades se dan empujoncitos unas a otras como intentando ganar protagonismo ante las intenciones, que han perdido el norte, así que me decido por la cosa de la fiesta, con la vaga esperanza de encontrarla y poderle estampar dos besos y así agradecerle los buenísimos momentos que me ha hecho pasar este año.

Si Madriz se riza el tupé chulapo con una z, seguro que Victoria Kent ha tenido mucho menos que ver que Ciberia a la hora de darle "Colcrem", en ese detalle también coincidimos, es muchísimo mejor acabarlo con la z, sacando un poquitín la lengua, como con descaro cheli, y no esa d grandilocuente, que se queda amagada con pudor de gran dama en el quicio de los dientes, esa se queda para el barrio de Salamanca, o desterrada en las Rozas o en Montepríncipe, tan comedida y tan correcta, mi estética no me la permite, mi estética no llama precisamente a interpretar a una maestra de provincias. Así que hago acopio de la juventud que me queda, un poco en la ingle, y otro poco en la comisura de la boca, me pongo una camisa preciosa y excesiva de Custo, enfilo por la calle del Reina Sofía para abajo y bajo la cuesta con entusiasmo mientras cavilo sobre estas cosas de la amistad virtual.

El horizonte de una amistad virtual es racionalmente indistinguible. Nadie ni por asomo puede pronosticar el alcance de una amistad que se ciñe estrictamente a un monitor, tiene algo de insensatez y de aventura.

Un blog es un reducto de egocentrismo globalizado, el sonrojo de la discreción, un diario sin candado, una mesa de operaciones emocional, una memoria externa o la copia de seguridad de nuestros recuerdos relevantes. La seducción, la del blog, naturalmente, también, es mostrar y ocultar, qué si no, desalojar el pudor al aplauso, que pesa lo suyo. Por tanto la posibilidad de concretar un conocimiento de esta coctelera siempre me da cierto vértigo, por un lado la curiosidad y la confianza en mi criterio, que para algo uno ya atisba el medio siglo, por otro la incómoda manga ancha de mi optimismo, joder, con la ambivalencia, con eso de que soy libra me persigue desde que me recuerdo, otra vez las estrellas.

Compensará, la verdad a la larga siempre recompensa, es emocionante la verdad, te proporciona una sensación efímera de poder y placer, como un polvo rápido en el baño de un garito con un desconocido. Aunque la probabilidad de encontrarla entre tanta gente no deje de ser una más de mis descabelladas esperanzas, una excusa para volver a tomarle el pulso a este pedazo de Madriz que es como un puzle cuesta abajo, una ensalada de acentos y de colores, el mundo en una plaza, maravilloso y absurdo, metro, reza un cartel ¿habrase visto mayor despropósito?

La tarde se despereza en tonos anaranjados, que sientan tan bien a la cara, los atardeceres de Madriz son bellísimos y te pueden llenar los ojos de lágrimas como sólo sucede cuando algo te emociona de verdad, el contenedor rojo brillante con que han ampliado el museo se exhibe como un gigantesco regalo, es una enorme caja de charol rojo que pregona a quien quiera oírlo, lo precioso de lo que guarda, el color del amor y de lo prohibido, uno es lo bastante inteligente como para languidecer por los rincones del glamour.

Llego a la fuente, las gotitas que atomiza se agradecen, y se ve la verbena, una bofetada de olor a fritura: ¡gallinejas y entresijos!, la poesía se me trastabilla, hay rotundidades que no dejan lugar a la literatura, gallinejas y entresijos, en la época de la cocina desestructurada, de los fuás con puré de mango y cebollas moradas caramelizadas, en el siglo de Arzak y de Adriá, es como tropezar con la boca del túnel del tiempo, vísceras de cordero aviadas, fritas y refritas, en un cucurucho de papel de estraza con un buen puñado de sal, será muy castiza la cosa, pero la verdad es que no encuentro el valor suficiente para enfrentarme a semejante desafío.

Dos eméritas chulapas flanquean a una más joven con rasgos orientales, seguramente china y seguramente adoptada, que luce con el mismo salero que sus casticísimas acompañantes un espléndido mantón de Manila, mientras los africanos venden yeso como si fuera farlopa y los marroquíes venden henna como si fuera chocolate, hoy han dejado los bisnes y se dedican a jugar al bingo en una tómbola, el premio gordo es una televisión, una parejita devora un costillar de cerdo en un plato de plástico con un cubo de tinto de verano, a bocao limpio, señoras con cardados imposibles charlan animadamente con muchachos de piercings épicos, por lo que veo el amor fluye, será el beneficioso influjo de las estrellas. El amor verdadero es una especie en extinción, una leyenda urbana, algo de lo que todo el mundo habla pero nadie ha conocido.

Desde luego cuando lo ves ante tus ojos lo reconoces (y te mueres de envidia). Me siento en la última esquina, en un banco que no permite que me coloque en el extremo, casi me caigo al hacerlo, hago palanca y el lado opuesto se levanta y cae a plomo con un estruendo bastante escandaloso, el público de alrededor pierde un momento su atención a las montañas de calamares y patatas y me miran entre divertidos y compasivos, un percherón me pregunta si me he hecho daño y me da una lección de física elemental sobre palancas y distribución del peso, me adelanto y le cuento que las vistas, así, de soslayo, son mejores.

Mientras le ofrezco mi clara fresquita de litro, siempre fui de vísperas y algo excesivo cuando me asomo a un precipicio precedido por unos ojos rasgados y remarcados por debajo. Mientras suena la orquesta "contacto" y nuestra conversación discurre con desparpajo, nos levantamos y conforme nuestras palabras nos van descubriendo la verbena nos posee, disparamos botes sin éxito, nos reímos del destino de la flor en la frente de las chulapas, tan sola como un pulpo en un garaje, bebemos algunos tanques más, nos fumamos todas nuestras existencias de petards y bailamos hasta perder el contorno de nosotros mismos, me acompaña cuesta arriba, de regreso, un “nos vemos” que se quedó flotando en el aire un rato largo y que dejó, al desaparecer, un olor a ilusión chispeante. Me encantaron su dulzura, su sabor y su mirada triste, pero tuvimos que despedirnos ahí.

Al llegar a casa el felpudo donde me suelo sacudir la soledad sonríe cómplice, me quito la camisa de Custo que huele a fritura una barbaridad, seguro que esos humos han ayudado a que la capa de ozono parezca hecha de raso negro con el forro rojo, me doy una ducha rápida y refrescante y me siento al ordenador, el sonido de las teclas actúa de diapasón, que afina mis emociones. En el monitor una página azul ilusión con el texto que te metió en mi alma:


"Mi ombligo bostezó y de su boca salió un suspiro que huyó despavorido, yendo a parar a la superficie lunar y cóncava de mi axila, en cuyas paredes retumbó tres a cuatro veces dejando un olor intenso y dulzón. Luego de que el sol y la luna se cruzaran miradas ávidas de deseo me tumbé otra vez en la cama y me volví a quedar dormida".
¿Quién coño anda por el mundo con unos pies de gato puestos?


No hay comentarios:

Publicar un comentario