sábado, 1 de noviembre de 2014

XIV - LuisaMari o por el mar corren las liebres



Hemos de procurar no mentir mucho.
Sé que a veces mentimos para no hacer un muerto,
para no hacer un hijo o evitar una guerra.

De pequeña mentía con mentiras de azúcar,
decía a las amigas: "Tengo cuarto de baño"
-mi casa era pobre con el retrete fuera-.
"Mi padre es ingeniero" y era sólo fumista,
pero yo le veía ingeniero ingenioso!

Me costó la costumbre de arrancar la mentira,
me tejí un vestido de verdad que me cubre,
a veces voy desnuda.
Desde entonces me quedo sin hablar muchos días.

Gloria Fuertes




La recuerdo desde niños, el autobús de nuestros colegios paraba en el mismo sitio, en una explanada delante de la iglesia del barrio; los niños sin uniforme, para eso los Salesianos eran bastante relajados; las niñas de azul marino, no tenían tanta suerte con las Teresianas. Tendríamos ocho o diez años y ellas eran prácticamente el enemigo, incomprensibles, igualitas y niñas al fin y al cabo, a esa edad, y sobre todo para los que no teníamos hermanas (la mía era un bebé) nos parecían como de otro planeta, lloraban por cualquier cosa y se reían por secretos que se decían al oído y daban la impresión de que nos tenían en la diana de sus risitas, porque no eran carcajadas, eran risitas; nada que ver con las mayores que tenían esas piernas tan carnales bajo sus calcetines blancos aunque protegieran su pudor apoyando las carpetas sobre el pecho. Las niñas eran bobas, eso nos parecía y librábamos con ellas una especie de guerra infantil, ellas tenían el arma secreta de su risita, pero un punto débil, la falda, plisada y monjil, si les levantabas la falda se les cortaba la risita en seco y se ofendían con una furia terrible, era el juego de todos los días mientras venía el autobús, todas las niñas contra la pared, con la falda bien pegada y los niños haciendo razzias a todo correr para levantarles un poco la falda, no era nada sexual, todavía esas cosas nos parecían inalcanzables y poco atractivas, era una especie de juego de guerra; pero entre todas ellas estaba LuisaMari, guapa, rubia, un poco gordita, con una melena rubia cuidadísima peinada impecablemente en dos coletas con dos lazos de raso azul marino, era la jefa, se notaba, la que disponía a las demás en su estrategia defensiva, no hablaba mucho, pero irradiaba una especie de invulnerabilidad que nos impedía levantarle la falda. A ella, a LuisaMari, sólo nos atrevíamos a tirarle de los lazos de las coletas, muy seria se los volvía a hacer y nos amenazaba con que un día llamaría a sus hermanos, que eran mayores y nos darían lo nuestro.

Cuando ya tuve edad para ir al colegio andando solo la veía de vez en cuando, la vi crecer, sin hablar nunca con ella, manteníamos una especie de magnetismo aversivo, nos mirábamos pero jamás cruzamos palabra.
Pasaron los años...Valencia, Madrid... y volví a Alicante a montar un Pub, Buba se llamaba, un sitio moderno como el que más, donde se juntaba cualquier tipo de gente, desde la tuna a los travestis de la plaza de correos, desde las chicas más cañeras a los maris más extremos, en el Buba yo era el encargado y ponía la música, los INX, Shakespear's Sister, Bananarama... y todos mis discos de la movida madrileña, la Pepa estaba en la puerta, era el mejor para detectar problemas y conocía a todo el mundo, pero nos faltaba una chica, no queríamos un florero, queríamos una chica con una imagen fuerte, que le imprimiese carácter a la barra, así que convocamos una especie de casting una tarde, se presentó como una docena y entre todas ellas había una fantástica, una rubia con un cardado imposible, un vestido amarillo limón con una falda de escasamente un palmo y un tonelaje importante con unas importantísimas tetas, la Pepa y yo no nos lo pensamos, nos encantó, era una mezcla entre Mae West y Peggy de los teleñecos.

- Oye que parece que nos hemos decidido y tu rollo nos encanta.
- Lo sabía
- Vaya, que seguridad, ¿y eso?
- ¿No te acuerdas de mí?
- No caigo, pero es que he vivido unos años fuera.
- Soy LuisaMari
El caso es que el nombre me sonaba, pero de dónde iba yo a pensar...
- Pues chica, no caigo.
- Tú eres Lou, el que me tiraba de los lazos de las coletas
- Ay va, no jodas, ahora que lo dices...sí, claro.
- Pepa, esta es LuisaMari, nos conocemos desde pequeños.
- Ya sabía yo que os teníais que conocer, me extrañaba que no controlaras tú a una flor del paraíso como ésta.
- Me tenía acojonado con sus hermanos.
- Es que, perdóname, pero erais bobos, mis hermanos ahora son enormes, pero entonces no tenían más que dos o tres años.
- O sea que era mentira
- En legítima defensa


Lo de LuisaMari y las mentiras era algo artístico y natural, ella mentía por todo y sobre todo, fantaseaba con una impudicia que jamás he observado en nadie, y eso que he conocido y conozco grandísimos mentirosos, pero nadie, ni por asomo, se le acerca. Toda mentira de importancia necesita un detalle circunstancial para ser creída y LuisaMari los bordaba, para alguien que no la conociera lo difícil de creer era lo extremo de su capacidad fabuladora, contaba que se había separado de su marido porque la agredía con una catana, probablemente producto de su admiración por las películas de Steven Seagal, que su padre, taxista, tenía cuarenta taxis, que era la única heredera de una inexistente tía francesa multimillonaria pero que su familia había urdido un complot para disponer de su herencia...Y aunque todo era mentira nos dispusimos a quererla, no era ningún problema, una vez que nos acostumbramos, el problema no es que nos mientan. El problema es que les creamos.
Sin ella saberlo, era un personaje, aparte de trabajar con nosotros en el Buba, lo hacía para una compañía de esas que se encargan de proporcionar asistencia cuando se produce un fallecimiento, "Ocaso" se llamaba, y de vez en cuando tenía guardia; iba siempre pertrechada con un "busca", los móviles no se habían inventado, con el bar lleno de gente, su cardado de tres pisos, sus escotes dieciochescos y sus miniminifaldas... y le sonaba el busca, sin perder la sonrisa se bajaba el cardado, atenuaba el maquillaje, se colocaba un discretísimo sastre azul marino, que tanto me recordaba a su uniforme de teresiana, y se iba a encargarse del muerto. Era completamente surrealista, en aquellos años tan psicotrópicos, de repente, como si fuera una súper heroína, pasaba de ser la más moderna a ser una eficaz funeraria, esto produjo alguno de los momentos más hilarantes de mi vida. Recuerdo en una ocasión que teníamos una fiesta de las tantas que celebrábamos en el local, que la avisaron de que se habían producido dos decesos en el mismo hospital y debía trasladar a uno de ellos a Alcoy, dispuso a los de la funeraria "La Siempreviva", que también tiene guasa, y se montó en el coche fúnebre con ellos, localizan el domicilio en Alcoy, bajan el ataúd y lo colocan en una salita para el velatorio, llantos y pésames, se acerca una señora.

- Perdone, ¿es usted la del Ocaso?
- Sí, es usted su hija.
- No soy su nuera, si lo ve la hija se muere también.
- No me diga ¿era muy joven?
- No era muy mayor, pero no es mi suegra quien está en el ataúd.
- ¿Como que no? Es que, sabe usted, los cadáveres cambian mucho la expresión
- Pues será, señorita, pero le digo yo que ese señor no es mi suegra.


Habían equivocado el muerto con el colocón.

Ella vino que ni tan fresca, muerta de risa, con los funerarios, que dieron fe, si no, no le habríamos creído, a invitarles a una copita para pasar el sofocón, se volvió a maquillar, se cardó, se colocó su vestido de walquiria y, hala, a poner copas.
Nos hicimos íntimos, era mi taxista del amor, como yo no podía llevar a ningún amante a casa ya que en esos momentos vivía otra vez con mis padres, ella en su Corsa blanco, nos llevaba animosamente a una casa que tenía su familia en el campo y que usábamos como meublé, jamás me falló, fue siempre amabilísima con cada cual, sin dejar de obsequiarle con una andanada de trolas, y a todo el mundo les parecía fascinadora, nosotros que ya la queríamos, no solíamos ponerla en evidencia, sólo cuando la bola era ya tremebunda o nos afectaba personalmente, ni así, en esas ocasiones ella tenía varias frases ad hoc que desenvainaba con su natural desparpajo: "Mentiroso no es lo contrario de sincero, pero sincero si es lo contrario de mentiroso". "Creo que los sueños son las únicas mentiras que se pueden realizar". "La mentira es un triste sustituto de la verdad, pero es el único que se ha descubierto hasta ahora". Con estas lindezas se quedaba tan pancha y jamás se le canteaba un milímetro su sonrisa, la pillaras lo in fraganti que la pillaras.
En realidad creo que no era, pese a su oronda felicidad, feliz, porque en todo fabulador compulsivo el personaje suplanta al yo, con lo que su personalidad se instala en una base inauténtica muy peligrosa, porque los halagos, impresiones y valoraciones que arranque a los demás con sus tretas, en realidad nunca los podrá saborear, porque sabe que no están dirigidos al Yo auténtico, sino al falso, con lo cual no logra sentir lo que le gustaría sentir: sus dobles vínculos impiden que los placeres le lleguen.

Como la sed de mérito nunca se sacia por este procedimiento cada vez está el mentiroso más descarriado e insatisfecho y más encuentra motivos para curarse con la medicina que le agrava.

La Pepa me lo decía: la quiero mucho, pero paso, hace daño a los demás y es cuestión de tiempo que nos lo haga a nosotros... Pero era tan divertida y tan amable que realmente nos hicimos amigos de verdad, y yo estaba encantado con mi status, me mentía sólo la quinta parte que al resto del mundo, pero la conocía tanto que casi nunca me engañaba.

Pasaron los años y la vida fue rebotándonos a cada cual por su camino sin que perdiéramos el contacto, cuando decidí instalarme en Madrid LuisaMari quiso venir y yo, pese al riesgo, acepté; habíamos estado viéndonos sólo de cuando en cuando en los últimos tiempos y añoraba su compañía, había encontrado una casa de alquiler, enorme, impresionante, isabelina, que necesitaba una reforma importante y su ayuda me venía como anillo al dedo, entonces ella trabajaba para una muy importante constructora, así que nos pusimos, nunca mejor dicho, manos a la obra, un desembolso importante y muchísimo trabajo, como me encanta la cosa manual, excepto lo muy técnico, nos encargamos de hacerla nosotros personalmente, un trabajón, una barbaridad de trabajo, tirar paredes, hacer la instalación eléctrica, pulir la tarima, cocina, baño, pintura, cortinas... ni sé, trabajamos como bestias y cuando, por fin, estábamos acabando, caí enfermo, de repente, sin avisar, muy enfermo, hospital, mi cuerpo que se rebeló de golpe y todo a la vez... no sabíamos que era, pero yo estaba realmente mal, y a los tres días de estar internado, grave, la noticia, soy seropositivo,
.
Presento una protoinfección y mis más crudos presagios se hacen realidad. Mi familia, mi pareja, la Pepa, LuisaMari, todos, me apoyaron de tal forma que no acabé de dejarme morir, la verdad es que ahora ya hace doce años pero fue un shock, todos mis amigos con el mismo problema habían muerto, y, francamente, mi capacidad de sufrimiento es muy limitada, pero respondí al tratamiento y me dieron el alta. Claro, una cosa así te cambia la concepción de las cosas y me volví mucho más sensible a la limpieza de espíritu, la medicación, que ya cambiaron, era terriblemente tóxica, se me instaló un insoportable sabor a hojalata debajo de la lengua, perdí mi masa muscular y mi jovialidad, me volví miedoso y sobre todo, estaba convencido de que me iba a morir. Con lo que habíamos trabajado en la casa... y tenía un contrato a mi nombre que sólo se podía subrogar a mi cónyuge, era antes de la era Zapatero, así que se iba a quedar la reforma mi casero, me obsesioné y la idea vino sola. Una triste mañana de verano nos fuimos los cuatro al juzgado y nos casamos LuisaMari y yo, con la Pepa y el santo de mi pareja como testigos, una comida en Lucio para celebrarlo y hasta ahí el matrimonio, se suponía que era una cosa triste y privada, desesperada.

Nada de nada, LuisaMari en casa era mi amiga de siempre, pero fuera se dedicó a propagar versiones, a cada cual más desafortunada de nuestro pírrico idilio, como es obvio no morí, aquí estoy sano como una manzana, con mis controles, pero estupendo, y aprovecho por si hay alguien en mi circunstancia clínica para brindarle mi apoyo, creo que la normalidad y una actitud responsable son la salida más digna y la única que yo he encontrado para conseguir el valor necesario. Como iba diciendo, mi entonces legalmente esposa se dedicó a contar a los cuatro vientos que había conseguido "reformarme" y que éramos una feliz pareja, sin decirme ni pío, tanto fue el cántaro a la fuente que al final me enteré, nos enteramos, y fue el principio del fin, la relación se deterioró a la misma velocidad que se recuperó mi salud y llegó un momento que no tuve más remedio que poner fin a nuestra convivencia, lamentable, doloroso, pero definitivo. Interpuse una demanda de divorcio, me citan en los juzgados de Plaza Castilla, ella no se presenta, aparece su abogado y ante mis atónitos ojos ella reclama nulidad aduciendo que le oculté mi condición de homosexual y seropositivo hasta después del matrimonio, LuisaMari, mi taxista de l'amour, que conocía a todos mis amantes de los últimos quince años, que había estado conmigo en el hospital, que era amiga de la Pepa y de mi pareja.... Fue el final, ahí rompí definitivamente con ella, ya no era una mentira, es que nunca más podría confiar en ella, ¿hablábamos de deslealtad?....

Hace un mes recibo una carta desde la ciudad penitenciaria de Soto del Real, comienza así:
Hace mucho tiempo me enseñaste que "lo que permanece, es la esencia del perfume" y ahora, más que nunca tiene pleno sentido en los momentos que más me ataca la soledad, y créeme si te digo que son muchos, esos recuerdos y esas vivencias son mi mejor compañía ¿Cuándo acabará esta pesadilla? No lo sé, pero cada día que pasa, pesa más..............
Hasta ahí la han llevado sus mentiras, yo, Luisa, te sigo teniendo cariño, no puedo, aunque quiera, borrarlo, pese a ti.








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