viernes, 31 de octubre de 2014

XII - - Marisa o el chucuchú del tren


Prohíben besarse en estación de tren de Inglaterra.

Los responsables de una estación de ferrocarril situada en el norte de Inglaterra han decidido prohibir los besos en sus instalaciones para evitar aglomeraciones de personas que se despiden y facilitar el acceso de los viajeros.
La estación de Warrington Bank Quay, en Cheshire, dispone de unas señales en el suelo en las zonas en que se registraban mayores retrasos para advertir de la nueva prohibición.
En contrapartida, los responsables de estas instalaciones establecieron una "Zona de besos" cerca del aparcamiento para que los usuarios puedan despedirse allí con mayor tranquilidad.


- Oiga, revisor, cuando el tren se pare, ¿por qué lado me tengo que bajar?

- Da igual, el tren se para por los dos lados.



El edificio de la Estación de Atocha es una estructura de hierro y cristal creada por el arquitecto vasco Ricardo Velázquez Bosco, autor también del  palacio de cristal del parque del Retiro. Fue construido para la compañía ferroviaria MZA (Madrid a Zaragoza y Alicante) para la sociedad Rothschild, encargada de la explotación ferroviaria., se puso en funcionamiento el 9 de febrero de 1851 con el nombre de Estación de Mediodía (o Estación del Sur). Era la primera estación de tren de Madrid. Tras ser devastada por un incendio se rehízo diseñada por Alberto de Palacio Elissagne, un discípulo de Gustave Eiffel; se cerró el extremo que da a la Glorieta de Carlos V y que hoy constituye la fachada de la estación.
Aunque a menudo pasa desapercibida está considerada una obra de arte de la arquitectura ferroviaria decimonónica. No se amplió hasta 1985 que, bajo las órdenes de Rafael Moneo, la estación convirtió en un intercambiador de trenes de cercanías, nacionales, autobuses y aparcamientos. La vieja nave se aprovechó para hacer un centro comercial con bares, una discoteca y 4000 metros cuadrados de jardín tropical cubierto.


Voy y vengo en tren, no conduzco, nunca se me ha ocurrido intentarlo, llevo muchos años usando esta estación, la he vivido de todas las formas pensables: aturdido de tanto sueño a las siete de la mañana un año que me dieron colegio en Alcalá de Henares, u otro en Santa Eugenia, y todos los días usaba la misma línea a la que pusieron una bomba aquel 11 terrible, no puedo evitar aun cuando veo ese tren un escalofrío, he estado en atocha recibiendo y despidiendo a la mayoría de la gente de mi vida, con la alegría ansiosa de volver a ver a alguien querido, o con el poso de tristeza de las despedidas, por ella me he paseado, he corrido apresurado, que se me hace tarde, y siempre, desde el principio me ha llamado la atención la increíble cantidad de fintas que puede hacer una persona para no rozar a la de al lado, y la velocidad a la que camina todo el mundo, es como si ahí dentro se les subieran las revoluciones, el tiempo en atocha se vuelve un poco más antipático.

La memoria es curiosa, trae de vuelta aquello que se fue en ocasiones como una caricia y en otras como una bofetada, porque los recuerdos no se imprimen siempre igual, los hay que se quedan como las pisadas de la playa y cuando viene una ola los borra sin dejar rastro y los que, sin embargo, permanecen  como una huella que fraguó en el hormigón, hay recuerdos como heridas, como besos, los hay que reconfortan o que duelen o incluso algunos que son como una comezón incómoda, pican. Hay sitios, como esta estación, que de tantos, nos los traen de todos los colores, en Atocha me enteré de la muerte de mi abuelita, que era el hada azul de la alegría, de cuando nació mi sobrino, mi superhéroe favorito, en sus andenes he asistido a historias de amor de todos los colores y he sido testigo de muchas de las miserias humanas. Recuerdo cuando vi, con una claridad descorazonadora como se le escapaba la vida a mi mejor amigo, le acompañaba al tren, enfermo, lo mandé a Alicante de enfermo que ya estaba y cuando le miré al despedirme tuve la certeza de que esa despedida iba a ser definitiva.

En estas tribulaciones andaba cuando hace dos jueves me encontraba esperando el Alvia para ir a Alicante, los ruidos de la megafonía, las maletas, la chica del pelo churripitoso que te mira el billete y te indica quinta columna después de la escalera, y entonces sin ninguna intención les veo, tienen buena pinta, bien vestidos y buenas maletas, el tren está llegando, él a modo de despedida le dice: una cosa de digo, Marisa, piénsate bien tu propuesta, has de estar  completamente segura. Ella le besa apresurada, con un ojo en el tren que ya ha llegado, él la ayuda a subir la maleta grande y se queda en el andén con su traje de Paul Simith.

Cuando nos sentamos tengo a Marisa enfrente, porque estoy bajo una maldición por culpa de la que siempre me toca esa fila que hay en cada vagón que va al revés, y que dada mi altura consigue que me pase todo el viaje incómodo intentando evitar meterle las piernas en la boca al que tengo enfrente, ella me mira distraída, esboza una sonrisa, se acomoda, apaga el móvil e inmediatamente se queda dormida con el bolso como almohada.

Ea, como ya he dicho es una maldición, me quedo prácticamente encajonado sin espacio para mover las piernas, y encima ahora si lo intentase la despertaría, por supuesto no lo intento, saco mi Zero y me pongo a leerlo con precaución, no vaya a sorprenderme con un poster central demasiado explícito, no parece que a la señora que tengo al lado, así muy de peinado cascodeastronauta, le hiciese gracia, que si Alaska y Nacho Canut,  están felicísimos con sus costillas, ella se ha cambiado el peinado y no se consideran iconos gay, no me extraña ya que tienen un blog en un uno de los medios más homófobos, reaccionarios y ultramontanos del universo digital: Libertad Digital, esa soflama que dirige Federico Jiménez Losantos, como ha cambiado el cuento. Mucha moda con pinta de carísima, Mappelthorpe, el mejor fotógrafo de flores y de pollas, más puñetitas ultra fashion, alguna pincelada política, los chulos de siempre, uno impresionante en las páginas centrales, no hay nada que me abstraiga de la maldita sensación de inmovilidad a la que me somete mi butaca, me duelen las rodillas y me muero por un pitillo. viene el azafato de los auriculares y los arroja como si fueran carnaza en un zoo, la chica de enfrente, Marisa, recula y abre los ojos, aprovecho para despertarme e ir al bar a por un café, terrible, no concibo el café en un vaso de plástico, carísimo, paso olímpicamente del cartel de no fumar de la puerta del baño, cierro la puerta y me fumo un pitillo con la misma sensación de transgredir que cuando hacía lo mismo en el baño del colegio a los catorce años, le doy al seca manos para que el aire disimule el humo un poco y comienza a hacer un ruido infernal, salgo de estampida, regreso a mi asiento, mi vecina está despejada, ojea mi Zero.

- Uy, perdona, la he cogido sin pedirte permiso
- Léela, léela, yo ya la he leído
- No si solo estaba ojeando las fotos - sonríe, la señora astronauta se sube las gafas con un dedo con gesto de dios mío como está España, en eso llega una azafata talibán y poniendo los brazos en jarras dice:
- Está prohibido fumar en todo el tren, en los baños también, absténganse de hacerlo que al maquinista le salta la alarma anti humos
Marisa me guiña un ojo, - Que extremo es esto de los viajes largos sin fumar, no lo acabo de comprender, deberían poner un espacio reservado, como en los bares.
- Si hija, sí, yo no puedo.
- Ya te he visto la cara, ríe.


Y comenzamos a tener  una charla amena, que me permite mover las piernas y darles un respiro a mis rodillas, hablamos de asuntos triviales, de lo integrista de algunas prohibiciones, de lo carísimo del billete, de lo malísimo del café, y como quien no quiere la cosa llegamos a Albacete, la señora del casco se levanta, coge una maletita pequeña, nos echa una última mirada inquisidora y se apea, en la pantalla ponen “la estrella prometida”.

Así sin censora relajamos el tono aún más y hablamos de cosas más impertinentes, de que Madriz está en stand by, de los chulazos de la revista y entonces nos enzarzamos en un dilema, si son o no necesarias este tipo de revistas, ella opina que sí, que todo el mundo tiene derecho a su prensa, cierta condescendencia en su tono me hace reaccionar y le cuento que yo no comprendo demasiado este tipo de militancias, que una cosa es esperar de cada uno que sea consecuente consigo mismo y no comulgue con  ideologías que atentan contra su condición y otra que la militancia apareje servidumbres como estar a la última en moda o no tener relaciones con personas de otro sexo, que eso es crear un estereotipo a partir de una circunstancia y eso me parece un error, ella se queda pensativa y me da la razón. Sucede un silencio cómodo, la princesa de la pantalla se ha transformado en estrella o es una estrella que se ha transformado en princesa, algo así, no le pillo el hilo.
Marisa sale de su ensimismamiento y me espeta
- ¿A ti que parece la cirugía estética?, la pregunta así descontextualizada me pilla a desmano
- Pues una cirugía, depende, si tienes algo que te afea la vida y te resulta realmente incómodo y puedes pagarlo me parece perfecto, pero si es por estar más neumática y eso pone en peligro tu salud me parece irresponsable, allá cada cual. Yo me quité unas manchas del sol de la cara, pero fue una cosa menor, sin importancia.
- Es que acabo de mandar a la porra a mi novio porque no quiero operarme la nariz y  voy a operarme las tetas. A eso voy a Alicante, que tiene una clínica buenísima. - la dejo ampliar la información, aún no puedo contestarle nada, me fijo en su nariz, que antes no me había llamado la atención, y no me parece fea, personal, pero no fea - me he pasado ahorrando todo el año, más que nada porque a él no le gusta mi nariz, dice que me hace el gesto muy serio, el fin de semana pasado vine a ver la clínica, estuve leyendo las tarifas y ajustando fechas y entonces me di cuenta de que por el mismo precio me podía operar el pecho, que sí que me gustaría, cuando llegué a Madrid se lo conté y se puso hecho una furia, tanto que mira, hemos roto.
No puedo apreciar sus pechos, lleva una especie de kaftán de colorines que lo disimula, pero hay algo que no me cuadra.
- Pues nena, adelante, si es lo que te apetece es tu cuerpo, pero tengo la sensación de que no me cuentas todo, hay algo que se me escapa.
- Oye, que listo eres, que empatía, mira te lo voy a contar, que tú seguro que lo entiendes, en Alicante, el finde pasado, cuando vine, conocí un chico que me encantó, nos encantamos, ya sé que es de solo dos días pero me gusta, nos gustamos mucho.
- Acabáramos, ahora sí, esperemos que le gusten tus tetas nuevas.

Reímos, megafonía anuncia: Próxima estación Alicante término, fin de trayecto, rogamos a los señores pasajeros que revisen su equipaje y deseamos que hayan tenido un feliz viaje.


En la estación la espera, se dan un beso de película, y yo me voy a casa tan contento, porque aún no se han prohibido los besos en las estaciones y porque a las primeras de cambio se me note que tengo la mente abierta.


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