Basta con hacer un poco de
turismo para comprobarlo: la destrucción de la costa mediterránea no es sólo
consecuencia de la barbarie y la explotación de guante blanco, es también un
expolio que sólo puede darse allí donde apenas hay resistencia.
El boato y la chapuza - Félix de Azúa
La leyenda cuenta que
Mallorca es una isla por no renunciar a las naranjas. Cuando los dioses todavía
dictaban las leyes a los hombres, Ngame -madre de los cuerpos celestes , de los
animales y de la humanidad, su guía y su juez, la Tanit de los cartagineses, la
Neith de los libios, aquella que los griegos llamaban Metis, la Diosa Luna-
proscribió para siempre las naranjas, ese fruto dorado y redondo como su divino
enemigo, que sacrílegamente maduraba en invierno contra todos sus preceptos y
que sabía ácida y dulce a un tiempo; aquellos que comieran de ella serían
malditos por siempre. Los mallorquines no pudiendo resistir la tentación de
comer el fruto prohibido, probaron el manjar del sol; Ngame entonces separó sus
tierras del resto y las arrumbó en un exilio en medio del mar, para que los
herejes comprobaran el abandono que su sol les brindaría, le verían salir del
mar por un lado, pasaría sin ninguna misericordia sobre ellos y volvería a
perderse en el mismo sin otorgarles ningún consuelo. Desconozco si fue el
tiempo o la fe, pero en esa isla se adora el sol, aun sabiendo de su despego.
Probablemente llegué a
Mallorca porque, sin parecerme remota, estaba lo suficientemente lejos. En un pispas
me instalé, me eché un novio forrado, me puse a estudiar mallorquín, acabé mi
carrera y comencé a introducirme en el círculo insular, bueno, la verdad es que
más que un círculo era una espiral, como una ensaimada, valga el símil
gastronómico; en unos meses estaban todos encantados con mi autoreinvención:
profesor en el mejor colegio, un ático indecentemente grande con unas vistas
increíbles, y un novio de anuncio, más mallorquín que el tren de Sóller pero educadísimo
y con pasta para impresionar al mismísimo Juan March.
Un estrés, por la mañana a la universidad, todo matrículas claro, por la tarde
al colegio con mis niños, hasta las tantas, y los fines de semana, por aquello
de aprovechar lo que sabía hacer y por no claudicar del todo, me puse de moda
como organizador de fiestas e incluso como interiorista, mira tú por donde, de
los mejores locales desde Gomila a sa Llotja, desde el Minim's a Tito's (lo de
los apóstrofes estaría de moda) con la inestimable ayuda de mi media naranja y
de su incondicional ensaimada de contactos.
Así pasé dos años, tres, cuatro, me corté el pelo, hablaba la lengua
perfectamente y era el moderno de mi pandilla. Una pandilla diametralmente
opuesta a cualquiera de mis anteriores pandillas, todos forrados como un rasé
de Vouiton, burguesamente liberales y aparentemente sin más problema que elegir
la funda más radiante para sus dientes o el modelazo más caro para sus carnes;
todos me adoraban, no tenían nada que ver conmigo pero era el novio de Tolo.
Tolo, ¿no es poco ridículo? creo que empecé a perderle el respeto por repetir su nombre, el respeto no se pierde de repente, es una cosa paulatina, y lo peor: casi siempre es mutuo. No obstante aparentemente éramos estupendos, los mejor vestidos y los más guapos, no había fiesta que se preciara que no contase con nosotros, la procesión iba por dentro.
Tolo, ¿no es poco ridículo? creo que empecé a perderle el respeto por repetir su nombre, el respeto no se pierde de repente, es una cosa paulatina, y lo peor: casi siempre es mutuo. No obstante aparentemente éramos estupendos, los mejor vestidos y los más guapos, no había fiesta que se preciara que no contase con nosotros, la procesión iba por dentro.
La vida me ha enseñado que aún en los momentos más oscuros se puede atisbar la
luz, y en esta ocasión no iba a ser menos. La luz se llamaba Catalina
(pronúnciese ctlina haciendo hincapié en las consonantes) Era por fuera como
María del Mar Bonet, de la isla por los cuatro costados, sin embargo era la
esposa, separada, de un noble hindú y tenía tres niños preciosos con los
colores de la India que hablaban mallorquín. Catalina como un servidor, en la
pandilla, era un pulpo en un garaje.
Exhalaba una placidez
incomparable esta mujer, no comía animales muertos, jamás levantaba la voz y en
ocasiones era incorrecta, que alivio, alguien incorrecto para variar, hastiado
estaba de tanta corrección de pageses de Prada. Era compañera mía en el
colegio, la profesora de Inglés de la escuela infantil, me ayudaba en el taller
de teatro y nos hicimos amigos. Una tarde como si tal cosa me dijo -Acabo de
recibir una llamada, mi marido ha muerto, he de ir a India, necesito que te
quedes los niños- Y heme aquí explicándole a Tolo la maniobra.
- Catalina se va a India, se ha muerto su marido y me ha pedido que me haga cargo de los niños hasta que vuelva.
- Yo no me voy a ir a Andraitx, y tu sin coche (no conduzco) ya ves, así que tendremos que traerlos a casa
- Pues eso, Tolo, que tenemos que traerlos a casa, las niñas en una habitación y Shiam en otra.
- Es guapo ese niño
- Tolo coño, que tiene once años
- Pues ya me dirás cuando tenga dieciocho
- Cuando tenga dieciocho ya te diré.
Dos semanas tuvimos a los príncipes en casa, una maravilla de niños, ningún problema, estudiaban, comían sus verduras y sus quesos, eran ordenados, tranquilos y preciosos. Cuando ya su madre anunciaba su regreso en dos días entro en casa y veo a las niñas tomando el sol con Tolo en la terraza.
- ¿Y Shiam?
- En su habitación
Que raro, era como un lagarto, se tumbaba al sol con esa piel perfecta y se pasaba horas, fui a preguntarle -¿Y eso que no tomas el sol?- El niño me miró a la cara con limpieza (ventajas de tener una madre como la suya) y con naturalidad me dijo
-Cuando estoy en bañador Tolo me toca, y no me
gusta.
Raramente me enfurezco, pero cuando lo hago se desatan en mí todas las tempestades, la bronca fue monumental, la madre de todas las broncas.
Catalina regresó cargada de maravillas, recogió a sus niños y me inundó de regalos.
Con Tolo la cosa iba de mal en peor. No podía
mirarle a la cara, incluso un ruidito imperceptible que hacía con la boca se
antojó insufrible. Al día siguiente era mi cumpleaños.
Treinta años, un día con un calor terrible para octubre y yo cumplía treinta años y entraba en casa sin apetecerme nada, meto la llave en la cerradura y...¡¡¡Molt d'anys!!! La madre que lo parió, una fiesta sorpresa, globos, canapés de Ca'n Joan de s'Aigó, copas y todos los mallorquinots en mi honor.
Treinta años, un día con un calor terrible para octubre y yo cumplía treinta años y entraba en casa sin apetecerme nada, meto la llave en la cerradura y...¡¡¡Molt d'anys!!! La madre que lo parió, una fiesta sorpresa, globos, canapés de Ca'n Joan de s'Aigó, copas y todos los mallorquinots en mi honor.
- Felicidades cariño
- ¿Y Catalina, no has invitado a Catalina?
- Es clar que sí, ahora viene con otra sorpresa.
Y vaya sorpresa, no para de llegar cada vez más gente, Tolo intentaba lavar su impudicia echando la casa por la ventana, en una de las que suena el timbre - ¿Quién es?- sería otro más -Soy yo Catalina- vaya, menos mal, algún amigo mío no está mal -Y yo-
Esa voz...no puede ser, esa voz la conozco. Abro la puerta y aparece Catalina de la mano de la Pepa. Eso sí que es un regalo de cumpleaños.
Nos veíamos solo de uvas a peras, entre sus enganches y mi pluriempleo, unos besos y álguien quita la música. Tolo muy ceremonialmente se sitúa en medio de la sala y le dice al tout-Mallorca. "Hoy Lou cumple 30 años y Catalina ha tenido la estupenda idea de que a esta fiesta no podía faltar su mejor amigo, ha sido su regalo, se ha puesto en contacto con él sin decirle nada al cumpleañero, ha ido al aeropuerto y lo ha traído, me gustaría que le dijera unas palabras, Jose si eres tan amable"
Jose estaba radiante con una camisa fabulosa de Gaultier y bastante despejado, o igual se acababa de meter, con el nunca sabías. Me guiñó un ojo y cogió la palabra.
- Hola a todos, soy la Pepa, hace años que nadie me llama Jose, y sí, es cierto que hoy cumple años mi mejor amigo, hemos compartido los mejores momentos de, por lo menos mi vida, era el único que venía a verme al talego y es el único que me aguanta mis adicciones, estoy muy contento de poder felicitarle dándole dos besos, gracias Catalina y encantado de conoceros.
Se hizo un silencio incomodísimo que se diluyó en un minuto.
Tolo, como la grana vino a decirme:
- Como se pasa la Pepa, mejor te lo llevas a dar una vuelta.
- Mira imbécil, el que se va a ir vas a ser tú, pero a la mierda.
Todos en el salón y Catalina, la Pepa y yo en la terraza.
- Oye, cuando te vayas me voy contigo o me transformaré en ensaimada
- Por eso le he contado lo de Shiam en el coche, al niño no le pasa nada, no tiene ningún trauma ni nada, pero le he dicho que te saque de aquí como sea.
Le doy un beso, esa mujer me quiere de verdad.
- Pues nada darling, mañana mudanza
- ¿De verdad?
- De verdad de la buena
- No puedo creerlo, has vencido a SuperMoneyBags
- Más quisiera que tener ese nombre.
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