viernes, 31 de octubre de 2014

I - Lorena Delon o La otra cara de Jessica Rabbit


De todos modos, si bien, en realidad, los dioses valoran muchísimo esta virtud en el amor, sin embargo, la admiran, elogian y recompensan más cuando el amado ama al amante, que cuando el amante al amado, pues un amante es cosa más divina que un amado, ya que está poseído por un dios…
…Pero, primero, es preciso que conozcáis la naturaleza humana y las modificaciones que ha sufrido, ya que nuestra antigua naturaleza no era la misma de ahora, sino diferente. En primer lugar, tres eran los sexos de las personas, no dos, como ahora, masculino y femenino, sino que había, además, un tercero que participaba de estos dos…Eran tres los sexos y de estas características, porque lo masculino era originariamente descendiente del sol, lo femenino, de la tierra y lo que participaba de ambos, de la luna, pues también la luna participa de uno y de otro…

…Eran también extraordinarios en fuerza y vigor y tenían un inmenso orgullo, hasta el punto de que conspiraron contra los dioses.

Platón - El banquete



Alicante es una ciudad seca en la que no llueve más que de vez en cuando, con una violencia acumulada que en ocasiones causa numerosos estragos, sin embargo tiene en algunos de sus jardines ejemplares magníficos del ficus columnaria, un gigantesco árbol que, a saber por qué, viene desde Australia, con un tronco enormemente grande lleno de raíces aéreas que le confieren un aspecto fantástico, primo del Bárbol de Tolkein o de los bosques encantados de los Hermanos Grimm; en la plaza de correos hay unos cuantos y precisamente, desde detrás de uno de ellos surgió como por encantamiento una noche de verano una de las personas más extraordinarias que he conocido en mi vida.

Ya eran las dos o las tres de la mañana y habían inaugurado un pub nuevo, Bambú creo que se llamaba, yo acababa de llegar, y cómo no, tenía que conocerlo, ya estaba harto de los mismos sitios, me había puesto una maravillosa camiseta de cuero negro, unos botines camperos de tacón cubano y unos vaqueros que me quedaban como un guante, si había algo que pescar en el Bambú, caería en mis redes, al pasar por la plaza de correos me detuve un instante para admirar esos árboles centenarios, de detrás de uno de ellos surgió Lorena, pelirroja, con una melena absolutamente cosmética, enfundada en una silueta de glitter color fucsia, perfectamente maquillada, con sus tacones impresionantes, y unas piernas interminables. Se colocó delante de mí, obstaculizándome el paso, no pude menos que esbozar una sonrisa, que es el recurso que más embrollos me ha evitado siempre cuando me he encontrado en situaciones comprometidas, seguramente desde mis casi dos metros transmitía una seguridad bastante insalvable. Ella de todos modos me miró de arriba abajo, sin cortarse, con detenimiento; abrió su bolso y lo volcó delante de mis pies, cayeron carmines y coloretes, pañuelos y todas esas cosas incomprensibles que las mujeres llevan en el bolso, dibujó una sonrisa muy superior a la mía y me dijo
– Todo para ti.
En un primer instante no acababa de comprender que quería decir, pero inmediatamente me di cuenta de la broma, le ayudé a guardar las cosas en el bolso y, cómo no, la invité a acompañarme al Bambú. Nuestra llegada fue espectacular, todas las maricotillas de la ciudad pendientes de nosotros, hacíamos una pareja brutal; bebimos, hablamos, bebimos, nos fumamos unos canutos, tenía un hasch buenísimo, y seguimos hablando, cuando el humo azul del hachis y el alcohol hicieron su efecto nos aproximamos más y nos besamos, éramos jóvenes y guapos y a los dos nos ponía esto de dar espectáculo. No podía más, las diez copas que llevaba encima hicieron su efecto y me meaba, me levanté y fui al baño. Inmediatamente todas las urracas se me echaron encima.
- ¿Sabes dónde te metes?
- Ten cuidado, le falta un tornillo.
- ¿Pero tú conocías a Lorena?
- ¿Te has dado cuenta de que es un tío?
Debían de creer que todo eso no era un valor añadido, no sabían quién era yo, jamás hablábamos de nada, principalmente porque no tenía nada que decirles, y hoy que había ligado con Jessica Rabbit pretendían espantarme.


Ni que decir tiene que las ahuyenté con un
- Es una mujer estupenda y me encanta – meé y volví a su lado.
- ¿Qué te han dicho esas comadres? Que les voy a dejar la cara como un mapa.
- Nada, ni caso, son unas envidiosas.
- Yo tengo que ir a trabajar aquí en la disco y me tengo que arreglar, vente, acompáñame.
- ¿Qué es lo que haces?
- Un show, ¿no me has visto nunca?
- Pues no, es que yo vivo en Madrid, acabo de llegar
- Ya me extrañaba a mí no haberte visto antes, ¿entonces te vienes?
- Claro, me encantará verte, espera que voy a pagar.
- De eso nada bombón, conmigo no tienes que pagar nada, está todo pagado.
Nos levantamos ante el estupor general, le ofrecí mi brazo que ella cogió como una dama y nos fuimos a Vasarely. Terrible la disco, uno de esos sitios de ambiente que había en los 80 con espejos y dorados por todos lados, unas mesas bajas redondas de tubo de acero y sillones de ciertopelo, una barra plagada de chicos como recién bañados en laca y una bola de esas que salpicaba el ambiente de lucecitas de colores, Dona Summer, Bee Gees, y el camerino… Bueno, el camerino era otro mundo: en dos metros cuadrados cuatro artistas, Silvana, Thais, Lilí Maracabú, y resplandeciendo entre ellas Lorena. Fascinante observar el proceso de transformación, como se redibujaban la cara, como se colocaban pechos y caderas, el complicado proceso por el que ocultaban sus sexos, nada que ver con las drags de ahora, ellas se transformaban en mujeres con un exhaustivo proceso que no dejaba nada a la casualidad.
- ¿De dónde has sacado a este chulo?
- Cuidadín, que es mi marido.
- ¿Desde cuándo?

- Desde siempre maricón.


El show fue un regalo auténtico, Lorena iba de Rocío Jurado a Amanda Lear como Pedro por su casa, me sentó en primera fila y me lo dedicó, disfruté como un enano, siempre he sentido debilidad por los artistas y más todavía si lo que hacen es así de impecable, sorprendente la capacidad de mimetismo, como se metía en el papel e imitaba con absoluta fidelidad los gestos, los ademanes y, con dos ligeros toques en el make-up, hasta los rasgos faciales. Botella de cava al terminar y un punto de incertidumbre sobre como acabaría todo esto cuando se quitara los aparejos.

- Te vienes a casa, claro.
- Claro.
- Te voy a enseñar la tabla del doce.
- Como no me enseñes la del dieciséis, voy por la del quince ya.
- Mira que eres chulo, me encantas.

Fuimos a su casa, una casa terrible, casi cochambrosa, en la División Azul, un barrio franquista que albergaba como su nombre indicaba a ex militares de la división azul y al que la transición y el abandono habían convertido en un cajón de sastre, follamos como animales sin que se despejara mi incógnita, no me explico como lo hacía, pero en ningún momento me pareció otra cosa que una mujer, no pude evidenciar pese a lo animal de nuestra pasión ni una sola vez nada que delatara otro sexo.
Nos despertaron voces de niños, eran las 8, por el amor de Dios, y nos habíamos acostado a las 5, y me acababa de dormir, cuatro niñas de 3 a 9 años alborotaban a nuestro alrededor, se les hacía tarde para el colegio, eran sus sobrinas, hijas de una hermana que, separada de su marido, se había echado un novio que no las toleraba. Lorena se encargaba de ellas a cambio de una paga y las niñas la llamaban tía Lore. Le ayudé a vestirlas, las acompañamos al colegio y pude constatar como en su barrio todo el mundo la trataba como a una señora con total normalidad, a veces la gente en estos extremos es mucho más tolerante que la media.
Me quedé unas semanas con ella, el sexo era importante, pero la experiencia de tener otra familia era lo más sugestivo, me encargaba de las niñas, hacía la comida, les daba clase de repaso y de paso (valga la rima) volvía a escandalizar con mi actitud a la petardería alicantina.
Sin embargo llegó un momento en que tuve que retomar la realidad, es cierto que ella no hizo nada definitivo, pero mi vida me reclamaba y tuve que plantearlo. No hubo aspavientos ni conflictos melodramáticos, aparentemente lo tomó con estoicismo. Ni una sola lágrima. Un adiós más bien frío y me marché.


La siguiente vez que fui a Alicante me llamaron para poner música en Bugatti, recuerdo que estaba sonando desperate but no serious de Adam & the Ants, cuando la vi entrar, a ella le debieron ir con el cuento porque vino directa, me hizo una seña para que saliera de la cabina (era una de esas cabinas que tienen una portezuela de un metro que te obliga a agacharte para salir) cuando sacaba la cabeza un taconazo bestial justo en la boca.


- ¡Si te ibas a marchar para qué me trataste tan bien!

Aún conservo un diente roto.


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