domingo, 2 de noviembre de 2014

XXVII - Leandro o la vida como un Sim


El hombre es un animal de costumbres pero no hay que olvidar que la costumbre mata al hombre.
Los Sims (The Sims) es un juego de estrategia y simulación para computadoras, creado por el diseñador Will Wright y distribuido por Maxis.
La primera versión vio la luz en febrero de 2000 y desde entonces más de 16 millones de copias legales, y por lo tanto muchas más ilegales, se han distribuido en todo el mundo, siendo el más vendido en la historia de los videojuegos de PC. El éxito de este tipo de juego se basa en su filosofía creativa de aplicar teorías científicas para el diseño de simuladores de vida, ya sea de una ciudad, un planeta, un hormiguero o, como en Los Sims, un barrio.
Los Sims es el primer juego de esta categoría en el que cada ser vivo tiene personalidad propia y se controla individualmente de forma directa. El juego consiste en crear personajes Sims y "construirles" una vida, concretar sus aspiraciones, cumplir sus sueños,etc. El juego permite diseñarles a los Sims una casa y abastecerlas con todos los objetos que se requieran para satisfacer sus necesidades. Los Sims poseen un modo libre (Libre Albedrío) en donde los Sims realizan sus actividades por sí solos, en donde también puede intervenir el jugador dándole órdenes, las cuales serán respetadas o no por los Sims. El jugador deberá satisfacer las necesidades básicas de los Sims, como comer, dormir y bañarse, entre otras. Para sustentar la economía de la casa, los Sims deberán buscar trabajo y ganar Simoleones (la ficticia moneda en el mundo sim), el juego ofrece una variada línea de trabajos, y el personaje podrá ir promoviéndose en su cargo dependiendo de las habilidades que tenga y la cantidad de amigos.
No hay un verdadero objetivo en el juego, ya que los Sims nunca mueren a no ser que se queden sin movimiento, los envenenen, los muerda su perro, se caigan del edificio, un asesino en serie los mata (versión solo vista en los sims2 nigth life) se ahoguen, se quemen, se electrocuten o les agarre un virus (contraído de la mascota cerdo de guinea, que solo puede suceder si no se limpia su jaula). Además los niños pueden ser enviados a la escuela militar si sus notas son malas. Si llegan a ser enviados a la escuela militar los niños nunca volverán a la familia. Los Sims tienen su idioma propio, el Simlish, intérpretes de reconocido prestigio han grabado versiones en simlish de sus temas más famosos. El jugador identifica a su Sim porque sobre su cabeza aparece un símbolo con la apariencia de un diamante de color verde brillante, que irá cambiando de tono hasta alcanzar el rojo dependiendo de su estado.
En el 2002, Los Sims, consiguió un récord mundial de ventas, superando al famoso juego Myst.


La rutina es una costumbre arraigada o un hábito adquirido por mera práctica que permite hacer las cosas sin razonarlas, de alguna manera nos impide ser conscientes del momento presente.

Leandro Francisco Javier Elías Fernández Caballero Díaz de Miguel, ahí es nada, y su sangre es de lo más moliente, pero han querido el destino o la fatalidad, que cada cual contempla estas cosas según su criterio, que viniera a nacer en Herencia, una villa de Ciudad Real, en el Priorato, pegadita a la provincia de Toledo, en la que por alguna extraña coincidencia, quizá por su nombre, hay una proliferación inaudita de apellidos compuestos. Lo de los nombres de Leandro, a partir de ahora le llamaré Leandro para abreviar, fue una cosa de su madre, bueno de su madre y su tía Visi, que eran las dos muy redichas, y como era el primero y habían sido un embarazo y un parto de lo más fatigoso, no quisieron dejar de cristianar a la criatura sin imponerle el nombre del otro abuelo y del padre, por si acaso, y es que en eso sí que eran muy suyos, el hijo mayor había de llamarse como el abuelo paterno, el segundo como el materno, y el tercero como el padre. Hicieron bien, porque tuvo dos hermanas más y no habría tenido perdón de dios que por no torcer la costumbre una se hubiese llamado Francisca Javiera y la otra vaya usted a saber cuál será el femenino de Elías.

Leandro creció entre faldas, que a su padre, D. Elías, se lo llevó una neumonía cuando el niño tenía nueve años, tuvo una infancia intensiva, hubo de ir al colegio sin faltar ningún día porque había de convertirse en un hombre de provecho, pero como era el único hombre de la casa también tenía que ir al campo, a segar el trigo y a ocuparse del huerto y ayudar a las mujeres con la barrilla, el salicor y hasta del azafrán. Sólo la semana de carnaval le daban suelta, que hasta salió de jineta un año, (las jinetas son los niños, dos por lo general, que representan a los gremios) con un traje de príncipe que ríete tu del del cuento, le daba un poquitín de vergüenza, pero anda que no estaba guapo con esa seda azul ducados y esas pasamanerías de oro y ese sombrero de terciopelo, hasta llevaba una pluma de faisán y todo. Era, con un primo segundo suyo, el abanderado de los hortelanos, y a donde va a parar, porque Sindo, Gunmersindo se llamaba el primo, que lo de esta familia con los nombres es para echarles de comer a parte, aunque también iba hecho un brazo de mar era más bien gordito y llevaba gafas de culo de vaso, así que todos y, sobre todo, todas no hicieron más que decirle guapo, y que que bonico era toda esa semana, nunca estuvo Leandro más cerca de la gloria que esa semana de carnaval de 1974.


Herencia tiene un carnaval de lo más peculiar, no voy aquí ahora a contar todo lo que lo hace especial, que no es el objeto de este escrito, pero sí, para que se comprenda mejor la trama, daré unos cuantos apuntes: para empezar he de decir que es uno de los pocos que consiguió dar al traste con la prohibición franquista, argumentando cierto carácter religioso, está tan arraigado y se espera con tanta impaciencia que comienza una semana antes que en el resto de municipios con un día al que llaman domingo de las deseosas. Es uno de los días más importantes para los Herencianos, pues en este día, las máscaras y trajes se sacan del baúl y se les quita el polvo para lucirlos en el pasacalles, trajes algunos heredados desde generaciones y restaurados con mimo por sucesivas tías Visi que un año remiendan un agujero y otro le cambian una randa. El nombre de este día, viene dado a que, "legalmente", el carnaval comenzaría el viernes próximo a este domingo, pero las ganas pueden más que el calendario. Tiene algunos personajes que le confieren un caracter particular, gigantes y cabezudos, las jinetas de los diferentes gremios: Servicios y Panaderos, Comercio, Ganaderos y Hortelanos y la del Ayuntamiento y sobre todo el Perlé, el elemento que dota al Carnaval de Herencia de una identidad propia. Es una representación burlesca del orden establecido. Perlé abre, antes de los gigantes, el desfile, persiguiendo a la chiquillería con su látigo. Aunque no suele dar, algunos latigazos son bastante dolorosos. Va con un atuendo parecido a un pijama a rayas blancas y azules y gorro de dormir de los mismos colores.
A partir de entonces, de ese año en que fue un príncipe durante dos semanas, Leandro tomó conciencia de que era guapo, se acostumbró a escuchar a las amigas de su madre y de su tía cosas como - lo guapo que es este niño - o a algunas más ponzoñosas, - hay que ver que cara tiene más hermosa, a quién habrá salido - así que trabajando como un mulo y haciendo lo que podía en el colegio, fue creciendo entre piropos y el arrobo sin ambages de las mujeres de su casa. Casi se acostumbró a que le programaran la jornada, de tanto cariño y tanto mimo, que si te pones esta camisa que le he almidonado el cuello, que si ahora te vas a buscar a la Presen o a la Fuencisla, que si vete a misa a por la tía Visi, no tenía lugar para su vida, de tanto como le querían, así que cuando se libró de la mili por hijo de viuda más que una alegría se llevó un disgusto. Un día se armó de valor y cuando su tía y su madre estaban sentadas, bien abrigaditas con las faldas de la mesa camilla, haciendo ganchillo, lo soltó de sopetón: mañana me voy a Benidorm, que salen dos autobuses de la plaza para trabajar en la obra. La bomba, a la tía Visi le dio tal soponcio que a partir de aquel día se le quedó un temblor en la comisura izquierda de la boca, hubo ruegos, súplicas, llantos y lamentos, pero la determinación de Leandro era inamovible, se iba a Benidorm a trabajar en una obra.

El día que se marchó, parecería que se iba a la guerra, su madre, su tía y sus hermanas le despidieron desconsoladas, le pusieron de todo, media matanza, conservas y hasta una lata de pastas, debían de creer que en el pueblo que se les arrebataba a su hombre estaban todavía con las cartillas de racionamiento.
Cuando Leandro entró en Benidorm, después de haber dado buena cuenta de una longaniza y media hogaza de pan en el autobús, le pareció que estaba en Nueva York, esas torres tan altísimas que se alineaban frente a la playa y subían toda la cuesta, esos hoteles con sus recepciones tan rimbombantes, y los montones de turistas así vestidos, porque entonces a un turista se le podía reconocer a simple vista, y no porque fuera rubio o estuviera quemado por el sol, sino porque iba vestido de turista, con las camisas por fuera, de colores, y esos sombreritos con una cremallera; lo primero que hizo, en cuanto pudo, fue comprarse ropa de turista, unos pantalones cortos de color beige y una camisa con unos florones azules y amarillos, y un sombrerito de esos y unas chanclas, y un bañador pequeño, brillante, de lycra le dijeron, y unas gafas de sol verdes. Lo segundo que hizo fue dejar la obra y ponerse a trabajar de camarero, eso de aguantar el sol de justicia y acarrear cemento era peor que lo de trabajar en el campo, así que cuando la prima de uno de su pueblo que ya era encofrador le dijo que con lo guapo que era podría trabajar de camarero no se lo pensó, consiguió trabajo en una terraza, al lado de la playa, y aprendió a servir paellas y ensaladas mixtas, y aprendió que los turistas les llamaban paelas y mixsalads. Así, por primera vez en su vida, tenía unas cuantas horas para sí mismo, y se ponía su bañador pequeño y brillante y se iba a la playa a tomar el sol y a ver cocerse a las suecas.


Con el tiempo Leandro, que ahorraba con una hormiga, y que aparte de acudir todos los años a Herencia para el carnaval, que eso era sagrado, se pudo meter en alquilar un bar, pequeño y destartalado, y lo arregló un poco, contrató un camarero gallego y puso en marcha el negocio. Al principio cocinar le costaba un esfuerzo y solo ponía aceitunas y alguna lata, pero poco a poco aprendió y hacía platos combinados y ensaladas y hasta una paella con gambas y pedacitos de pollo, acostumbrado como se había criado a tener su día organizado, se impuso una agenda implacable, cada día se levantaba a las siete, desayunaba un descafeinado con leche, un pan tostado y una manzana, abría el bar, servía los desayunos, pocos, algunos cafesconleches, esperaba a que viniese el camarero y se iba a comprar, luego cocinaba, que los turistas empiezan a comer muy pronto, y allá a las cuatro y media se ponía su bañador y se iba a la playa, con su toalla y su botella de agua helada, era igual que fuera verano que invierno, cada tarde, a no ser que lloviera, se iba al mismo rincón, sacaba su toalla de propaganda de Camel, guardaba meticulosamente su ropa en la bolsa que usaba de almohada y se tumbaba; se bañaba poco, no se fiaba de dejar las cosas solas, no fuera que se las robaran, allá a las siete y media recogía, se iba al bar, despachaba al camarero y se quedaba hasta las doce, ni un minuto más, la parroquia de más tarde no le hacía ni pizca de gracia, que hay que ver como beben los turistas, se cogen cada tajada...

Así pasó trece años, hasta que una tarde, que no pudo ir a la playa porque llovía, en el mes de octubre, encontró en el buzón una carta, era de su hermana Fuencisla, que le reñía por esa manía suya de no ponerse teléfono y le contaba que la tía Visi se había puesto mala y en lo que se tarda en rezar un padrenuestro se les había ido sin que les diera tiempo a nada, y algo se le rompió por dentro al leer la carta, cuando llegó al bar se cogió la primera borrachera de su vida, con treinta y cinco años, se bebió el solo casi una botella de ponche, y como iba tan borracho y había escampado, cerró el bar y se fue a la playa, era de noche, pero a él no le importó, sacó su toalla de Camel, la extendió, y se tumbó a dormir la mona.

Se despertó en una cama, recordaba vagamente una conversación en un idioma raro, como le ayudaban a caminar y le llamaban guapo, como le desnudaban, recordaba esa sensación, pero de una forma muy vaga, medio atontado aún por el alcohol intentó reconocer alguna cosa de la habitación, nada, seguro que no era su casa, aunque había molinos de adorno, que coincidencia, pero no eran iguales. Primero se asustó, luego pensó que si ya no le había pasado nada malo, ahora que empezaba a estar sobrio no le iba a pasar, se incorporó, y entonces vió a Jaap por la ventana de la terraza, la memoria le llegó de golpe, el holandés que le sonreía mientras tendía unas sábanas era el que le encontró en la playa, el que lo llevó a su casa, a este apartamento tan pequeño y tan atiborrado de cosas de holanda, era el que le había desnudado y el que se había sumergido con él en un polvo que había parecido una batalla. A Leandro se le subió la memoria en un borbotón ácido en la garganta, se quedó paralizado, él, que nunca había siquiera estado con una mujer, no se hacía el ánimo, se había estrenado con un holandés, le costó un rato hacerse a la idea, pero lo poco que recordaba, aunque confuso, le parecía agradable, muy agradable incluso, se fijó en que estaba desnudo, en como el holandés le miraba, se tendió en la cama, y esta vez, sin estar en absoluto borracho, volvió a repetir la batalla.

Y se quedó, veintiséis años va a hacer ya, la tía Visi se había ido, pero había venido Jaap, que era como tenerla de nuevo, pero más rubio y más artista, porque su rubio por las noches se convertía en Blondie, en Blondie Cohen para más señas, trabajaba bailando y haciendo un show en un sitio muy coqueto, el Paradiso. Nuestro Leandro se tomó la profesión del otro con naturalidad, era artista, sin más pamplinas, y por las mañanas le ayudaba en el bar y se encargaba de la colada y de la plancha, lo llevaba siempre como un San Luis, de limpio y planchao.

Y le organizaba la vida, lo que había de ponerse, lo que debía comer, lo que sí y lo que no, Leandro se dejaba hacer como es natural, es un bienmandao sin remisión. Poco a poco la pasión se fue trasformando en afecto, el afecto en costumbre y la costumbre en dependencia, ya era incapaz de mover un dedo sin Jaap, y fueron pasando los años.

En Navidad su hermana le mandó a Elías, su sobrino el mayor, le había dicho por teléfono, por fin ya tenía teléfono, que el chico había tenido un "amigo" marroquí que había soltado la lengua de las vecindonas, y que ella que veía en la televisión que la vida había cambiado mucho y  hacía unos veranos estuvo viendo el show de Jaap, había pensado que ellos lo entenderían mejor y que en Benidorm estaría más en su ser, que el pueblo era muy antiguo y que si tal y que si pascual; total, que nuestra pareja se encontró de repente tutelando a un chico de diecinueve años que tenía dos pasiones. los muchachos de tez morena y los ordenadores. Su sobrino vino con un portátil de esos blancos, muy moderno, y se pasaba todos los ratos libres jugando, hasta le enseñó a su tío juegos y todo. Leandro, inopinadamente, se volvió muy raro.

Estaban preparando las maletas para ir al pueblo en carnaval, como todos los años, era sábado. Leandro le dijo a Jaap: quiero que metas dos o tres vestidos de tu espectáculo en la maleta pequeña,  las pinturas, las pelucas y los zapatos.


Era el domingo de las ansiosas, la gente con sus disfraces y sus máscaras, y detrás del Perlé, dos mujeres impresionantes, vestidas como artistas de cine, preciosas. Al llegar a casa la Fuencisla está al borde de un ataque de nervios - ¿pero cómo se te ha ocurrido Leandro? dios bendito, que sofoco, mira que si te ha conocido alguien.

Leandro está feliz, desde el día que fue de príncipe con su pluma de faisán y todo, jamás se había visto tan guapo. - Es que me estaba saliendo un diamante verde, Fuencisla. - Ay hijo, cómo un diamante verde, estás muy raro, ¿tu entiendes algo Jaap? - Claro, pregúntale a tu hijo, claro que lo entiendo, claro.

En la calle sonaban las charangas mientras en el porche dos rubias impresionantes se daban después de tanto tiempo un apasionado abrazo.



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