El hombre es un animal de
costumbres pero no hay que olvidar que la costumbre mata al hombre.
Los Sims (The Sims) es un
juego de estrategia y simulación para computadoras, creado por el diseñador
Will Wright y distribuido por Maxis.
La primera versión vio la
luz en febrero de 2000 y desde entonces más de 16 millones de copias legales, y
por lo tanto muchas más ilegales, se han distribuido en todo el mundo, siendo
el más vendido en la historia de los videojuegos de PC. El éxito de este tipo
de juego se basa en su filosofía creativa de aplicar teorías científicas para
el diseño de simuladores de vida, ya sea de una ciudad, un planeta, un
hormiguero o, como en Los Sims, un barrio.
Los Sims es el primer
juego de esta categoría en el que cada ser vivo tiene personalidad propia y se
controla individualmente de forma directa. El juego consiste en crear
personajes Sims y "construirles" una vida, concretar sus
aspiraciones, cumplir sus sueños,etc. El juego permite diseñarles a los Sims
una casa y abastecerlas con todos los objetos que se requieran para satisfacer
sus necesidades. Los Sims poseen un modo libre (Libre Albedrío) en donde los
Sims realizan sus actividades por sí solos, en donde también puede intervenir
el jugador dándole órdenes, las cuales serán respetadas o no por los Sims. El
jugador deberá satisfacer las necesidades básicas de los Sims, como comer,
dormir y bañarse, entre otras. Para sustentar la economía de la casa, los Sims
deberán buscar trabajo y ganar Simoleones (la ficticia moneda en el mundo sim),
el juego ofrece una variada línea de trabajos, y el personaje podrá ir
promoviéndose en su cargo dependiendo de las habilidades que tenga y la
cantidad de amigos.
No hay un verdadero
objetivo en el juego, ya que los Sims nunca mueren a no ser que se queden sin
movimiento, los envenenen, los muerda su perro, se caigan del edificio, un
asesino en serie los mata (versión solo vista en los sims2 nigth life) se
ahoguen, se quemen, se electrocuten o les agarre un virus (contraído de la mascota
cerdo de guinea, que solo puede suceder si no se limpia su jaula). Además los
niños pueden ser enviados a la escuela militar si sus notas son malas. Si
llegan a ser enviados a la escuela militar los niños nunca volverán a la
familia. Los Sims tienen su idioma propio, el Simlish, intérpretes de
reconocido prestigio han grabado versiones en simlish de sus temas más famosos.
El jugador identifica a su Sim porque sobre su cabeza aparece un símbolo con la
apariencia de un diamante de color verde brillante, que irá cambiando de tono
hasta alcanzar el rojo dependiendo de su estado.
En el 2002, Los Sims,
consiguió un récord mundial de ventas, superando al famoso juego Myst.
La rutina es una costumbre
arraigada o un hábito adquirido por mera práctica que permite hacer las cosas
sin razonarlas, de alguna manera nos impide ser conscientes del momento
presente.
Leandro Francisco Javier
Elías Fernández Caballero Díaz de Miguel, ahí es nada, y su sangre es de lo más
moliente, pero han querido el destino o la fatalidad, que cada cual contempla
estas cosas según su criterio, que viniera a nacer en Herencia, una villa de
Ciudad Real, en el Priorato, pegadita a la provincia de Toledo, en la que por
alguna extraña coincidencia, quizá por su nombre, hay una proliferación
inaudita de apellidos compuestos. Lo de los nombres de Leandro, a partir de
ahora le llamaré Leandro para abreviar, fue una cosa de su madre, bueno de su
madre y su tía Visi, que eran las dos muy redichas, y como era el primero y
habían sido un embarazo y un parto de lo más fatigoso, no quisieron dejar de
cristianar a la criatura sin imponerle el nombre del otro abuelo y del padre,
por si acaso, y es que en eso sí que eran muy suyos, el hijo mayor había de
llamarse como el abuelo paterno, el segundo como el materno, y el tercero como
el padre. Hicieron bien, porque tuvo dos hermanas más y no habría tenido perdón
de dios que por no torcer la costumbre una se hubiese llamado Francisca Javiera
y la otra vaya usted a saber cuál será el femenino de Elías.
Leandro creció entre
faldas, que a su padre, D. Elías, se lo llevó una neumonía cuando el niño tenía
nueve años, tuvo una infancia intensiva, hubo de ir al colegio sin faltar
ningún día porque había de convertirse en un hombre de provecho, pero como era
el único hombre de la casa también tenía que ir al campo, a segar el trigo y a
ocuparse del huerto y ayudar a las mujeres con la barrilla, el salicor y hasta
del azafrán. Sólo la semana de carnaval le daban suelta, que hasta salió
de jineta un año, (las jinetas son los niños, dos por lo general, que
representan a los gremios) con un traje de príncipe que ríete tu del del
cuento, le daba un poquitín de vergüenza, pero anda que no estaba guapo con esa
seda azul ducados y esas pasamanerías de oro y ese sombrero de terciopelo,
hasta llevaba una pluma de faisán y todo. Era, con un primo segundo suyo, el
abanderado de los hortelanos, y a donde va a parar, porque Sindo, Gunmersindo
se llamaba el primo, que lo de esta familia con los nombres es para echarles de
comer a parte, aunque también iba hecho un brazo de mar era más bien gordito y
llevaba gafas de culo de vaso, así que todos y, sobre todo, todas no hicieron
más que decirle guapo, y que que bonico era toda esa semana, nunca estuvo
Leandro más cerca de la gloria que esa semana de carnaval de 1974.
Herencia tiene un carnaval
de lo más peculiar, no voy aquí ahora a contar todo lo que lo hace especial,
que no es el objeto de este escrito, pero sí, para que se comprenda mejor la
trama, daré unos cuantos apuntes: para empezar he de decir que es uno de los
pocos que consiguió dar al traste con la prohibición franquista, argumentando
cierto carácter religioso, está tan arraigado y se espera con tanta impaciencia
que comienza una semana antes que en el resto de municipios con un día al que
llaman domingo de las deseosas. Es uno de los días más importantes
para los Herencianos, pues en este día, las máscaras y trajes se sacan del baúl
y se les quita el polvo para lucirlos en el pasacalles, trajes algunos
heredados desde generaciones y restaurados con mimo por sucesivas tías Visi que
un año remiendan un agujero y otro le cambian una randa. El nombre de este día,
viene dado a que, "legalmente", el carnaval comenzaría el viernes
próximo a este domingo, pero las ganas pueden más que el calendario. Tiene
algunos personajes que le confieren un caracter particular, gigantes y cabezudos,
las jinetas de los diferentes gremios: Servicios y Panaderos,
Comercio, Ganaderos y Hortelanos y la del Ayuntamiento y sobre todo el Perlé,
el elemento que dota al Carnaval de Herencia de una identidad propia. Es una
representación burlesca del orden establecido. Perlé abre, antes de los
gigantes, el desfile, persiguiendo a la chiquillería con su látigo. Aunque no
suele dar, algunos latigazos son bastante dolorosos. Va con un atuendo parecido
a un pijama a rayas blancas y azules y gorro de dormir de los mismos colores.
A partir de entonces, de
ese año en que fue un príncipe durante dos semanas, Leandro tomó conciencia de
que era guapo, se acostumbró a escuchar a las amigas de su madre y de su tía
cosas como - lo guapo que es este niño - o a algunas más ponzoñosas, - hay que
ver que cara tiene más hermosa, a quién habrá salido - así que trabajando como
un mulo y haciendo lo que podía en el colegio, fue creciendo entre piropos y el
arrobo sin ambages de las mujeres de su casa. Casi se acostumbró a que le
programaran la jornada, de tanto cariño y tanto mimo, que si te pones esta
camisa que le he almidonado el cuello, que si ahora te vas a buscar a la Presen
o a la Fuencisla, que si vete a misa a por la tía Visi, no tenía lugar para su
vida, de tanto como le querían, así que cuando se libró de la mili por hijo de
viuda más que una alegría se llevó un disgusto. Un día se armó de valor y
cuando su tía y su madre estaban sentadas, bien abrigaditas con las faldas de
la mesa camilla, haciendo ganchillo, lo soltó de sopetón: mañana me voy a
Benidorm, que salen dos autobuses de la plaza para trabajar en la obra. La
bomba, a la tía Visi le dio tal soponcio que a partir de aquel día se le quedó
un temblor en la comisura izquierda de la boca, hubo ruegos, súplicas, llantos
y lamentos, pero la determinación de Leandro era inamovible, se iba a Benidorm
a trabajar en una obra.
El día que se marchó,
parecería que se iba a la guerra, su madre, su tía y sus hermanas le
despidieron desconsoladas, le pusieron de todo, media matanza, conservas y
hasta una lata de pastas, debían de creer que en el pueblo que se les
arrebataba a su hombre estaban todavía con las cartillas de racionamiento.
Cuando Leandro entró en
Benidorm, después de haber dado buena cuenta de una longaniza y media hogaza de
pan en el autobús, le pareció que estaba en Nueva York, esas torres tan
altísimas que se alineaban frente a la playa y subían toda la cuesta, esos
hoteles con sus recepciones tan rimbombantes, y los montones de turistas así
vestidos, porque entonces a un turista se le podía reconocer a simple vista, y
no porque fuera rubio o estuviera quemado por el sol, sino porque iba vestido
de turista, con las camisas por fuera, de colores, y esos sombreritos con una
cremallera; lo primero que hizo, en cuanto pudo, fue comprarse ropa de turista,
unos pantalones cortos de color beige y una camisa con unos florones azules y
amarillos, y un sombrerito de esos y unas chanclas, y un bañador pequeño,
brillante, de lycra le dijeron, y unas gafas de sol verdes. Lo segundo que hizo
fue dejar la obra y ponerse a trabajar de camarero, eso de aguantar el sol de
justicia y acarrear cemento era peor que lo de trabajar en el campo, así que
cuando la prima de uno de su pueblo que ya era encofrador le dijo que con lo
guapo que era podría trabajar de camarero no se lo pensó, consiguió trabajo en
una terraza, al lado de la playa, y aprendió a servir paellas y ensaladas
mixtas, y aprendió que los turistas les llamaban paelas y mixsalads. Así, por
primera vez en su vida, tenía unas cuantas horas para sí mismo, y se ponía su
bañador pequeño y brillante y se iba a la playa a tomar el sol y a ver cocerse
a las suecas.
Con el tiempo Leandro, que
ahorraba con una hormiga, y que aparte de acudir todos los años a Herencia para
el carnaval, que eso era sagrado, se pudo meter en alquilar un bar, pequeño y
destartalado, y lo arregló un poco, contrató un camarero gallego y puso en
marcha el negocio. Al principio cocinar le costaba un esfuerzo y solo ponía
aceitunas y alguna lata, pero poco a poco aprendió y hacía platos combinados y
ensaladas y hasta una paella con gambas y pedacitos de pollo, acostumbrado como
se había criado a tener su día organizado, se impuso una agenda implacable,
cada día se levantaba a las siete, desayunaba un descafeinado con leche, un pan
tostado y una manzana, abría el bar, servía los desayunos, pocos, algunos
cafesconleches, esperaba a que viniese el camarero y se iba a comprar, luego
cocinaba, que los turistas empiezan a comer muy pronto, y allá a las cuatro y
media se ponía su bañador y se iba a la playa, con su toalla y su botella de
agua helada, era igual que fuera verano que invierno, cada tarde, a no ser que
lloviera, se iba al mismo rincón, sacaba su toalla de propaganda de Camel,
guardaba meticulosamente su ropa en la bolsa que usaba de almohada y se
tumbaba; se bañaba poco, no se fiaba de dejar las cosas solas, no fuera que se
las robaran, allá a las siete y media recogía, se iba al bar, despachaba al
camarero y se quedaba hasta las doce, ni un minuto más, la parroquia de más
tarde no le hacía ni pizca de gracia, que hay que ver como beben los turistas,
se cogen cada tajada...
Así pasó trece años, hasta
que una tarde, que no pudo ir a la playa porque llovía, en el mes de octubre,
encontró en el buzón una carta, era de su hermana Fuencisla, que le reñía por
esa manía suya de no ponerse teléfono y le contaba que la tía Visi se había
puesto mala y en lo que se tarda en rezar un padrenuestro se les había ido sin
que les diera tiempo a nada, y algo se le rompió por dentro al leer la carta,
cuando llegó al bar se cogió la primera borrachera de su vida, con treinta y
cinco años, se bebió el solo casi una botella de ponche, y como iba tan
borracho y había escampado, cerró el bar y se fue a la playa, era de noche,
pero a él no le importó, sacó su toalla de Camel, la extendió, y se tumbó a
dormir la mona.
Se despertó en una cama,
recordaba vagamente una conversación en un idioma raro, como le ayudaban a
caminar y le llamaban guapo, como le desnudaban, recordaba esa sensación, pero
de una forma muy vaga, medio atontado aún por el alcohol intentó reconocer
alguna cosa de la habitación, nada, seguro que no era su casa, aunque había
molinos de adorno, que coincidencia, pero no eran iguales. Primero se asustó,
luego pensó que si ya no le había pasado nada malo, ahora que empezaba a estar
sobrio no le iba a pasar, se incorporó, y entonces vió a Jaap por la ventana de
la terraza, la memoria le llegó de golpe, el holandés que le sonreía mientras
tendía unas sábanas era el que le encontró en la playa, el que lo llevó a su
casa, a este apartamento tan pequeño y tan atiborrado de cosas de holanda, era el
que le había desnudado y el que se había sumergido con él en un polvo que había
parecido una batalla. A Leandro se le subió la memoria en un borbotón ácido en
la garganta, se quedó paralizado, él, que nunca había siquiera estado con una
mujer, no se hacía el ánimo, se había estrenado con un holandés, le costó un
rato hacerse a la idea, pero lo poco que recordaba, aunque confuso, le parecía
agradable, muy agradable incluso, se fijó en que estaba desnudo, en como el
holandés le miraba, se tendió en la cama, y esta vez, sin estar en absoluto
borracho, volvió a repetir la batalla.
Y se quedó, veintiséis
años va a hacer ya, la tía Visi se había ido, pero había venido Jaap, que era
como tenerla de nuevo, pero más rubio y más artista, porque su rubio por las
noches se convertía en Blondie, en Blondie Cohen para más señas, trabajaba
bailando y haciendo un show en un sitio muy coqueto, el Paradiso. Nuestro
Leandro se tomó la profesión del otro con naturalidad, era artista, sin más
pamplinas, y por las mañanas le ayudaba en el bar y se encargaba de la colada y
de la plancha, lo llevaba siempre como un San Luis, de limpio y planchao.
Y le organizaba la vida,
lo que había de ponerse, lo que debía comer, lo que sí y lo que no, Leandro se
dejaba hacer como es natural, es un bienmandao sin remisión. Poco a poco la
pasión se fue trasformando en afecto, el afecto en costumbre y la costumbre en
dependencia, ya era incapaz de mover un dedo sin Jaap, y fueron pasando los
años.
En Navidad su hermana le
mandó a Elías, su sobrino el mayor, le había dicho por teléfono, por fin ya
tenía teléfono, que el chico había tenido un "amigo" marroquí que
había soltado la lengua de las vecindonas, y que ella que veía en la televisión
que la vida había cambiado mucho y hacía unos veranos estuvo viendo el
show de Jaap, había pensado que ellos lo entenderían mejor y que en Benidorm
estaría más en su ser, que el pueblo era muy antiguo y que si tal y que si
pascual; total, que nuestra pareja se encontró de repente tutelando a un chico
de diecinueve años que tenía dos pasiones. los muchachos de tez morena y los
ordenadores. Su sobrino vino con un portátil de esos blancos, muy moderno, y se
pasaba todos los ratos libres jugando, hasta le enseñó a su tío juegos y todo.
Leandro, inopinadamente, se volvió muy raro.
Estaban preparando las
maletas para ir al pueblo en carnaval, como todos los años, era sábado. Leandro
le dijo a Jaap: quiero que metas dos o tres vestidos de tu espectáculo en la
maleta pequeña, las pinturas, las pelucas y los zapatos.
Era el domingo de las
ansiosas, la gente con sus disfraces y sus máscaras, y detrás del Perlé,
dos mujeres impresionantes, vestidas como artistas de cine, preciosas. Al
llegar a casa la Fuencisla está al borde de un ataque de nervios - ¿pero cómo
se te ha ocurrido Leandro? dios bendito, que sofoco, mira que si te ha conocido
alguien.
Leandro está feliz, desde
el día que fue de príncipe con su pluma de faisán y todo, jamás se había visto
tan guapo. - Es que me estaba saliendo un diamante verde, Fuencisla. - Ay hijo,
cómo un diamante verde, estás muy raro, ¿tu entiendes algo Jaap? - Claro,
pregúntale a tu hijo, claro que lo entiendo, claro.
En la calle sonaban las
charangas mientras en el porche dos rubias impresionantes se daban después de
tanto tiempo un apasionado abrazo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario